El novelista colombiano
Juan Cárdenas recupera en su novela Peregrino
Transparente la figura de Manuel Ancízar. En 1850 y 1851 formó parte de la
Comisión Corográfica que recorrió algunos territorios de Colombia con el objeto
de recopilar datos etnográficos y naturales con los que conocer la realidad del
país y establecer las bases identitarias del mismo. Redactó un informe que
recibió el nombre de Peregrinación del
Alpha por las provincias del norte de la Nueva Granada.
No en vano, tal iniciativa
se llevó a cabo en pleno siglo XIX, poco más de treinta años después de que los
territorios del Virreinato de la Nueva Granada se independizaran de España y
cuando en los países europeos se consolidaban los procesos de creación de sus
Estados, procesos iniciados tres siglos antes. Se volvió imprescindible en
Europa la necesidad de establecer valores comunes y unas señas de identidad que
homogeneizaran las sociedades de cada uno de los países. Surgió así el concepto
de Volkgeist o espíritu del pueblo,
muy propio del nacionalismo romántico que procuró dar el espaldarazo final a
los Estados por medio de un ideal nacional.
Si esto ocurría en
Europa, parecía urgir más en países recién independizados y que no habían
vivido los procesos internos de consolidación que hubo en Europa. Además, eran
y en gran medida siguen siendo países en formación en los que existe una enorme
pluralidad interior. Juan Cárdenas le hace decir a su personaje Manuel Ancízar
que «Trescientos años de conquista y
cuarenta de libertad política e industrial han pasado por allí sin dejar huella»,
por ello la necesidad del inventario de la Comisión Corográfica para poner las
bases de una nación.
Claro que es difícil
estableces incluso hoy cuáles son los límites de ese término, Nación, más cuando en su nombre, o en el
de Patria, sinónima sin duda, se han cometido verdaderas barbaridades y hay
quien sigue dispuesto a morir, y peor aún a matar, en defensa de esencias patrias. Incluso los países
europeos, en principio más homogéneos, poseen hoy una pluralidad y diversidad
interior que cuestiona las esencias del Volkgeist,
pero por contra, en un momento de crisis o de incertidumbre, vuelven los
discursos patrióticos o nacionalistas en la vieja Europa.
Hay algo bello en el
recorrido que realizan los personajes de la novela de Juan Cárdenas, una visión
de la realidad que sirve para confrontarse a la vida. No es casualidad que se
produzca en la novela una reflexión sobre el arte y las tecnologías, reflejo de
la realidad, pues es el siglo XIX un momento de auge pictórico, de
consolidación del artefacto novelístico y de aparición de la industrialización
en el mundo, con sus nuevos aparatos, técnicas y tecnologías, confrontación más
intensa si cabe cuando convive con comunidades que están en otra fase cultural
e histórica, más próxima a la tierra y al mito. Da miedo pensar hacia dónde va
ese mundo. De hecho, hay un narrador en la novela que habla desde el presente,
que conoce los más de cien cincuenta años posteriores al del viaje de Manuel
Ancízar y sus colaboradores, y que denota no poca fatalidad.
Hay entre ese viaje de
Manuel Ancízar y nosotros un siglo XX que no ha sido en absoluto modélico, que
ha sido a todas luces el de la barbarie, el del nazismo y la exaltación racial,
el de la guerra de los Balcanes, con la ruptura de Yugoslavia, el de la
exaltación de la nación y la opresión del otro por vía del colonialismo. El
conflicto de Palestina hoy no deja de ser una rémora del siglo pasado, con sus consecuencias
sangrientas y unos protagonistas que, parece ser, no han sabido aprender de la
historia propia y ajena.
Al fin y al cabo, no deja
de ser cierto: «el patriotismo es el último recurso de un canalla», cita esta
que se atribuye a Samuel Johnson, escritor del siglo XVIII, que no conoció por
tanto lo que vino después, y que intuía que detrás de los discursos
nacionalistas hay intereses económicos y sin duda una zona obscura que se
pretende ocultar, aunque a nadie se le escapa que hay mucho de eso, de canallismo, de corrupción, de infamia, en
los procesos en los que se exageran los gestos en busca de una épica fuera de
toda realidad.
Es difícil saber si
hubiera podido ser otra la historia del mundo. Como con las vidas individuales,
no cabe volver atrás e intentar reformular los hechos, remendando lo que no ha
salido bien. Es lo que hay, aquí viene de perlas esta expresión, la historia al
fin y al cabo no se puede cambiar. Aprender de ella es una posibilidad que de
momento no parece viable. Se cae en los mismos errores.