Es curioso que el
escándalo haya pasado a un segundo plano con tanta rapidez. La sospechas de corrupción
en el Parlamento Europeo, promovida por Catar, según investiga un juzgado de
Bruselas, no parece baladí. Ha quedado sin embargo en la penumbra, a la sombra
del propio mundial de fútbol, en un Catar que no es un modelo de derechos
sociales mientras que no se deja participar a la selección rusa por la invasión
de Ucrania, aquí es posible el boicot, mientras participa Arabia Saudí, que
bombardea impunemente Yemen, o a la sombra de la represión en Irán que se
contempla también de refilón y que amenaza la vida, entre otros, de un
futbolista, sin reacción alguna entre los jugadores de élite, mientras se
apunta ya a una nueva época de turbaciones peligrosas en este jardín europeo,
Borell dixit, en la que hay de nuevo fisuras
que pudieran volverse boquetes.
Hay incluso un aspecto
muy simbólico en este embolado. Que la vicepresidenta del Parlamento Europeo,
Eva Kaili, sea nada menos que de Grecia, cuna emocional, filosófica y cultural
de la actual Europa, le da a todo el embrollo un carácter especial, como si
insinuara lo que algunos apuntarían ya a todas luces al declive de un
continente. Ella podría ser un modelo de la europeidad media, una profesional
comprometida, bella y atractiva, un estereotipo que pudiera protagonizar un
anuncio laudatorio de esta Europa ajardinada y próspera.
Porque Europa es un
jardín, según afirma el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores
y Política de Seguridad, frente a un mundo que ofrece buenas muestras de
brutalidad y devastación. Guerras, miles de refugiados vagando de aquí para
allá, muchos de los cuales esperan en Lesbos, también Grecia (otra vez), a que
los gestores del jardín ofrezcan muestras de humanidad, regímenes tiránicos,
sin resquicios para las libertades y para los más mínimos Derechos Humanos,
cuyo día se conmemoraba hace bien poco, durante la fase final del Mundial de
Catar; en efecto, Europa parece un oasis, con sus políticas sociales y
democráticas.
Pero la saca repleta de
dinero del marido de Eva Kaili, sin duda no muy diferentes a las sacas
mencionadas en la investigación del Clan de los Pujol, otro símbolo en su
momento del buen quehacer democrático y del oasis europeo, en este caso
catalán, nos saca de esa mirada autosuficiente y edulcorada hasta el empalago
de la Europa fortaleza. Europa se construye también a golpe de comisión y
corruptela, nuestro modelo de vida. Mientras, no han sido infrecuentes las
voces que desde Europa, con toda la soberbia del mundo, apuntan y acusan a los
países de África o de América de corruptos, de ser este su talón de Aquiles, la
causa de su incapacidad para el desarrollo. Claro que esto de la corrupción es peccata minuta si la comparamos con la
historia del continente hace nada menos que ochenta años, con el nazismo, el
genocidio sistémico, el estalinismo o las brutalidades en las guerras europeas.
Parece que haya pasado mucho tiempo, pero no ha sido tanto.
Europa se encuentra otra
vez raptada por un toro blanco que a veces, contra lo que dice la leyenda, se
disfraza de Zeus. El perro Lélope continúa sin soltar sus presas fuera del
continente, vendiendo sus armas de las que obtiene pingües beneficios. Y Talos,
desde su esplendor, otea el horizonte, creyéndose seguro sobre sus pies de
barro.