En un artículo
publicado en el diario brasileño Globo,
el escritor angoleño José Eduardo Agualusa habla de la literatura ya no como
acto importante, como forma de comprender el mundo o de entenderse a sí mismo,
ya sean autores consagrados o noveles, sino como acto imprescindible, en lo
individual, pero también en lo comunitario. Lo cuenta a raíz de un taller
literario que impartió en Maputo, Mozambique, en el que algunos de sus
intervinientes expresaron la necesidad de incidir en la realidad. De este modo,
la literatura se convierte en algo más que un mero entretenimiento, como parece
que se cataloga hoy, sino en una actividad de (auto)comprensión social.
No es de extrañar, por
tanto, que algunos pueblos antiguos hayan dado a la narración y después a la
escritura un carácter mágico y le hayan otorgado incluso un elemento sanador,
léase si no El Hablador de Mario Vargas
Llosa. Llama la atención que muchos psicólogos y terapeutas aconsejan en la
actualidad a sus pacientes escribir (describir) sus emociones y sentimientos
como forma de avanzar en sus terapias. Esto es, aconsejan la escritura, esto
es, la literatura, como forma de avanzar en los procesos de análisis propios. Al
mismo tiempo no hay comunidad, pueblo, nación o sociedad que, cualquiera que
sea el grado de desarrollo, no cuente con una literatura propia, o séase, con
un relato más o menos simbólico de su propia realidad.
Claro que hay países que tal vez necesitan con
más ahínco esta “terapia” colectiva, Agualusa cita en el mencionado artículo el
caso de Mozambique, un país en plena transformación que se está introduciendo
en la modernidad, en la cultura urbana. En este caso, la literatura se vuelve
un puente entre dos modelos de sociedad y permite componer un imaginario
colectivo imprescindible para mantener la memoria y entender lo que se es y los
cambios que se dan. También es importante la literatura para dar luz a ciertos
colectivos que viven de forma especial, y sin duda trágica, la marginación,
como es el caso de las mujeres.
Los países europeos no
escapan en este sentido de esta necesidad de una literatura que proyecte luz
sobre los procesos históricos, como ocurre por ejemplo en Portugal con el
periodo de la guerra colonial, por ejemplo Lobo Antunes, o en España ahora con
la etapa franquista y la transición, que está siendo temas de algunas novelas de
autores como Martínez de Pisón o el recientemente fallecido Rafael Chirbes.
Por tanto, la
literatura se vuelve en este sentido algo importante en la conformación de
nuestra visión y comprensión del mundo, algo que debería tenerse en cuenta en
los programas de estudio de algunos gobiernos que parecen querer postergar la
literatura a un lugar muy marginal en la enseñanza.
Se puede leer el artículo de José Eduardo Agualusa
en http://www.substantivoplural.com.br/quando-literatura-e-imprescindivel