miércoles, 27 de enero de 2016

Jirad Arraes o la actual Literatura de Cordel

Durante el siglo XIX se popularizó un tipo de literatura que en ocasiones se tachó como de mala calidad, de no alcanzar un patrón literario mínimo y que estaba destinado a las clases populares apenas alfabetizadas, a una población por tanto grosera, con un nivel bajo de formación escolar, ajena por tanto a lo que se consideró el buen gusto marcado por la burguesía que había encontrado en la novela su forma de expresión culta.

Se trataba del Feuilleton en Francia, de las novelas por entrega en España, de los barbantes en Portugal. No obstante, a pesar de la mala fama, hubo autores consagrados que se dedicaron en algún momento a este tipo de literatura, como fueron Alejandro Dumas, Honoré de Balzac o Eugéne Sue, en Francia, Stevenson o Dickens en Gran Bretaña, León Tolstoi en Rusia o Pérez Galdós en España, entre otros muchos. A los autores citados no se les puede considerar malos escritores, al contrario, han pasado a la historia de la literatura no sólo en sus países, sino, por decirlo de un modo cursi, en el parnaso universal de las letras. Si incluso Flaubert, tan meticuloso él, tan escrupuloso a la hora de colocar sustantivos y adjetivos en su prosa, tan atento en darle al oficio de escribir un carácter profesional que le permitiera a él y a sus colegas poder llegar a ser pudientes, publicó de esta forma su novela más conocida, Madame Bovary.

A favor de este género se debe alegar que contribuyó a que miles de personas comenzaran a leer, que hallaran en la lectura un incentivo, además de contribuir a que muchos escritores pudieran ganarse algo la vida en sus inicios literarios, lo que desde luego es de agradecer. Permitió además que surgieran numerosas revistas, algo también muy importante en la conformación cultural y en la difusión de las ideas en ese momento, como fueron las francesas La Lune o La revue de Paris o la española El Popular, entre otras.

Pero además este tipo de literatura se exportó allá donde Europa tuvo su influencia, en las colonias, por ejemplo, o en los nacientes Estados americanos, ya fueran de lengua inglesa, española o portuguesa.  

Uno de los países donde más éxito tuvo (y tiene, como veremos) este tipo de literatura (¿Género? Ignoro lo que dicen al respecto las academias), es Brasil, donde se extendieron los folhetos que recogían en gran medida una rica literatura oral –hay que tener en cuenta la aportación africana y migrante, con sus relatos y narraciones orales que conformaron en gran medida su memoria y sus mitos- y también difundieron una literatura rimada popular que narraba la cotidianidad, relatando incluso dramas políticos como el del suicido del presidente Getúlio Vargas.

Hay que tener en cuenta que Brasil recoge también la tradición portuguesa de la Literatura de Cordel, presente también en España, pero que Portugal consiguió apuntalar como un fenómeno literario sin igual. Por tanto, nos remontamos al Renacimiento, a la literatura trágico-marítima, a una literatura que consiguió enganchar a un gran número de lectores y también de escuchantes, en veladas donde se leía en voz alta para un público atento.

Los cordelistas se convirtieron en el siglo XIX en figuras importantes al volverse este tipo de literatura popular una verdadera tradición. Por cierto, muy masculina, con figuras como Leandro Gomes de Barros o João Martins de Athayde, que han pasado a engrosar la historia de la literatura brasileña, sin duda con todos los honores. Además, aunque fue un fenómeno que se dio en todo Brasil, también se centró con fuerza en los Estados del Nordeste, en Pernambuco, Ceará o Paraíba.

Pero en Brasil, además, se mantiene aún hoy este tradición de los cordelistas e incluso aprovechan las nuevas tecnologías para difundir su trabajo. Es el caso de Jarid Arraes, que mantiene la tradición, incluso familiar, como cuenta en una entrevista en la revista Capitolina, con un padre y un abuelo que se dedicaban al oficio, y que ahora divulga su obra a través de interné. Hay página web, como no podía ser menos:  http://jaridarraes.com/.


Lo que destaca además es que Jarid Arraes incorpora algo tan importante como la memoria y la reivindicación social en esta tradición de los folhetos e intenta recuperar, en este sentido, la aportación de las mujeres negras a la sociedad brasileña y escribe sobre Tereza de Benguela, Dandara dos Palmares y otros nombres que se quiere conservar en el recuerdo de su país. Son dos elementos que merecen la pena destacar: mantener y potenciar la cultura popular de los cordelistas y recuperar esa memoria de quienes aportaron sus luchas y riquezas al bien común.

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