jueves, 12 de mayo de 2016

Cesário Verde

 Morir a los treinta y un años es doloroso. Dejas de lado, de pronto, un sinfín de proyectos, de objetivos, de acciones y reflexiones que no siempre serán recordadas. La distancia es el olvido, la distancia temporal en este caso. Cesário Verde murió con treinta y un años tras una tuberculosis que no pudo superar. La enfermedad, por otro lado, estuvo también presente en la literatura portuguesa, en otras muchas literaturas, y afectó a otros autores, como Antero de Quental, tanto física como espitualmente. 

Poeta Cesário Verde, sobre todo poeta, está vinculado por su familia a la burguesía comercial de un Portugal que comenzaba a creer en el progreso con fuerza, porque a todas luces simboliza en gran medida ese tiempo de progreso que compagina una industria en alza, un campo que recibe el elogio de muchos autores y también avanza gracias a una nueva visión del mundo. De ese progreso que ahora, en el siglo XXI, cuestionamos tanto.

Su familia comercia con el hierro, posee una red de ferreterías que prospera y permite invertir en los negocios del campo. Linda-a-Pastora será esa explotación agraria en la que el propio poeta se refugia desde niño y que le permite conocer la naturaleza, cuyos colores después aprovechará en sus figuras poéticas. Sus poemas poseen esa fuerza de colores y sensaciones tan propios del expresionismo pictórico. Esa expresividad será propia del parnasianismo francés que tanto influye ente los autores portugueses. Muchos de ellos se reúnen en torno a la revista A Folha.
 
 Sin embargo, ni sus frecuentes estancias en el campo ni su compromiso con las empresas familiares ni su repentina enfermedad le impiden participar de la realidad de Portugal con esos mismos paradigmas de progreso y radicalidad, tan compartidos por los grupos literarios de su tiempo, influidos por la polémica de Coimbra o por las Conferencias del Casino de 1871.

Publica en diarios y en revistas. Saca un solo libro, que publica más como regalo para sus amigos. Viaja a Francia -Burdeos y París- por cuestiones de negocio, su único viaje al extranjero, y la muerte le acecha y le llega con treinta y un años.

No es de los nombres que más suenen en la historia de la literatura portuguesa. Sin embargo, se le recupera gracias en parte a la admiración que por él sentían tanto su contemporáneo Eça de Queiroz como, años después, iniciado ya el siglo XX, los escritores Fernando Pessoa (y heterónimos) y Juan de Sena, que hablarán de él de forma elogiosa. Por suerte, gracias al interés que se ha despertado por el país vecino, está publicado en España, lo que tal vez nos haga pensar que no todo está perdido.


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