Muchos lo intuimos, que
la guerra en realidad no tiene más causa que el dinero y los intereses
económicos, que no son ciertas las cuestiones identitarias como origen y motivo
de las ofensivas bélicas, ni tampoco el honor, ni los principios
grandilocuentes, la defensa de la democracia, por ejemplo, o de un determinado
modelo de vida, o de la visión religiosa o cosmológica de la existencia, ni el
progreso humano, ni tan siquiera, así también lo hemos presentido no pocas
veces, la lucha contra el terrorismo es la razón indudable de la guerra, no
podemos considerar el asesinato en Sarajevo del Archiduque Francisco Fernando
de Austria y de su esposa, Sofía Chotek, por referirnos a un hecho lejano en el
tiempo y de las emociones a flor de piel, como la causa de la Primera Gran
Guerra, que por el contrario ésta vino de la mano de los intereses comerciales
y coloniales de los países europeos, de su necesidad de expandirse para
beneficio de sus empresas y consorcios. Nos han llenado a través de las guerras
de palabras pomposas, de razones solemnes o de discursos ostentosos. Sin duda,
es un intento fútil de encubrir en realidad el salvajismo humano y su verdadera
naturaleza.
Si algo hemos de
agradecer a la franqueza un tanto desbocada de Trump, es que haya confirmado
nuestras intuiciones. Pretende ahora que Israel le ceda a los Estado Unidos la
posibilidad de construir un enorme conglomerado turístico en Gaza, o sea, en la
costa oriental del Mediterráneo. Eso sí, antes habrá que acabar la tarea,
expulsar a los palestinos de la región, cuanto más lejos mejor, no vayan a
estropear las expectativas de negocio. A lo sumo, que se quede alguno para
rememorar lo exótico del territorio o para servir un falafel en un chiringuito
de playa, en esa nueva Marina d´Or Ciudad de Vacaciones oriental. En medio de
este horror, quién sabe si aquella fiesta con tintes de rave en el sur de
Israel que acabó tan trágicamente el 7 de octubre de 2023 no tenía nada que ver
con el inicio de una operación comercial a gran escala ya planeada por empresas
de turismo. Resulta, se mire como se mire, inconcebible, cruel, abominable que
se aprovechara la circunstancia, el asesinato y el secuestro miserable de
centenares de personas en plena fiesta, para iniciar una labor de limpieza de
la región con fines no de restaurar el orden o aplicar la justicia a los
asesinos, más cuando queda claro que a medio o largo plazo todo consiste en una
mera operación con fines mercantiles nada menos, en beneficio del turismo.
Demasiado trágico todo para ironizar sobre el asunto.
Ya se sabe, muchas veces
la realidad supera la ficción. Pero espanta pensar que esta tesis propia de una
ficción rocambolesca pueda ser cierta.
Espantan estas retóricas
de hogaño que son las mismas que las de antaño. Platón pone en boca de
Calicles, en el Libro I de República,
que lo justo y lo conveniente es siempre lo que beneficia al más fuerte. Desde
la pretendida superioridad moral de nuestro tiempo, decimos que no estaba muy
desencaminado, sin duda, era su época al fin y al cabo. Lo terrible es que siga
siendo así, que nada haya cambiado. Pero además el más fuerte suele ser el que
vence y quien vence decora luego la victoria con palabras y discursos
embellecedores y heroicos, repletos de énfasis con que ocultar entre líneas los
motivos económicos. Siempre fue de mal gusto, ya se sabe, hablar de dinero antes
y después de las tragedias. Aunque parece que se haya diluido la vergüenza y se
pide abiertamente un aumento de los gastos militares.
Basta este último lustro
para percibir que nuestras peores intuiciones son ciertas. Ni la guerra de
Ucrania ni el genocidio en Gaza son ajenas a los intereses económicos. Es más,
es el único factor determinante. Lo que está en juego es quien controla la
región de la Europa del Este, si los mercaderes rusos, si los mercaderes de la
UE y de Estados Unidos. En cuanto a Gaza, nos lo ha dejado claro el Presidente
norteamericano.