Memoria, recuerdos y literatura
Héctor Abad Faciolince
Seix Barral, 2006
La
memoria conforma en buena medida la literatura. Resulta un tópico. Pero hay
recuerdos que se vuelven el tema de los libros, que son incluso los protagonistas del relato. Convertir la memoria en el
centro de un relato ha sido frecuente en muchos escritores, como una forma de
recomponer, reconstruir, organizar el tiempo o los hechos que suceden en él. Se
trata de la escritura como terapia, algo que incluso muchos psicólogos y
terapeutas recomiendan a sus pacientes como forma de confrontar la realidad y,
de este modo, buscar una luz, por no decir una sanación, término demasiado
grandilocuente tal vez, aunque sin duda hay algo de eso. Quizá de lo que
hablamos es del sentido de la escritura, por qué se escribe, pregunta esta que
a veces se ha formulado en revistas literarias o de consumo cultural y da pie a
que se busquen respuestas originales, escribo para que me quieran o porque no
sabría hacer otra cosa, por ejemplo.
El
escritor colombiano Héctor Abad Faciolince publicó en 2006 un retrato de su
padre, el doctor Héctor Abad Gómez, con la intención tal vez de sacarse el
dolor que provocó su asesinato o para expresar todo el amor y a admiración
hacia un ser que, a tenor de las palabras del hijo, fue alguien encomiable,
digno de admiración, un padre que muchos quisieran para sí, a todas luces lo
opuesto al padre que Kafka describe en la carta que el escritor checo le dirige
y citada por el autor colombiano como contrapunto a su propio libro.
Pero
además de describir a su padre, de mostrarlo en la íntima calidez del hogar, de
presentárnoslo entre los suyos, como ese padre atento y amoroso, como ese esposo
conversador y afectivo, nos ofrece un retrato de a Colombia en que se movió, se
comprometió, se vinculó hasta el final, con una actitud molesta, sin duda, para
todos, pero no porque fuera equidistante, sino porque supo aplicar la crítica
ahí donde se mereciera. Por tanto, este libro se convierte también en un interesante
retrato de Colombia en la segunda mitad
del siglo XX, lo que permite que sea también un documento importante
a tener en cuenta cuando en Colombia se ha abierto un interesante proceso de
pacificación en la que todas las partes parecen buscar, o al menos lo
aparentan, una salida que acabe con decenios de violencia.
Los
procesos de pacificación requieren en gran medida de la reparación de las
víctimas, devolverles la dignidad que perdieron, reconocer la tragedia que
supone que se haya asesinado a seres humanos por las posiciones que adoptaron
en vida, y no porque tengamos que respetar las opiniones o las actitudes
defendidas, sino porque debemos respetar la vida y la humanidad de quienes las
defendieron y practicaron. Y este libro, aunque se haya publicado hace diez
años, cuando todo este proceso actual en Colombia era inimaginable, es sin duda
muy necesario recuperar hoy como recuerdo, memoria y reparación.
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