lunes, 31 de agosto de 2020

La revista Hermes


En aquel salto de siglo del XIX al XX la prensa adquirió una importancia enorme tanto en el debate político como en la revitalización cultural. Los escritores encuentran una forma nueva de difundir sus escritos, surge incluso la figura del escritor de periódicos, con sus columnas y sus crónicas, y al tiempo consiguen todos ellos, los autores consagrados, los menos conocidos y los escritores de prensa, una forma de ganarse la vida de un modo independiente, también de llegar a más lectores, gracias en buena medida a la alfabetización generalizada.

Es tal la importancia de la prensa que se consigue poner en jaque a los gobiernos. Émile Zola se convierte en el paradigma del escritor que interviene e incide en la realidad cuando ocurre el caso Dreyfus y lanza su artículo titulado J´Accuse, sobre ese oscuro suceso que saca los colores nada menos que al ejército y a las instituciones francesas. En España, por la misma época, sucede otro tanto tras la escabechina que se da contra ambientes obreros después del atentado del Corpus en Barcelona, en junio de 1896. Unamuno y varios escritores escriben en prensa contra la tortura y las detenciones masivas con las que se intenta debilitar, aprovechando las circunstancias, el movimiento sindical.

Pero la prensa no sólo sirve para la crítica más urgente, también potencia el intercambio de ideas, su difusión, su mayor presencia social, incluso un debate intenso en tantos otros ámbitos, incluido el científico. A todas luces, se revitaliza la cultura. Sin duda, la prensa  y las tertulias de café son en aquel salto de siglo los dos pilares de una nueva época, de aquella edad de plata. Se da en Madrid, pero también fuera de la capital. Es la época también de los ateneos, los habrá burgueses y los habrá obreros, de los casinos que se abren por todos los lados, incluso en pequeñas ciudades de provincia. Y en todos ellos se lee la prensa, la diaria y la periódica.

Bilbao no escapa a ello. Ya desde finales del XIX comienzan a surgir los medios escritos locales y se abren cafés, ateneos y sociedades culturales. Responden a las inquietudes de una ciudad que vive un alma liberal, otra tradicional y una tercera obrera, que se mueve entre el vasquismo y la cultura española, entre una defensa acérrima de la españolidad y un incipiente nacionalismo vasco. Aun cuando las diferencias entre los intervinientes de los debates y las tertulias son cada vez más y más marcadas, no parece haber grandes altercados ni algarradas, es más, suelen vérseles a los contertulios casi en los mismos ámbitos.

No obstante, a principios del siglo XX Bilbao parece destacar más por su dinamismo industrial y mercantil que por el cultural. Hay, sí, tertulias en sus muchos cafés, la del Lion d´Or es la que alcanza mayor proyección, aparecen periódicos y revistas, El Pueblo Vasco, La tarde, la Noche, en los que escriben los escritores de la villa, pero falta un medio que sea realmente de difusión cultural y que se vuelva referencial en este campo.

Este aparece de la manos de un personaje interesante y heterodoxo, Jesús de Sarría, un vasco nacido en Cuba en 1887, de familia euskalduna y que regresa a Bilbao para darse de bruces con la vida cultural de la ciudad. En 1917 se le ocurre la idea de una revista cultural. Lo va comentando a sus amigos y conocidos, en los ambientes que frecuenta. Se le conocen simpatías hacia el nacionalismo vasco, en aquel momento parece más decantado por Comunión Nacionalista que por la facción Aberri, más independentista. Ramón de la Sota le pregunta si la revista que proyecta será de cultura vasca. Él responde que será una revista vasca de cultura. El matiz es importante.

La revista Hermes aparece en 1917, en cuyo consejo de redacción se encuentran Ignacio de Areilza, José Félix de Lequerica y Joaquín Zuazagoitia, los dos últimas con posiciones muy diferentes a las de Sarría, pero también contertulios del Lion d´Or.

En ella escribirán otros contertulios del propio Sarría en este café y también escritores de la ciudad. Abre la revista a otras disciplinas, al arte o a la filosofía, incluso al deporte y la gastronomía. La profesora Begoña Rodríguez Urriz destaca el concepto amplio de cultura que se maneja en este medio, donde se vincula vida y cultura. Tiene además una vocación de puente entre las diferentes posiciones que se dan en el País Vasco. Jesús de Sarría no quiere que se circunscriba al vasquismo, aunque él sea nacionalista vasco, ha de incluir a quienes no lo sean. Aunque admira a Sabino Arana y Goiri, es poco aranista, incluso ve con admiración a esos inmigrantes que proceden de otros lugares y que llegan para construir el País Vasco. Tardará aún para que desaparezca ese tono excluyente que siempre tiene cualquier debate identitario, Sarría es en este sentido un adelantado.

Abren también sus páginas a escritores e intelectuales españoles. Escriben en Hermes, entre otros, Ortega y Gasset, que será el encargado de presentar la revista en Madrid, y también Eugenio d´Ors. Invitan incluso a figuras extranjeras, como a Ezra Pound o a Rabindranath Tagore, siendo Hermes la primera en publicar al autor indio en España.

La revista deja de salir en 1922, año de la muerte del propio Jesús de Sarría, muerte trágica, por suicidio. A su entierro acuden todas las familias ideológicas, todas las personalidades de la ciudad, incluso de fuera, en una unanimidad que sólo puede darse, en este país, en el ámbito cultural.

En 1936 el grupo cultural ALEA, promovido por José Miguel de Azaola, que se reúne en el Café Suizo, intenta recupera Hermes, uno más de los muchos proyectos que plantea esta tertulia artística, muy experimental. Pero la guerra (in)civil lo tuerce todo. Décadas después Jon Juaristi y el periodista Germán Yanke, que ha escrito una biografía de Jesús de Sarría, recuperan un número bajo el título Hermes. Será la Fundación Sabino Arana, vinculada al PNV, quien saque en la actualidad una revista con este título. Pero no es lo mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario