miércoles, 14 de abril de 2021

Eibar, 14 de abril de 1931

 


Eibar sigue siendo hoy una pequeña ciudad situada en Guipúzcoa, justo a un lado de esa línea tan fina que divide esta provincia de su vecina Vizcaya. Limita con Ermua, de hecho sus cascos urbanos se tocan y podrían ser una única ciudad, pero pertenecen a dos provincias distintas. Ambas ciudades son principalmente fabriles, con un proletariado muy activo y militante desde que se iniciara la industrialización de la zona. Se la reconoce hoy como uno de los pilares del socialismo vasco, de un socialismo combativo y muy diferente al de otros lugares del Estado. Durante mucho tiempo Eibar fue la sede de la Sociedad Cooperativa Alfa, que fabricaba máquinas de coser y cuya gestión estaba en manos de los propios trabajadores; no fue la única experiencia cooperativa de la ciudad y promovido desde la UGT, aunque sí la más importante. También se desarrolló, es verdad, la fabricación de armas, de hecho se conoce Eibar también como la ciudad armera, lo que no quita a que su proletariado sea uno de los más comprometidos del país con su propia emancipación.

Sin duda ese carácter reivindicativo y socialista resultó esencial para que el de Eibar fuese uno de los primeros ayuntamientos en proclamar la IIª República, hace de ello noventa años. De las elecciones municipales que se celebraron el 12 de abril resultó un pleno compuesto por 10 concejales del PSOE, 8 republicanos y uno del Partido Nacionalista Vasco. Los 14.000 habitantes que tenía entonces la ciudad, justo la mitad de los que tiene hoy, participaron activamente en aquellas elecciones y buena parte de la vecindad acudió la madrugada del 14 de abril a la plaza frente al Consistorio, hasta ese día llamada Plaza de Alfonso XIII, para apoyar la constitución del nuevo Ayuntamiento. Fue a las seis de la mañana, bien temprano, cuando se constituyó en la Casa Consistorial la Sesión Pública presidida por el candidato a alcalde, Alejandro Tellería, y a la media hora el nuevo consistorio proclamó la República y el Teniente de Alcalde, Juan de los Toyos, de filiación socialista, izó la bandera republicana en la fachada, mientras en la plaza, que pasó a llamarse Plaza de la República –hoy se denomina Plaza Untzaga–, se escuchaba el Himno de Riego, el Gernikako Arbola e incluso La Internacional.



Hay que decir no obstante que a esa hora las cosas todavía no estaban claras, ni en Eibar ni en toda España. Los resultados electorales habían dejado claro el deseo de cambio, sobre todo en las capitales principales, y faltaba poco más o menos dos horas para que el General Sanjurjo, director por entonces de la Guardia Civil, se presentara en Madrid en la casa de Miguel Maura, donde se hallaba reunido desde bien temprano parte del denominado Comité Revolucionario, formado por varios de los prohombres progresistas del país –sí, todos eran hombres, en un momento en que las mujeres estaban a punto de ganar mayores cuotas de intervención social–, y se pusiera a las órdenes de tal institución. La Comisión proclamó la República y pasado el mediodía se izaron sendas banderas tricolores en los Ayuntamientos de Barcelona y de Madrid, también en muchos otros municipios. Alfonso XIII abdicó y salió al anochecer del Palacio Real por una puerta secreta que daba al Campo del Moro, camino al exilio.

¿Por qué entonces se adelantó el ayuntamiento de una pequeñísima ciudad vasca en tan solemne proclamación?

Se cuenta que en la Casa Consistorial eibarresa se presentó un emisario de los círculos políticos centrales para comentar algo que estaba a esa altura en boca de todos: «Se está preparando la República». La hora tan temprana, sin duda intempestiva, el deseo de cambio o cualquier otro motivo llevó a que el Alcalde y el resto de los concejales entendieran otra cosa: «Se está proclamando la República». Nadie fue consciente del cambio de sentido o no se quiso aclarar el mismo, el hecho es que el pleno municipal proclamó la República para entusiasmo de sus protagonistas directos y de la población que atendía en la plaza.



Se redactó y aprobó un Acta de Proclamación de la República, que reunía medidas simbólicas, por ejemplo el citado cambio de nombre de la plaza, pero también hubo medidas prácticas que reflejaban la tensión enorme con que se vivía en aquel momento, como la orden de que la Guardia Civil permaneciese en el cuartel de Eibar o el desarme del Somatén local.

Hubo además otras localidades que se adelantaron en la proclamación republicana, ciudades a su vez pequeñas, como Jaca o Sahagún, también alguna capital de provincia, como Vigo, donde hay quien sostiene que incluso su proclamación fue anterior a la de Eibar. Sea lo que fuere, Eibar ha quedado en el imaginario colectivo como el inicio de una oleada de proclamaciones municipales. Tal vez contribuyera a ello el acto oficial del 3 de mayo de 1931 que llevó a Eibar a Largo Caballero, al socialista vasco Indalecio Prieto, Ministro de Hacienda, al bilbaíno Miguel de Unamuno, Presidente del Consejo de Instrucción Pública, y a Queipo de Llanos, que en aquel momento se había mostrado fiel a la República, conspirando cinco años después contra ella. Acudieron a Eibar para rendirle un homenaje por su actitud cívica.

En todo caso, el que tanto ayuntamiento se uniese a tales proclamas enlazaba en cierto modo con el cantonalismo de la Primera República Española, una experiencia de poder local que acabó en un verdadero barullo, pero que debamos recordar cuando hoy se habla tanto de municipalismo y le damos además importancia a la España Vaciada, que adopta formas nuevo de intervención pública.



En cuanto a la IIª República Española, sabemos que acabó mal. Tuvo claroscuros, decepcionó no poco a parte de la población, pero también hubo aspectos que debemos recordar, como el empeño por la instrucción pública y la extensión de la cultura, o los primeros pasos de la emancipación de la mujer y de la igualdad de los ciudadanos. Cuarenta años después del inicio de la guerra (in)civil, se restauró la monarquía, el nieto de Alfonso XIII fue proclamado rey, durante una transición hoy muy cuestionada, como lo está la propia monarquía que ha acabado decepcionando y que ha puesto otra vez sobre la mesa la cuestión de monarquía o república. No es que el tema sea hoy central en el panorama patrio, ante el listado de problemas graves, ni el ser una república o una monarquía cambie mucho la política de un país, pero sí resulta algo fuera de lugar en estos tiempos que corren que la jefatura del Estado se herede y que los habitantes del país seamos súbditos, suena cuanto menos añejo. Pero puestos a cuestionar, yo iría tal vez más lejos, a los cimientos de un modelo social que no parece muy justo. Pero esto es otra historia, quizá.

 

 

 

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