jueves, 22 de diciembre de 2022

El jardín europeo

 


Es curioso que el escándalo haya pasado a un segundo plano con tanta rapidez. La sospechas de corrupción en el Parlamento Europeo, promovida por Catar, según investiga un juzgado de Bruselas, no parece baladí. Ha quedado sin embargo en la penumbra, a la sombra del propio mundial de fútbol, en un Catar que no es un modelo de derechos sociales mientras que no se deja participar a la selección rusa por la invasión de Ucrania, aquí es posible el boicot, mientras participa Arabia Saudí, que bombardea impunemente Yemen, o a la sombra de la represión en Irán que se contempla también de refilón y que amenaza la vida, entre otros, de un futbolista, sin reacción alguna entre los jugadores de élite, mientras se apunta ya a una nueva época de turbaciones peligrosas en este jardín europeo, Borell dixit, en la que hay de nuevo fisuras que pudieran volverse boquetes.

Hay incluso un aspecto muy simbólico en este embolado. Que la vicepresidenta del Parlamento Europeo, Eva Kaili, sea nada menos que de Grecia, cuna emocional, filosófica y cultural de la actual Europa, le da a todo el embrollo un carácter especial, como si insinuara lo que algunos apuntarían ya a todas luces al declive de un continente. Ella podría ser un modelo de la europeidad media, una profesional comprometida, bella y atractiva, un estereotipo que pudiera protagonizar un anuncio laudatorio de esta Europa ajardinada y próspera.

Porque Europa es un jardín, según afirma el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, frente a un mundo que ofrece buenas muestras de brutalidad y devastación. Guerras, miles de refugiados vagando de aquí para allá, muchos de los cuales esperan en Lesbos, también Grecia (otra vez), a que los gestores del jardín ofrezcan muestras de humanidad, regímenes tiránicos, sin resquicios para las libertades y para los más mínimos Derechos Humanos, cuyo día se conmemoraba hace bien poco, durante la fase final del Mundial de Catar; en efecto, Europa parece un oasis, con sus políticas sociales y democráticas.

Pero la saca repleta de dinero del marido de Eva Kaili, sin duda no muy diferentes a las sacas mencionadas en la investigación del Clan de los Pujol, otro símbolo en su momento del buen quehacer democrático y del oasis europeo, en este caso catalán, nos saca de esa mirada autosuficiente y edulcorada hasta el empalago de la Europa fortaleza. Europa se construye también a golpe de comisión y corruptela, nuestro modelo de vida. Mientras, no han sido infrecuentes las voces que desde Europa, con toda la soberbia del mundo, apuntan y acusan a los países de África o de América de corruptos, de ser este su talón de Aquiles, la causa de su incapacidad para el desarrollo. Claro que esto de la corrupción es peccata minuta si la comparamos con la historia del continente hace nada menos que ochenta años, con el nazismo, el genocidio sistémico, el estalinismo o las brutalidades en las guerras europeas. Parece que haya pasado mucho tiempo, pero no ha sido tanto.

Europa se encuentra otra vez raptada por un toro blanco que a veces, contra lo que dice la leyenda, se disfraza de Zeus. El perro Lélope continúa sin soltar sus presas fuera del continente, vendiendo sus armas de las que obtiene pingües beneficios. Y Talos, desde su esplendor, otea el horizonte, creyéndose seguro sobre sus pies de barro.