jueves, 29 de julio de 2021

Portugalete

 


En un poema dedicado al Nervión Miguel de Unamuno escribe: «(…) los siglos por tu cauce resbalaron / llevándose la historia / hacia el olvido». De allí, como afirmara Heráclito, que no pueda cruzarse un mismo río dos veces porque ni sus aguas ni quienes cruzan son los mismos. En este caso, según el profesor tan polémico y polemista, es el cauce del Nervión lo que barre la historia con el movimiento persistente de sus aguas, a veces hacia el mar, a veces hacia el interior, hasta poco más allá del Puente de San Antón de Bilbao, movimientos que son caprichos de las mareas que van marcando las horas, efecto de la luna, dicen. Es el tiempo por tanto lo que nos vuelve distintos y todo lo transforma en olvido.

Resulta tal vez una anotación muy oportuna cuando estamos a las puertas del septingentésimo aniversario de la fundación de la Villa de Portugalete, reconocimiento este que le vino de la mano de Doña María Díaz de Haro, décima Señora de Vizcaya. Hoy, el Ayuntamiento prepara las conmemoración de estos 700 años, quién sabe si con un alarde excesivo de ostentación y puro pavoneo institucional, las Instituciones tienden siempre a una mayor gloria de sí mismas, da igual quien ocupe los sillones. Es su naturaleza. Aunque hay instituciones e instituciones, que también es verdad, y en el mientras tanto algo se podrá recordar, si el olvido no es ya inevitable, irremediable o definitivo, y los fastos dan lugar a rememorar el pasado y hablar del presente con cierta apertura de miras. O de los tiempos presentes, que me da que hay varios al mismo tiempo y cabe que contradictorios ente sí, como múltiples son las interpretaciones del pasado, más variados y contradictorios cuando más cercano sea.

En todo caso, al margen de agasajos y ceremonias, cabe siempre recorrer las calles de esa parte vieja de Portugalete, un barrio de aspecto añejo, cuasi medieval, por lo demás no hay otro lugar igual en toda la Margen Izquierda. Son calles estrechas, apenas un puñado, silenciosas, apacibles, todo un lujo es pasearlas por las mañanas o por la noche. Hubo un tiempo que concentraron en buena medida el copeo de la zona, ahora ya menos, las modas vuelven efímeras las costumbres, pero tal desplazamiento de los hábitos permite disfrutar ese tono de otros tiempo, de otras épocas.



En una esquina del barrio, la estatua de Lope García de Salazar parece vigilar que se mantengan las esencias de la ciudad antaño portuaria y de paso protege los subterráneos que, dicen, existe por debajo de la ciudad vieja. Fue por otro lado uno de los primeros en recopilar la historia de Vizcaya, al tiempo que banderizo, uno de los principales en aquellas guerras que asolaron Vasconia en tiempos medievales prerrenacentistas. José Manuel Aparicio escribió una novela sobre tales hechos, quizá algún día pueda explicarnos los detalles más escabrosos de la época, no hemos perdido interés por lo más siniestro del ser humano.

Si bajamos las calles empinadas, llegamos a la ría, falta ya poco para que el Nervión desemboque en el Abra, el Puente Colgante parece anunciarlo, y en ese muelle hubo balnearios y se levantaron edificio burgueses, incluso la Villa se inició a mediados del siglo XIX en esa actividad tan actual que es el turismo. Hubo un núcleo burgués en Portugalete, sin duda heredera de actividades portuarias y mercantiles muy anteriores, la cada mayor importancia de Bilbao, sin embargo, menguó su poder. Aun así, de Portugalete era Víctor Chávarri, uno de los principales empresarios de la industrialización de Vizcaya, vinculado a los Altos Hornos. Claro que esa burguesía incipiente e industrial pasó al otro lado de la ría y se afincó, como sus correligionarios bilbaínos, en Getxo.



Portugalete, como ocurrió a toda la Margen Izquierda, se proletarizó y pronto emergieron barrios para los muchos obreros y sus familias, atraídos por la industria del hierro y por las minas cercanas. Sufrió los efectos de la guerra (in)civil. Conoció los años de miseria y represión. Emergió algo en los sesenta, no sin problemas ni momentos de desasosiego. Hubo tiempos de crisis y reconversión, una cierta decadencia económica y social, el flagelo de la droga, el desencanto agridulce de la transición, y cuando llegó la transformación de Bilbao como foco posmoderno, la villa jarrillera quedó un tanto ensombrecida por la cercanía de la Villa principal.



Una leyenda urbana indica que en Portugalete hay una plétora de escritores, afianzados y potenciales, que tiras una piedra y surge un sinfín de literatos, cronistas, poetas y en general gentes prestas a la prosa y al verso. No estaría tan seguro de su exactitud, hay un poco de todo, tampoco creo que sea muy diferente a otros lugares, aunque es ciudad de mar y suelen tender éstas al relato, a contar historias y añoranzas varias, a rememorar batallitas y anecdotarios. Suele hablarme mucho de ello Mari Carmen Azkona, con grandes dosis de escepticismo y autoridad, puede que sea la persona que más sabe de Portugalete y de sus historias rutinarias, a veces sostengo que es también quien marca el paso en la villa. Claro que me habla de un modo tan sutil que a veces me pregunto si no será todo tan etéreo como es ella misma, como es al fin Portugalete, una villa que aparece y desaparece entre la niebla durante las amanecidas.

 

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