domingo, 11 de abril de 2021

Ciudades Disney

 


Hace unos días la escritora Edurne Portela hablaba sobre Bilbao y la Margen Izquierda en un espacio radiofónico en el que participa regularmente y, a partir de la rememoración de ese territorio suyo natal, se refirió con evidente tono crítico a la transformación de muchas ciudades en los últimos años.  Ciudades Disney las denominó. La expresión me gustó. Va más allá incluso que la calificación más clásica de parques temáticos, tal vez porque realza el sentido juerguístico al que han tendido estas ciudades en los últimos años, abandonando ya muchas de ellas su poderío industrial o comercial para convertirse en meros destinos turísticos, sin que ni siquiera haya un fin serio para ir a ellas, importa bien poco lo temático, cualquier atractivo histórico o arquitectónico que pudieran poseer, el carácter renacentista de Venecia, por ejemplo, sino que se va a las ciudades Disney simple y llanamente a divertirse, a pasar veladas de fiesta desenfadada y repleta de excesos alcohólicos, entre otros.

Imposible resulta no pensar estos días en Madrid y las escenas penosas de cientos de jóvenes europeos, franceses sobre todo, dedicados a faire la fête en sus calles, mientras que el Alcalde y la Presidenta de la Comunidad, en un intento hasta ridículo de irse por la tangente, recordaban el atractivo cultural de la capital española, en busca de una justificación más bien bobalicona ante tanto despropósito, lo que además resulta patético cuando la población española sufre las limitaciones de movimiento como consecuencia de la pandemia.

Claro que no es algo actual esto de las grandes ciudades transformadas en centros turísticos, más bien al contrario: la pandemia paró en seco un proceso en el que no pocas ciudades estaban ya muy adelantadas. Barcelona nos llevaba a todos la delantera en esto de ser una Ciudad Disney, un lugar de asueto para miles de turistas que habían ocupado muchos de sus barrios hasta vaciarlos de su vecindad de toda la vida o, cuando todavía seguían en ellos, debían convivir los vecinos con noches de farra, pura juerga atronadora que duraba muchas veces hasta bien iniciada la mañana, esto además a lo largo de todo el año. Incluso el barullo político del último decenio pareció incorporarse al parque temático como un atractivo turístico más, para los turistas mejor informados, sin molestar mucho a la Ciudad Disney en que se habían convertido barrios enteros como los de La Barceloneta o Gracia.



En este sentido, coincidí un primero de mayo a la mitad de la pasada década con una manifestación por la tarde de grupos de izquierda más o menos radical que acabó en disturbios, cuando avanzaba la misma por una amplia avenida que circunda el barrio del Born, una de las joyas arquitectónicas de la ciudad. Los turistas contemplaban desde algunas esquinas apartadas las carreras de los manifestantes perseguidos por furgonas policiales y los destrozos en las cristaleras de varias entidades bancarias, mientras ascendía el humo de una barricada ardiendo y se escuchaba de  vez en cuando el sonido seco de las armas de proyectiles foam. A mi lado un turista francés junto a dos niños, sus hijos deduje, contemplaba el espectáculo, maravillado a todas luces. C´est la Barcelonne libertaire, me dijo emocionado, sin tener muy claro yo si él era consciente de que aquello no se trataba de una representación de cuando la ciudad era conocida como la Rosa de Fuego en los ambientes anarquistas, sino que estaba ocurriendo de verdad.

En el País Vasco no somos ajenos a estos procesos. Pamplona durante los sanfermines y San Sebastián por ser la joya urbanística en la Comunidad Autónoma Vasca, al mismo nivel si cabe que Biarritz, en el País Vasco Francés, son ya destinos turísticos, Ciudades Disney aunque tal vez en menor medida que otras ciudades europeas. Pero iban en camino cuando comenzó la pandemia, como ya lo había empezado a andar Bilbao, que dejaba atrás en gran medida su carácter mercantil e industrial para dejarse seducir por los cantos de sirena del turismo masivo, de momento más concentrado en las inversiones culturales realizadas en la ciudad.

El parón ha sido enorme y a las consecuencias más graves, la de los fallecidos y afectados por la enfermedad, con efectos para estos últimos desconocidos de momento, hay que sumar una crisis económica que está produciendo no pocos sinsabores e incertidumbres a una parte importante de la población. Sin embargo, nadie parece dudar que cuando esto pase se vaya a retomar los proyectos de antaño. En Bilbao son sobre todo dos a corto plazo: el plan de reforma de Zorrozaurre que transformará esta isla en la parte norte de la ciudad, en medio de la Ría, antaño zona de fábricas y talleres, además de casas humildes; y el cubrimiento de las vías de tren entre el apeadero de Zabalburu y la Estación de Abando, con ocasión de la llegada del AVE, que parece que se va a retrasar de nuevo. Se aprovechará esta obra para llevar a cabo una transformación urbanística en toda regla y que afectará sobre todo al distrito de San Francisco, donde vive una población anciana, antiguos trabajadores de las empresas y minas de la zona, y emigrante, que conviven ahora mismo con nuevos locales modernos y pretendidamente alternativos.



No obstante, no parece que Bilbao vaya a convertirse en una Ciudad Disney toda ella, aunque sólo sea porque todavía existen otras actividades económicas bien presentes en la zona y porque buena parte de los barrios de la ciudad conservan ese carácter obrero de antaño, como Santutxu, Atxuri, Bolueta, La Peña, San Adrían, Zorroza, Otxargoaga, Txurdinaga, Rekalde o Urribari, sin ese pedigrí de la parte llana de la ciudad. Lo cual no quita a que uno pueda encontrar lugares atractivos en ellos, amplios y ecológicos, pero sin que de momento las empresas del turismo y del ocio masivo se hayan planteado trastocar tales barrios. Aunque eso sí, se proyecta una ampliación de la autovía sur que puede afectar la zona verde cercana a La Peña, Bolintxu, con un enorme valor ecológico, plan que ya ha provocado las quejas de parte de la ciudadanía (http://www.supersurez.info/).

La Margen Izquierda forma parte del Gran Bilbao, cuatro ciudades pegadas entre sí y de enorme concentración urbana. Sufrieron especialmente la reconversión industrial de los años ochenta y ahora parece mejorar ese aspecto caliginoso de antaño, aunque una mera ojeada a su aspecto indica bien a las claras sus orígenes proletarios. Es de todo ello de lo que hablaba Edurne Portela, sin duda con algo de añoranza por el tiempo que se fue, pero también con la esperanza de que mejore, sin por ello convertirse en una Ciudad Disney. Esperémoslo al menos.

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