Durante el siglo XIX se
popularizó un tipo de literatura que en ocasiones se tachó como de mala
calidad, de no alcanzar un patrón literario mínimo y que estaba destinado a las
clases populares apenas alfabetizadas, a una población por tanto grosera, con un nivel bajo de formación
escolar, ajena por tanto a lo que se consideró el buen gusto marcado por la
burguesía que había encontrado en la novela su forma de expresión culta.
Se trataba del Feuilleton en Francia, de las novelas
por entrega en España, de los barbantes
en Portugal. No obstante, a pesar de la mala fama, hubo autores consagrados que
se dedicaron en algún momento a este tipo de literatura, como fueron Alejandro
Dumas, Honoré de Balzac o Eugéne Sue, en Francia, Stevenson o Dickens en Gran Bretaña,
León Tolstoi en Rusia o Pérez Galdós en España, entre otros muchos. A los autores
citados no se les puede considerar malos
escritores, al contrario, han pasado a la historia de la literatura no sólo
en sus países, sino, por decirlo de un modo cursi, en el parnaso universal de
las letras. Si incluso Flaubert, tan meticuloso él, tan escrupuloso a la hora
de colocar sustantivos y adjetivos en su prosa, tan atento en darle al oficio
de escribir un carácter profesional que le permitiera a él y a sus colegas
poder llegar a ser pudientes, publicó de esta forma su novela más conocida, Madame Bovary.
A favor de este género
se debe alegar que contribuyó a que miles de personas comenzaran a leer, que
hallaran en la lectura un incentivo, además de contribuir a que muchos
escritores pudieran ganarse algo la vida en sus inicios literarios, lo que
desde luego es de agradecer. Permitió además que surgieran numerosas revistas, algo
también muy importante en la conformación cultural y en la difusión de las
ideas en ese momento, como fueron las francesas La Lune o La revue de Paris
o la española El Popular, entre
otras.
Pero además este tipo
de literatura se exportó allá donde Europa tuvo su influencia, en las colonias,
por ejemplo, o en los nacientes Estados americanos, ya fueran de lengua
inglesa, española o portuguesa.
Uno de los países donde
más éxito tuvo (y tiene, como veremos) este tipo de literatura (¿Género? Ignoro
lo que dicen al respecto las academias), es Brasil, donde se extendieron los folhetos que recogían en gran medida una
rica literatura oral –hay que tener en cuenta la aportación africana y
migrante, con sus relatos y narraciones orales que conformaron en gran medida
su memoria y sus mitos- y también difundieron una literatura rimada popular que
narraba la cotidianidad, relatando incluso dramas políticos como el del suicido
del presidente Getúlio Vargas.
Hay que tener en cuenta
que Brasil recoge también la tradición portuguesa de la Literatura de Cordel,
presente también en España, pero que Portugal consiguió apuntalar como un
fenómeno literario sin igual. Por tanto, nos remontamos al Renacimiento, a la
literatura trágico-marítima, a una literatura que consiguió enganchar a un gran
número de lectores y también de escuchantes,
en veladas donde se leía en voz alta para un público atento.
Los cordelistas se convirtieron en el siglo
XIX en figuras importantes al volverse este tipo de literatura popular una
verdadera tradición. Por cierto, muy masculina, con figuras como Leandro Gomes
de Barros o João Martins de Athayde, que han pasado a engrosar la historia de
la literatura brasileña, sin duda con todos los honores. Además, aunque fue un
fenómeno que se dio en todo Brasil, también se centró con fuerza en los Estados
del Nordeste, en Pernambuco, Ceará o Paraíba.
Pero en Brasil, además,
se mantiene aún hoy este tradición de los cordelistas
e incluso aprovechan las nuevas tecnologías para difundir su trabajo. Es el caso
de Jarid Arraes, que mantiene la tradición, incluso familiar, como cuenta en
una entrevista en la revista Capitolina,
con un padre y un abuelo que se dedicaban al oficio, y que ahora divulga su
obra a través de interné. Hay página web, como no podía ser menos: http://jaridarraes.com/.
Lo que destaca además
es que Jarid Arraes incorpora algo tan importante como la memoria y la
reivindicación social en esta tradición de los folhetos e intenta recuperar, en este sentido, la aportación de las
mujeres negras a la sociedad brasileña y escribe sobre Tereza de Benguela,
Dandara dos Palmares y otros nombres que se quiere conservar en el recuerdo de
su país. Son dos elementos que merecen la pena destacar: mantener y potenciar
la cultura popular de los cordelistas
y recuperar esa memoria de quienes aportaron sus luchas y riquezas al bien
común.
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