viernes, 14 de mayo de 2021

Vascos en Colombia

 


Pedro de Ursúa procedía del Valle de Baztán. El linaje de los Ursúa se unía en él al de los Díez de Armendáriz. Ambas familias eran muy principales y sus orígenes se remontaban al siglo XIV, aunque hay quien los sitúa mucho más atrás en el tiempo, hasta una época en la que la historia se mezcla con la mitología y los hechos, los sueños, los deseos y los anhelos pierden sus perfiles

El Baztán, en los primeros años de Pedro de Ursúa, mucho antes incluso y mucho después, era tierra de agotes, de esos hombres y mujeres arrinconados, ninguneados y relegados a una posición ínfima a ambos lados de los Pirineos, en aquella tierra de vascos. Ahora dicen que Cristóbal Colón procedía de esta comunidad de los infames. Da un poco igual, aunque habría en ello un poco de justicia poética para los agotes, que sufrieron tantas murmuraciones y miradas recelosas, que debían entrar a la iglesias por puertas separadas y sentarse en bancos y sillas apartadas, que vivían en barrios diferenciados.

En todo caso, a pesar de las desdichas, ese rincón de Vasconia resultaba agradable, tal vez los inviernos eran crudos, la vida no siempre resultaba fácil, pero no se vivía mal; tampoco bien, es cierto, pero eso es algo propio de todas las épocas. Claro que los tiempos cambiaban y con ellos surgían también otros prejuicios, otras prevenciones y otros reconcomios.

Pedro de Ursúa nació catorce años después de que la Navarra ibérica fuera incorporada a esa unión real que acercó a Castilla y Aragón para constituir, con el tiempo, un nuevo reino. Hubo una guerra por medio y que enfrentó a beaumonteses y gramonteses, con posiciones distintas respecto a ese nuevo estado de cosas. Por su parte, el Señorío de Vizcaya, las cuadrillas de Álava y las villas de Guipúzcoa ya llevaban más de doscientos años formando parte del Reino de Castilla. Al norte, la Baja Navarra mantuvo su estructura de reino, vinculada al Bearn, y muy pronto envuelto en el cisma de occidente y las guerras que el mismo desató por toda Europa. Eran tiempos de violencia iracunda y sangrienta, aunque no era nada nuevo: nunca ha habido tiempos de paz plena.

No sé si en aquellos años de vida de Pedro de Ursúa, ya centrado el siglo XVI, se recordaba mucho aquel Reino de Navarra. En todo caso, al igual que muchos vascos de la Vasconia occidental, no fueron pocos los navarros que participaron en la construcción del nuevo Estado y en la gesta americana, con posiciones importantes muchos de ellos, pues no sólo formaron parte de la soldadesca, sino que algunos inclusos tuvieron un papel principal. El propio tío de Pedro de Ursúa, Miguel Díez de Arméndariz, fue uno de esos prohombres, tal vez quien propiciara que su sobrino, a una edad jovencísima, se decidiera a cruzar el océano e incorporarse a las hazañas y a las miserias del Imperio.

Pedro de Ursúa se movió sobre todo por las tierras de lo que hoy es Colombia y en menor medida por las de Bolivia. Fundó la ciudad de Pamplona y también la de Tudela, que fue destruida por los muzos, indígenas en aquel momento muy belicosos y defensores de sus territorios. Coincidió con otro vasco, de Oñate, Lope de Aguirre, uno de los conquistadores más conocidos y de personalidad más que polémica. Llegó a rebelarse contra el Imperio y se enfrentó a otros conquistadores, entre ellos a Pedro de Ursúa, al que asesinó.



Fue un tiempo de violencia. En Europa las guerras de religión, en las que España estuvo implicada, enfrentaban a varios bandos, cada uno de ellos en defensa de una interpretación de las creencias cristianas, que tanto hablaban de amor y de paz, pero que sirvieron para legitimar a los bandos en liza. Además estaba la amenaza de los turcos. Si eso era poco, la conquista de América no fue pacífica en absoluto y los vascos formaron parte de esa conquista. Sobre Lope de Aguirre y Pedro de Ursúa, además de otros protagonistas, han escrito no pocos autores de ambas orillas del charco: Ciro Bayo, Arturo Uslar Pietri, Ramón J. Sender, Abel Posse, Miguel Otero Silva, Gonzalo Torrente Ballester, William Ospina o José Sánchez Sinisterra. Dos películas relatan también sus hechos: Aguirre, la cólera de Dios, de Werner Herzog, y El Dorado, de Carlos Saura.

Todos ellos reflejan la violencia de aquellos tiempos y que dejó sin duda su impacto en la historia reciente. Porque no cabe duda de que la actual violencia en América, como la de cualquier otro lugar, no nace de la nada, es un proceso que ha perdurado durante los poco más de quinientos años de historia común. Claro que tampoco es algo innato o natural que forme parte de unos genes colectivos, hay unos motivos, unas causas que la propician y, sobre todo, unos sectores que la fomentan, sectores constituidos por personas con nombre y apellido a los que interesa la existencia de la violencia. No se suele hablar de ello, con frecuencia se pasa de puntillas sobre las causas y los instigadores, y si se puede, se oculta descaradamente.

Escandaloso ha sido el silencio en los grandes medios de comunicación respecto a lo que está pasando en Colombia. Desde finales de abril hasta hoy mismo las protestas han llenado las calles del país por un intento del gobierno de Iván Duque de reformar la política de impuestos que hundiría todavía más a una sociedad empobrecida y precaria, y la reacción del Estado colombiano ha sido la represión, con un alto número de muertos, de desaparecidos, se habla de centenares, y de heridos. Pero si esto ya es de por sí tremendo, incomprensible resulta el silencio de la prensa mundial, con una clara intención de ocultar lo que estaba pasando. Intención que se convierte en complicidad. Si la cuarta parte de lo que ocurre en Colombia se produjera en otros lugares, por ejemplo en la vecina Venezuela, abrirían con ello los informativos y estaría en portada de la prensa escrita. Desde luego se debe denunciar y condenar cualquier vulneración de derechos fundamentales allí donde se produzcan, per qué cada cual saque sus conclusiones sobre esta apariencia de pluralidad informativa que no lo es tanto y los motivos de según qué cosas. Porque durante días nada se dijo de lo que pasaba en Colombia y sólo la presión por lo que se contaba en redes sociales y de las protestas en varias ciudades europeas y norteamericanas consiguieron que por fin saliese a la luz informativa.



Esto, además, clama al cielo en un país como España donde durante algunos años se habló mucho de hermandad con los países de América, se realizaban cumbres gubernamentales y se elaboraba un discurso de cooperación que tenía más de fomento de los negocios de las grandes empresas que de colaboración real en muchos otros ámbitos. Ya ni siquiera se habla de las cumbres de Jefes de Estado de la Comunidad Iberoamericana que se fomentaron con tanto boato, no sé incluso si se siguen realizando.

Claro que el silencio en España sobre lo americano no es nuevo. A diferencia de Portugal, la presencia de las colonias ya fue mínima en el imaginario de la metrópoli durante la época del Imperio, quizá porque pocos fueron quienes intervinieron en la conquista, un puñado de extremeños, de castellanos y de vascos, frente a los muchos portugueses que marcharon a alguno de los territorios de ultramar, se dice que cada familia portuguesa tenía algún familiar en Brasil, África o Asia. No fue hasta finales del siglo XIX y a lo largo del XX que se estrecharon lazos, en buena medida por la emigración y la literatura. Luego hubo ese periodo de buenas intenciones de los años noventa, pero que fue en buena medida humo.

Pedro de Ursúa fue un adelantado. La presencia vasca en Colombia, en Argentina, en Chile, en Reno o en Quebec cuenta hoy con importantes comunidades de descendientes de vascos, algunas de ellas incluso mantienen el idioma. En EITB, la radio y televisión públicas de la Comunidad Autónoma Vasca, cuenta incluso con algunos colaboradores vascos de la diáspora. Pero me temo que tiene mucho más éxito el concurso televisivo Conquistadores del Caribe que el interés por lo que pasa allende los mares.

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