Es una pena que las
culturas africanas resulten en España tan desconocidas, por fortuna no tanto en
Portugal, con una vocación de mezcla con aquellos lugares que, mal que bien,
estuvieron vinculados a su experiencia colonial. Claro que es algo que está
cambiando en esa parte de la raya y Portugal puede contribuir desde luego a
cambiar este desconocimiento, sobre todo porque además no nos va a resultar
difícil entender ese idioma de raíces lusitanas y africanas.
Contribuye además, en
el caso de Eneida Marta, como en el de otros músicos guineanos, esa mezcla de
lo tradicional –impresionante el empleo de la Kora, un instrumento de un tono
melódico incomparable– con ritmos africanos e influencias europeas. Porque lo
que llama la atención es la capacidad africana para un mestizaje cultural que
denota la fuerza de su cultura y su vinculación a una realidad no tan
encajonada en estereotipos y formulas comprimidas para el consumo fácil. De ahí
sin duda la fuerza de su música.
En este sentido, tal
vez tengamos que plantearnos en Europa un modelo cultural que parece en general
agotado por exceso de departamentos estancos donde todo ha de estar
estructurado y bien definido. La realidad, por suerte, necesita de esta
mescolanza cuyos resultados, salta a la vista, resultan maravillosos e
intensos, apasionados, además de mostrarnos una África creativa, nada que ver
con la imagen que con frecuencia nos brindan los medios de comunicación, con
esas imágenes a todas luces prejuiciosas y tópicas. Y aquí Portugal nos lleva
mucha delantera.
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