sábado, 15 de agosto de 2020

Pedro Mourlane Michelena


Otro de los miembros de la tertulia clasicista del Café Lion d´Or fue Pedro Mourlane Michelena, que, como Sánchez Mazas, se ganó en parte la vida como periodista, articulista, pero sobre todo cronista de época.

Poseía una prosa que Eduardo Creus Visiers no duda en calificar de ampulosa. Gran polemista, «Disentir es preciso» era su lema y lo repetía con frecuencia, tenía fama de orador vivaz, tal vez algo histriónico; se ganó en todo caso el calificativo de Magister en algunas de las tertulias a las que acudía, la del Café Boulevard de Bilbao, que se abrió como sucursal del Café Suizo mientras éste estuvo en obras y luego se mantuvo abierto hasta 2006, la de la Ballena Alegre de Madrid, donde acudía José Antonio a derrochar ingenio literario.

Pero si todo se redujese a una facundia retórica, muy prolífica y grandilocuente, muy propia con el tiempo de la España victoriosa de posguerra, no en vano fue Mourlane Michelena un incombustible militante de Falange Española desde primera hora y perteneció a su corte literaria, tal vez el olvido le hubiera llegado mucho antes, habría pasado desapercibido y nadie se hubiera fijado en él. Pero poseía esa tenacidad de conversador agudo, una gran cultura clásica –como mandaban los cánones de aquella Escuela Romana del Pirineo en gran medida irradiados por Ramón de Basterra–, un verbo incisivo y una erudición apuntalada por su facilidad de palabra. José Manuel de Prada lo calificó como un Sócrates moderno que «dejó sus mejores palabras temblando en la conversación» sin que hubiera un Platón que las recogiera.

Fue en gran medida un escritor de periódicos, figura esta que muchos lustros después elogió Gabriel García Márquez. En 1915 publicó Discurso de las armas y de las letras, recopilación de varios ensayos breves y artículos, único libro que vio la luz en vida del autor, además de Inquietudes, en 1906, que reunió varias narraciones, un volumen que no tuvo entonces, ni luego, mucha repercusión. Un año después de su muerte, en 1956 apareció Arte de repensar los lugares comunes, que mantuvo ese estilo suyo de artesano de la palabra que tanto influyó en escritores como Francisco Umbral, también un escritor de periódicos, además de novelista y cronista de época, Pere Gimferrer o Álvaro Cunqueiro.

Quedan, eso sí, cientos de artículos en revistas y periódicos. Publicó evidentemente en Hermes, una revista cultural importante del Bilbao de entonces, donde colaboraron algunos de los contertulios del Café Lion d´Or, en La Tarde, el periódico donde trabajaba Juanita Mir –con quien coincidiría tal vez en su redacción o en el Café Suizo o en el Boulevard, sin que sepamos si alguna vez se encontraron, charlaron quizá, ajenos al final trágico de la periodista– o en La Noche, de corta duración y que en palabras de González-Ruano fracasó por lo bien hecho que estaba, lo recoge José Manuel de Prada que añade que ese periódico incorporó tal vez demasiada literatura. En Madrid colabora con diarios como El Sol, tal vez el de mayor calidad en la época, que pasó a ser Arriba tras la guerra y en el que también colaboró Mourlane Michelena. Dionisio Ridruejo y Pedro Laín Entralgo le piden colaboraciones para Escorial, revista falangista con aspiraciones culturales, y publica a su vez en Vértice, también afín a la Falange.

A pesar de su lema antes mencionado, no se le conocen disidencias con el Régimen, no manifiesta críticas ni toma distancias, como ocurre con Dionisio Ridruejo, tampoco tiende a una distancia circunspecta, como la de Rafael Sánchez Mazas. Sí que mostró en alguna ocasión un ánimo hasta cierto punto independiente, o provocador, lo que valió por ejemplo que, a principios de los años treinta, el Marques del Quintanar le despidiera de Acción Española por un artículo sobre Arisitide Briand, uno de los precursores del europeísmo, del cual sólo cabía hablar mal, pero Mourlane Michelena lo alabó,  también por enterarse que el escritor había publicado bajo seudónimo en El Socialista, órgano de expresión del PSOE nada menos.

Sus artículos se extienden a través de cincuenta años, desde la restauración a la primera mitad de la dictadura franquista, pasando por los años de gobernanza férrea de Primo de Rivera y por la IIª República. Nos permiten conocer la realidad social y cultural de un momento muy intenso. Resulta evidente también que el clasicismo inicial y el falangismo del escritor de Irún responde a un desajuste que se da con fuerza en el País Vasco con los nuevos tiempos. Mourlane Michelena vive sus primeros años con una profunda transformación en marcha, se está produciendo una intensa industrialización, sobre todo en Bilbao y las comarcas que la circundan. Se dan cambios sociales enormes, con la aparición de la gran burguesía vizcaína y el surgimiento de un proletariado que pronto se volverá reivindicativo y reclamará la utopía de la transformación social.

De ahí que la mirada clasicista de aquella tertulia en torno a Ramón de Basterra, en el Lion d´Or, rememore Roma, el imperio, la poesía y la filosofía de aquel tiempo: en gran medida el presente nos les gusta a sus miembros, hay una primera reacción de rechazo. Con el tiempo se plantean regenerar esa realidad en la medida de lo posible, pero con una utopía de nuevo orden anclado en el pasado. Le ocurre otro tanto al nacionalismo vasco, al primer bizkaitarrismo, que reacciona ante los cambios con una mirada bucólica hacia una Vasconia agrícola y pesquera, muy tradicional.

Pero ese falangismo utópico quedó subsumido por una guerra civil cruenta y luego por una dictadura que dejó cuanto menos desconcertados a muchos de los intelectuales de la Falange, que no se sentían identificados con la nueva situación. No todos reaccionaron igual, hubo disidencias y rupturas, algunas con consecuencias incluso trágicas, pero hubo también muchos que bien guardaron silencio, bien mantuvieron pese a todo el apoyo a un régimen que tuvo momentos brutales y sangrientos, que era inasumible. A muchos lectores nos deja esa ambigüedad de rechazar sus planteamientos, sus posicionamientos, pero acoger su obra a pesar de los mismos.

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