La revista bilbaína Zurgai dedica su último número de
2015 al poeta Antonio Gamoneda. Aprovechando la admiración de este autor por la
poesía portuguesa –suele además comparársele a dos escritores lusos, Eugenio de
Andrade y Herberto Helder, aunque puede que esto de las comparaciones entre
autores sea una necesidad absurda porque al fin y al cabo son normales las
influencias mutuas, además de saludables-, este número de diciembre incluye un
apartado dedicado a las relaciones entre este poeta y la literatura portuguesa
en el que participan varios escritores y profesores de ambos países, apartado
éste que recibe el muy apropiado nombre de Diálogos ibéricos.
Ya resulta un tópico afirmar que España y Portugal son
dos países que viven a espaldas el uno del otro, a pesar de su vecindad, aunque
a decir verdad sería más justo decir que es España quien le da la espalda a
Portugal, porque en este país se conoce más la realidad social, política y
cultural de España que al revés. Podríamos sin duda comprobar esta descompensación
si obtuviéramos datos, por ejemplo, del número de portugueses que aprenden
español frente al número de españoles que aprenden portugués, a pesar de que se
ha cambiado la tónica en España, dato este que puede ser muy significativo de
una actitud histórica muy generalizada frente a la cual no vale decir que son
dos idiomas muy próximos –también lo es el francés o el italiano, sin que a
nadie le sorprenda que se estudien- o que es un idioma periférico, que lo será
tal vez en Europa, pero estamos ante unos de los idiomas más hablados del
planeta, por referirse a una cuestión práctica, y sin duda con una tradición
literaria inmensa, tanto en Portugal, como en Brasil, pero también en los
países africanos de lengua portuguesa, realidad muy desconocida en España, por
desgracia, con unos escritores más que encomiables, algunos de los cuales ya
han empezado a publicarse, aunque sea a cuentagotas, gracias a la apuesta de
algunas editoriales atentas a la buena literatura y, cómo no, a la labor de
hormiguita de traductores y profesores de literatura.
Miguel de Unamuno, en este sentido del aprendizaje de las
lenguas, afirmaba que cualquier persona cultivada de España debería, para que
se le considerara realmente culta, hablar portugués y de paso al menos alguna
de las lenguas de España, aparte del castellano, propuesta esta que de tanto en
tanto sale a la palestra incluso en nuestros días, de hecho desde una de las
formaciones políticas emergentes se ha indicado estos días la conveniencia, no es
nueva, de que los alumnos españoles de cualquier región pudieran aprender
gallego, vasco o catalán (de paso no puedo evitar reivindicar la necesidad de
que se reconozca la cultura gitana y su lengua, por desgracia en claro
retroceso, el caló, como una más del Estado español, sin una base territorial a
diferencia de las mencionadas). En esto nos llevan ventaja, de nuevo, los
portugueses, donde incluso algunos de sus autores clásicos, como Luís de Camões
o Gil Vicente, escribieron parte de su obra en castellano, como nos señala el
propio Gamoneda en su artículo en Zurgai.
Y
es que la literatura es uno de los pocos ámbitos donde se da un cierto
intercambio entre ambos países. No hay que olvidar por ejemplo que la
denominada Generación del 70 en Portugal, a finales del siglo XIX, una
generación por cierto con preocupaciones regeneracionista muy similares a la
española Generación del 98, se interesó en algún momento por reforzar el
iberismo, un movimiento que buscaba una confederación ibérica y que en España
apenas tuvo eco, más por mero desconocimiento que por un rechazo manifiesto, y
más allá también de ciertos círculos culturales y políticos republicanos y
libertarios de Barcelona y Madrid.
Por
suerte, desde la segunda mitad del siglo XX se comienza a conocer al otro país,
y es desde la literatura, aparte del eco de la Revolución de los claveles, donde
se han hecho más esfuerzos. Antonio Gamoneda o su compañero de generación,
Ángel González, por ejemplo, dieron a conocer a poetas del país vecino y
consiguieron estrechar lazos literarios a medida también que la literatura
portuguesa se conocía más y mejor en España.
De
ahí que sea importante la iniciativa de los diálogos ibéricos, como los que
propone la revista Zurgai, que permitan darse a conocer mutuamente y en este
caso dar a conocer en esta parte de la frontera, a poder ser sin los prejuicios
y tópicos deformantes, tan habituales y erróneos.
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