lunes, 8 de febrero de 2016

Una visión de la Edad Media: el Rey Dom Dinis

El tiempo desfigura el pasado. Lo amoldamos a nuestros propios intereses, lo pasamos por el filtro de nuestras subjetividades. Cuando ese pasado deviene historia, resulta evidente que las manipulaciones son mayores, ya se sabe: la Historia –así, con mayúscula, para mayor gloria del presente- durante mucho tiempo la escribieron los vencedores a imagen y semejanza de sus intereses y por tanto con una clara voluntad de crear un discurso que legitimase su poder. La Historia, por tanto, es un relato dictado para crear ideología. Pero hay también un juego de imágenes y prejuicios, muchas veces interesadas también, que proyecta sobre ciertas épocas un barniz que desdibuja el relato y crea una profunda negatividad.

Es lo que pasa, por ejemplo, con la Edad Media. El primer problema con el que nos enfrentamos es que se trata de un periodo demasiado largo. Para darle una fecha de referencia, se ha admitido que esta época comenzó en el año 476, cuando se hunde de forma definitiva el Imperio Romano, y acaba en 1453, el año en que se produce la caída de Bizancio. Estamos hablando, por tanto, de un periodo de mil años. Es evidente que no se da de la misma manera en todos los territorios del Imperio Romano, ya por de pronto el concepto se aplica a Europa –el mundo árabe vive un periodo de esplendor- y aquí existen no pocas diferencias entre las diferentes regiones.

Pero además, durante el Renacimiento hubo un claro intento de desmarcarse de los siglos anteriores y recuperar la cultura clásica, esto es, volver en el arte, en la literatura e incluso en el pensamiento al Imperio Romano. En 1469, como indica José-Carlos Mainer en su Historia Mínima de la literatura española, el historiador Flavio Biondo emplea el nombre de medium aevium y lo vuelve a emplear en un libro sobre el final de la Roma Antigua. Tiempo después Christophorus Cellarius publica su Historia Medii Aevi a temporibus Constantini Magni al Constantinopolis a Turcis captam. El nombre está dado, la Edad Media, entre la época clásica y el Renacimiento, un tiempo que se presenta obscuro, siniestro, gris y así ha quedado en gran medida en el imaginario colectivo, aun cuando haya habido historiadores y filólogos –la lista sería larga si se pretende no olvidar a nadie- que han intentado profundizar en ese periodo y sacar todas esas capaz de barniz que convierten esos mil años en algo tan terrible.

Pero además es de sentido común que mil años dan para mucho. Hay momentos, sí, de penuria, pero también hay etapas de desarrollo y fomento de la cultura que pusieron las bases para el crecimiento de los países y, más importante aún, para establecer en gran medida nuestra visión de la realidad.
En la península uno de estos periodos de desarrollo fue la segunda mitad del siglo XIII. Coinciden dos reyes que a su faceta de profundos reformadores de sus respectivos reinos se une el ser de una profunda cultura y encomiables poetas: Alfonso X de Castilla, apodado el rey sabio, y Dom Dinis, apodado o Lavrador o el rey poeta. Además, están vinculados familiarmente, ya que el rey castellano es el abuelo del rey portugués.

Dom Dinis nace en 1261 y es coronado en 1279. Bajo su reinado se consolidan las fronteras del país que se mantendrán hasta el presente, si exceptuamos el tema polémico de Olivenza, por tanto Portugal es el país europeo con las fronteras estables más antiguas. Se llevó a cabo bajo su reinado una profunda reforma agrícola y se inició la explotación minera. Se potenció el comercio interior a través de numerosas ferias. Al unificar el país, promocionó que se poblaran algunas zonas desiertas y aprobó nuevas leyes y fueros en todo el país. Creo la marina, que alcanzaría tanta fama años más tarde. En 1290 funda la Universidad de Lisboa que trasladará, en 1308, a Coimbra. También toma la decisión de que los documentos oficiales se redacten en portugués.

Hasta ese momento, el portugués –o su precedente, el galaicoportugués- es lengua de cultura en la Península. Ya en el siglo XII florece la poesía en esta lengua con sus cantigas –de amor, de escarnio y las muy originales cantigas de amigo, de voz femenina y temática amorosa, incluso erótica-, el mismo Alfonso X el Sabio, que a su vez oficializa el castellano como lengua en Castilla, escribe su obra poética y la más personal en dicho idioma. Pero a finales del siglo XII se recibe también una notable influencia de la poesía provenzal, lo que contribuirá a un mayor refinamiento en la poesía galaicoportuguesa.

En este sentido, la Corte de Portugal, igual que la de Castilla, reunirá a un gran número de poetas, tanto provenzales como galaicoportugueses. De este modo, Dom Dinis se vuelve él mismo un reconocido trovador y contribuirá a que el portugués siga siendo una lengua de cultura, aun cuando pierda en la península preeminencia.


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