A pesar de la fama que
tuvo La Palanca durante mucho tiempo de ser centro de diversión y libertinaje,
de holgura para señoritos a quienes se les permitía cierta vida disoluta,
siempre y cuando mantuvieran las apariencias en casa y sobre todo las buenas
costumbres burguesas, y luego, ya en los setenta, de ser la parte más degradada
y lumpen de la ciudad, lo cierto es que toda esta zona fue sobre todo la del
proletariado bilbaíno. Miles de trabajadores de otras zonas del País Vasco y
también de España llegaron a sus calles para emplearse en las minas. En la
parte más alta se distinguían los respiradores y chimeneas, también un paisaje
pedregoso, allí donde hoy se halla el barrio de Miribilla, calles que ascendían
desde la ría, con edificios que muchas veces se consideraban los de las casas de goma, donde los mineros o los portuarios
se repartían las camas para dormir, edificios pronto envejecidos, aun cuando
fueran vecinos a cabarés y salones alegres o hubiese también pisos o bares de
alterne.
Buena parte de Bilbao
tiene ese aspecto de ciudad proletaria, los barrios del sur de la ciudad o
Zorroza, al norte, o más al norte aún las ciudades de la Margen Izquierda. Ese
Bilbao proletario bien pudiera tener como himno la canción de Jimmy Muelles Qué hay de nuevo, viejo, todo un canto al proletariado, al mundo del trabajo, a los trabajadores
de todo tipo, ya no sólo en Bilbao, sino en buena parte del País Vasco.
Hoy se habla de ciudad
postindustrial, de ciudad de servicios, urbe en plena transformación, algunas
voces incluso anunciaban una centralidad tal vez exagerada, una bilbainada cuyas expectativas gloriosas
parecen de pronto frenadas por la actual crisis sanitaria y económica, un baño
repentino de cierta humildad, tal vez lo único bueno que ha aportado todo este
estado de cosas, que nos ha mostrado cuán frágil es en el fondo toda realidad.
Es indudable que el
futuro es siempre incierto, ignoto. Quizá ni siquiera exista el futuro. Lo
único seguro es el pasado, aunque a menudo ni siquiera lo es de veras, se
dibuja o desdibuja a merced de intereses varios y lo vislumbramos a menudo
según las miradas que se imponen sin que nos demos cuenta de la tergiversación
que las palabras y los discursos entrañan casi siempre. Pero quien recorra San
Francisco o las Cortes hoy con ojos atentos percibe con toda claridad el
carácter proletario de la zona, del esplendor licencioso no queda el más mínimo
recuerdo, tal vez sólo el aspecto más sórdido de aquel entonces, pero sí que se
nota que es un barrio de trabajadores, de las capas más humildes de la clase
trabajadora.
Quien rasque un poco más hallará
ecos de una lucha de clases intensa y combativa. En la Plaza de la Cantera se
fundó en 1886 la Agrupación Socialista de Bilbao y en pocos meses se extendió
su influencia a otras localidades, a Ortuella y a Gallarta, por ejemplo, zonas
también mineras, donde nacen otras agrupaciones socialistas, además de
asociaciones sindicales. En 1890, el año de la primera huelga general de
Vizcaya, se constituye la Federación Socialista de la provincia, un PSOE con
una profunda base obrera. En todos estos hechos tuvo una participación notable
Facundo Perezagua, un metalúrgico toledano vinculado al socialismo madrileño y
que en 1885 se instala en Bilbao, con veinticinco años, para activar el
socialismo vizcaíno.
Se instaló en el número
24 de la calle Cortes y su militancia fue intensa, radical, activa en varios
frentes. Poco a poco se ve una línea militante decantada sobre todo hacia la
confrontación sindical y que considera que toda actividad política ha de ser
paralela al combate obrero. No rechaza la intervención institucional,
intervendrá incluso en ella, contará para ello con la colaboración estrecha de
los hermanos Laiseca Oronoz, Julián Santiago y Rufino. El primero será en todo
momento su gran aliado, mientras que Rufino, con el tiempo, adoptará una línea más
moderada en el socialismo vizcaíno. Hay otro hermano Laiseca, Ángel, pero este
militará en el nacionalismo vasco. En todo caso, Perezagua llegará a ser
concejal a mediados de los noventa en el ayuntamiento de Bilbao, junto a Rufino
Laiseca, ambos por el grupo socialista. Lo había intentado en las elecciones
anteriores, no obstante no pudo tomar acta de concejal porque no era
propietario, pero en el interín abrió una taberna, puerta con puerta, por
cierto, con la barbería de Julián Laiseca, y fue considerado comerciante,
gracias a lo cual accedió al puesto.
Desde su puesto de
concejal impulsó la subida del salario mínimo de los funcionarios municipales,
contribuyó a la creación de asilos para ancianos e inválidos y de la casa de la
maternidad, al tiempo que, sin duda sensibilizado por su vecindad en las
Cortes, planificó el primero servicio de salud para prostitutas del barrio. No
fue poco lo que se logró, pero al mismo tiempo crecieron las disensiones en el
seno del PSOE. El ascenso de Indalecio Prieto, el otro dirigente principal del
socialismo vizcaíno, aceleró la división entre los partidarios de una política
más institucional y tendente a una colaboración más estrecha con los
republicanos frente a Facundo Perezagua y sus seguidores, que seguían basando
su política en la lucha obrera y no tanto en alianzas con fuerzas que
consideraban burguesas.
Poco a poco se impuso la
posición de Indalecio Prieto, aunque ello no impidió que Facundo Perezagua
siguiera teniendo un peso enorme tanto en el partido como fuera de él. En 1914
se le detiene tras un acto político y ello da lugar a un motín en San
Francisco, que denota bien a las claras el liderazgo de este dirigente. Crecen
las disensiones y se le acusa de fraccionalismo, lo que motiva un expediente
interno y su expulsión del partido por un tiempo. Vuelve a militar en el PSOE,
sin que haya disminuido su fervor obrerista. Junto a Julián Santiago Laiseca y
otros militantes socialistas, se constituye un grupo interno, Los Terceristas, que atraídos por la
Revolución Rusa preconizan la incorporación del partido a la nueva
Internacional potenciada desde Moscú. Quedan en minoría, por lo que en 1921
salen del PSOE y fundan el Partido Comunista Obrero, que se fusiona al poco
tiempo con otra escisión anterior, dando lugar al PCE, partido este que pronto
se extenderá por las mismas zonas que veinte años atrás vieron nacer las
agrupaciones socialistas.
Pese a todo, el PCE no
creció tan rápido como se esperaba. Durante la dictadura de Primo de Rivera
quedó ilegalizado y en las elecciones de 1933, en los inicios de la República,
no obtuvo representación por Vizcaya. Facundo Perezagua murió en 1935, no pudo
asistir por tanto a los acontecimientos históricos que se produjeron en
aquellos años, en España pero también en la URSS, y que tanto afectaron al
movimiento obrero y a sus organizaciones. También su figura política quedó poco
a poco olvidada en esa niebla que a menudo es la Historia.
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