martes, 17 de mayo de 2016

Letras gallegas

Hay momentos de la historia que parecen más frutos del capricho que de meditadas decisiones o cuestiones trascendentales. Puede que se mueva la magia tras los hechos, aunque esto puede que sea más una visión idílica o de vagas pretensiones románticas. Sea lo que fuere, el que Alfonso VI concediera en 1088 a su hija doña Urraca y a su hija Teresa respectivamente el condado de Galicia y el condado de Portugal fue algo aleatorio, que dependía de que tuviera hijas, de que nacieran en un determinado orden o de otros elementos que tal vez ahora se nos escapen. Pero ese nombramiento supuso el inicio de la división de Galicia y Portugal, sobre todo cuando años después, en 1128, Afonso Henriques se proclamara Rey de Portugal. 

Además, dicen las malas lenguas, que Fernando III de Castilla y su hijo Alfonso X optaron por Toledo como capital del reino y el castellano como lengua oficial -ellos empleaban el galaicoportugués en su cotidianidad- por sus malas relaciones del Obispo de Santiago de Compostela, que competía con el Obispo de Roma por ser el centro de la cristiandad. Tal vez, de no haber sido así, la lengua oficial de España sería hoy una lengua derivada de ese trono galaicoportugués y quien sabe si las relaciones con Portugal fueran hoy diferentes. En todo caso, a partir de ese momento se separaron dos lenguas del tronco común, el gallego y el portugués.

Hay que tener en cuenta que del siglo XII al siglo XIV la literatura galaicoportugesa adquirió una importancia fundamental, su idioma fue lengua de cultura en toda la península y sólo la literatura provenzal, con el tiempo, pudo abrirse paso, sobre todo en el Reino de Aragón y en el Reino de Navarra, más próximos a la Provenza y más permeables a las influencias del norte. 

La importancia de las cantigas y de los cancioneiros gallegos y portugueses fue más que notable. Sus autores gozaron de enorme prestigio y recorrieron la península e incluso más allá. Sin embargo, a partir del siglo XIV el castellano fue tomando un papel central en el Reino de Castilla, la influencia provenzal creció, en el Renacimiento se impuso la poesía al itálico modo y con la unificación el castellano no sólo fue la lengua de la administración, sino que lo fue también de la cultura. El gallego fue perdiendo terreno y al final sólo quedó como lengua del pueblo llano, sobre todo en el campo, fuera de las ciudades. El catalán también sufrió ciertos retroceso como lengua literaria y el vasco adquirió cierto peso en la Navarra continental, la Navarra francesa, pero en el País Vasco penínsular ocurrió algo similar al gallego.

No fue hasta el siglo XIX cuando el gallego no comenzó a recuperarse. La invasión francesa de 1808 generó un discurso de dignificación del pueblo que supuso el reconocimiento de su habla. A partir de 1840 hay un proceso de recuperación que desemboca, a partir de los años 60 de ese siglo, en un Rexurdimento, un renacimiento con escritores como Rosalía de Castro, Eduardo Pondal o Manuel Curros Enriquez. Aparecen las Irmandades da Fala y los primeros movimientos que solicitan la cooficialidad del gallego que obtendrá su reconocimiento legal con el Estatuto del 36. Sin embargo, la dictadura supuso de nuevo un freno. Aun así, rebrota el idioma como expresión cultural, que se manifiesta con la aparición de la editorial Galaxia o de varias revistas, entre ellas Grial, que a partir de los años cincuenta del siglo XX supondrá un nuevo renacimiento literario y cultura. Hay que destacar a un escritor como Cunqueiro que combina castellano y gallego.

Podemos decir que la literatura en gallego hoy goza de buena salud, por emplear el símil médico habitual. El éxito de Manuel Rivas o de Suso de Toro, reconocidos y traducidos a numerosos idiomas, es a todas luces un camino interesante para que se conozca una cultura importante que va más allá de lo aquí queda expresado.


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