viernes, 5 de febrero de 2016

Miguel Torga, el iberismo y los Poemas Ibéricos

Miguel Torga
Poemas Ibéricos
Edición bilingüe
Traducción de Eloísa Álvarez
Visor Libros, 1998

A vueltas con el tema del iberismo, da la sensación de que se trata sobre todo de un movimiento más cultural que social o político. Vamos, que esto del iberismo es más cosa de escritores, y si me apuran de escritores portugueses, salvo honrosas excepciones en España. De hecho, desde la política apenas ha habido reivindicaciones o llamamientos a la unidad ibérica. Parte del republicanismo portugués ya abogó por la unidad ibérica desde principios del siglo XIX y una de sus figuras más importantes fue Teófilo Braga, el que fuera presidente del Gobierno Provisional de la República Portuguesa en 1910, lo apoyaba. El republicanismo español decimonónico también defendió una Federación Ibérica, siendo Francisco Pi i Margall una de las principales figuras de esta posición. Algunas corrientes del catalanismo político abogaron por dicha Federación, en parte como forma de legitimar un sistema que permitiera el máximo autogobierno a Cataluña a cambio de la integración de Portugal, nación independiente, en lo que sería a todas luces una confederación.

No obstante, en el progresismo burgués por lo general la defensa del iberismo fue bastante marginal. Es en las posiciones políticas más radicales donde se da una defensa más acérrima de una estructura política ibérica que confederase a las diferentes naciones existentes en la península. Una extendida corriente proudhoniana primero, las primeras organizaciones anarquistas después declaraban como objetivo político y social una Federación Ibérica. Años más tarde, a mediados de los años treinta del siglo XX, el Partido Obrero de Unificación Marxista, el POUM, defendía la Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas. Por tanto, había un elemento claramente progresista, incluso revolucionario, en esto del iberismo.

Pero como la historia a veces posee un carácter un tanto irónico, tuvieron que ser los sendos regímenes autoritarios de corte fascista o semifascista, los dirigidos por Francisco Franco y António de Salazar, los que firmaran un Pacto Ibérico, que nunca llegaría a ser más que un simple y poco desarrollado acuerdo de cooperación militar y territorial. En el terreno político y social ambos países siguieron dándose la espalda, ignorándose mutuamente y ninguna de las iniciativas mencionadas fue más allá de lo meramente declarativo u ornamental.

Por tanto, el iberismo estuvo en manos de los escritores. Ya la Generación del 70 fue en Portugal la que adoptó una defensa vigorosa como grupo, especialmente uno de sus más importantes poetas, Antero de Quental. Fernando Pessoa, por su parte, defendió la federación ibérica, pero casi como una construcción mítica (y mística). Hubo otros escritores que abogaron en algún momento por el iberismo, como Lobo Antunes o el historiador OIiveira Martins entre los más conocidos. José Saramago, casado con la española Pilar del Río, que devino su traductora de los últimos libros, y residente en Canarias, abogó también públicamente por esta federación, con gran rebomborio en el debate público portugués. En España quien defendió con más repercusión una mayor unidad entre ambos países fue Miguel de Unamuno, admirador de la cultura portuguesa y él mismo admirado en el país vecino, por ejemplo por Miguel Torga, escritor portugués que ha motivado en cierto modo toda la reflexión anterior, ya que posee un breve libro de poemas, publicado en 1952, que tituló Poemas Ibéricos, y que la editorial Visor publicó en edición bilingüe en 1998.

Los poemas que recogen este volumen recuerdan por estructura y temática el poemario de Pessoa Mensagem. Sin embargo, Miguel Torga alterna personajes de ambos países, introduciéndolos a través de la rememoración de la historia trágicomarítima. No en vano, aunque la aventura marítima portuguesa se extendió por más mares, ambos países contribuyeron en gran medida a recorrer un mundo que estaba tomando conciencia de sí mismao al tiempo que sus respectivas sociedades se construían a través de personajes convertidos en héroes en algún caso y mitos en otro, todos ellos parte de ese parnaso civil que conforma la historia.

Antonio Gamoneda recuerda en su artículo de la revista Zurgai, ya mencionado en un texto anterior, que Poemas Ibéricos fue el libro que Manuel Torga le regaló cuando se conocieron y reconoce la influencia que ejerció en su propia obra. De hecho, tres fueron los poetas de la generación de los 50 en España que se interesaron por los poetas que escribían en Portugal en aquel mismo momento: el propio Gamoneda, Ángel Crespo y Ángel González, poetas estos que forman parte a todas luces de este iberismo al que la literatura tanto ha contribuido. Se interesaron por que la poesía portuguesa fuera conocida en la medida de lo posible en España, contribuyendo a construir esa Iberia que al final sería, en palabras de Miguel Torga:

Terra nua e tamanha
Que nela coube o Velho-Mundo e o Novo…
Que nela cabem Portugal e a Espanha
E a loucura como asas do seu Povo

1 comentario:

  1. Iteresante pero particularmente me es indiferente en cuanto a lo que se refiere a la Confederación Ibérica no por ser ibéricos estamos más cerca ni tenemos el corazón compartido puedes ser español y sentir devoción por lo japonés por mucho que sean culturas lejanas.

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