Poemas Ibéricos
Edición
bilingüe
Traducción
de Eloísa Álvarez
Visor
Libros, 1998
A vueltas con el tema del iberismo, da la sensación
de que se trata sobre todo de un movimiento más cultural que social o político.
Vamos, que esto del iberismo es más cosa de escritores, y si me apuran de
escritores portugueses, salvo honrosas excepciones en España. De hecho, desde
la política apenas ha habido reivindicaciones o llamamientos a la unidad
ibérica. Parte del republicanismo portugués ya abogó por la unidad ibérica
desde principios del siglo XIX y una de sus figuras más importantes fue Teófilo
Braga, el que fuera presidente del Gobierno Provisional de la República
Portuguesa en 1910, lo apoyaba. El republicanismo español decimonónico también defendió una
Federación Ibérica, siendo Francisco Pi i Margall una de las principales
figuras de esta posición. Algunas corrientes del catalanismo político abogaron por dicha Federación, en parte como
forma de legitimar un sistema que permitiera el máximo autogobierno a Cataluña
a cambio de la integración de Portugal, nación independiente, en lo que sería a
todas luces una confederación.
No obstante, en el progresismo burgués por lo
general la defensa del iberismo fue bastante marginal. Es en las posiciones
políticas más radicales donde se da una defensa más acérrima de una estructura
política ibérica que confederase a las diferentes naciones existentes en la
península. Una extendida corriente proudhoniana
primero, las primeras organizaciones anarquistas después declaraban como
objetivo político y social una Federación Ibérica. Años más tarde, a mediados
de los años treinta del siglo XX, el Partido Obrero de Unificación Marxista, el
POUM, defendía la Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas. Por tanto, había un
elemento claramente progresista, incluso revolucionario, en esto del iberismo.
Pero como la historia a veces posee un carácter un
tanto irónico, tuvieron que ser los sendos regímenes autoritarios de corte
fascista o semifascista, los dirigidos por Francisco Franco y António de
Salazar, los que firmaran un Pacto Ibérico, que nunca llegaría a ser más que un
simple y poco desarrollado acuerdo de cooperación militar y territorial. En el
terreno político y social ambos países siguieron dándose la espalda,
ignorándose mutuamente y ninguna de las iniciativas mencionadas fue más allá de
lo meramente declarativo u ornamental.
Por tanto, el iberismo estuvo en manos de los
escritores. Ya la Generación del 70 fue en Portugal la que adoptó una defensa
vigorosa como grupo, especialmente uno de sus más importantes poetas, Antero de
Quental. Fernando Pessoa, por su parte, defendió la federación ibérica, pero
casi como una construcción mítica (y mística). Hubo otros escritores que
abogaron en algún momento por el iberismo, como Lobo Antunes o el historiador
OIiveira Martins entre los más conocidos. José Saramago, casado con la española
Pilar del Río, que devino su traductora de los últimos libros, y residente en
Canarias, abogó también públicamente por esta federación, con gran rebomborio
en el debate público portugués. En España quien defendió con más repercusión
una mayor unidad entre ambos países fue Miguel de Unamuno, admirador de la cultura
portuguesa y él mismo admirado en el país vecino, por ejemplo por Miguel Torga,
escritor portugués que ha motivado en cierto modo toda la reflexión anterior,
ya que posee un breve libro de poemas, publicado en 1952, que tituló Poemas Ibéricos, y que la editorial
Visor publicó en edición bilingüe en 1998.
Los poemas que recogen este volumen recuerdan por
estructura y temática el poemario de Pessoa Mensagem.
Sin embargo, Miguel Torga alterna personajes de ambos países, introduciéndolos
a través de la rememoración de la historia trágicomarítima. No en vano, aunque
la aventura marítima portuguesa se extendió por más mares, ambos países
contribuyeron en gran medida a recorrer un mundo que estaba tomando conciencia
de sí mismao al tiempo que sus respectivas sociedades se construían a través de
personajes convertidos en héroes en algún caso y mitos en otro, todos ellos
parte de ese parnaso civil que conforma la historia.
Antonio Gamoneda recuerda en su artículo de la
revista Zurgai, ya mencionado en un texto anterior, que Poemas Ibéricos fue el libro que Manuel Torga le regaló cuando se
conocieron y reconoce la influencia que ejerció en su propia obra. De hecho,
tres fueron los poetas de la generación de los 50 en España que se interesaron
por los poetas que escribían en Portugal en aquel mismo momento: el propio
Gamoneda, Ángel Crespo y Ángel González, poetas estos que forman parte a todas
luces de este iberismo al que la literatura tanto ha contribuido. Se
interesaron por que la poesía portuguesa fuera conocida en la medida de lo
posible en España, contribuyendo a construir esa Iberia que al final sería, en
palabras de Miguel Torga:
Terra nua e tamanha
Que nela coube o Velho-Mundo e o Novo…
Que nela cabem Portugal e a Espanha
E a loucura como asas do seu Povo
Iteresante pero particularmente me es indiferente en cuanto a lo que se refiere a la Confederación Ibérica no por ser ibéricos estamos más cerca ni tenemos el corazón compartido puedes ser español y sentir devoción por lo japonés por mucho que sean culturas lejanas.
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