lunes, 15 de febrero de 2016

¿Un museo sólo para blancos?

El suplemento cultural Ípsilon del diario portugués Público publica un artículo sobre la iniciativa del museo holandés Rijksmuseum de cambiar algunas palabras de los títulos de las pinturas y grabados expuestos por su carácter racista, colonialista u ofensivo hacia determinadas comunidades. Se trata de palabras como negro, moro, enano, etc., hasta un total de veintitrés palabras y que afectan a unas trescientas obras. Recuerda a la polémica que hubo en España hace unos meses por mantener en el diccionario de la Real Academia de la Lengua unas entradas claramente ofensivos y peyorativos del término gitano. A nadie se le escapa que el lenguaje no es neutral. Refleja bien a las claras los prejuicios, las valoraciones y los criterios sociales y culturales que existen en la sociedad. Según las expresiones y sus significados podemos llegar a conocer los problemas existentes en las sociedades donde se emplean. 

El idioma puede llegar a ser, por ello mismo, un campo de batalla para contribuir en cambiar aspectos negativos, diluir en la medida de lo posible aspectos controvertidos y mejorar las relaciones sociales. Sin embargo, sería ingenuo pensar que solo por incorporar cambios lingüísticos vamos a transformar la realidad y acabar con el racismo, el machismo o cualquier tipo de discriminación, verdaderas lacras de nuestras sociedades. Es cierto que debemos conseguir que nuestros idiomas reconozcan la aportación, por ejemplo, de las mujeres a la sociedad y que hagamos visible mediante el femenino la presencia de la mitad de la población. Y hemos de diluir los significados negativos de las descripciones raciales. Sin embargo, no podemos quedarnos en lo políticamente correcto: los idiomas, al fin y al cabo, sólo son reflejo de la realidad social y si queremos transformar la realidad, es obvio que debemos comenzar por hacer desaparecer de raíz las discriminaciones.

Por tanto, existen argumentos para defender ambas posiciones: la de contribuir mediante la asunción del lenguaje como herramienta de cambio a una transformación social como que el idioma sólo es reflejo de los males de la sociedad y que sólo mediante la iniciativa social será posible cambiar el mundo y  después modificar el lenguaje. En este sentido, como se indica en el artículo, el cambio de nomenclatura puede servir para convertir un museo en un centro para todos, sin embargo también es cierto que, mediante dichos cambios, estamos introduciendo unos cambios en la mirada de los autores, estamos modificando la visión del mundo en un momento dado desde la perspectiva que da el tiempo. Por tanto, estamos falseando el pasado al aplicar criterios de un tiempo posterior.

Sin duda, como en tantas cosas de la vida, la solución pasa por aceptar y asumir la validez de ambas posiciones: mejorar nuestra sociedad pasa por incorporar criterios políticos, legales y sociales que desarrollen dichas mejoras. Pero también son importantes los cambios en la sensibilidad que se incorporan al asumir los cambios en nuestros idiomas. Sin embargo, ¿significa eso que tengamos que llegar a modificar los nombres de los cuadros pintados en un momento determinado?¿Es exigible que no recojamos en el diccionario una determinada entrada porque no nos gusta ese tono peyorativo que rechazamos pero que no va a desaparecer aun cuando no lo recojamos? Tal vez pueda ser exagerado. En todo caso, el artículo de Ípsilon da lugar a una profunda reflexión.

Para leer el artículo: www.publico.pt/culturaipsilon/noticia/nao-queremos-um-museu-so-para-brancos-1722839



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