domingo, 10 de enero de 2021

Facundo Perezagua

 


A pesar de la fama que tuvo La Palanca durante mucho tiempo de ser centro de diversión y libertinaje, de holgura para señoritos a quienes se les permitía cierta vida disoluta, siempre y cuando mantuvieran las apariencias en casa y sobre todo las buenas costumbres burguesas, y luego, ya en los setenta, de ser la parte más degradada y lumpen de la ciudad, lo cierto es que toda esta zona fue sobre todo la del proletariado bilbaíno. Miles de trabajadores de otras zonas del País Vasco y también de España llegaron a sus calles para emplearse en las minas. En la parte más alta se distinguían los respiradores y chimeneas, también un paisaje pedregoso, allí donde hoy se halla el barrio de Miribilla, calles que ascendían desde la ría, con edificios que muchas veces se consideraban los de las casas de goma, donde los mineros o los portuarios se repartían las camas para dormir, edificios pronto envejecidos, aun cuando fueran vecinos a cabarés y salones alegres o hubiese también pisos o bares de alterne.

Buena parte de Bilbao tiene ese aspecto de ciudad proletaria, los barrios del sur de la ciudad o Zorroza, al norte, o más al norte aún las ciudades de la Margen Izquierda. Ese Bilbao proletario bien pudiera tener como himno la canción de Jimmy Muelles Qué hay de nuevo, viejo, todo un canto al proletariado, al mundo del trabajo, a los trabajadores de todo tipo, ya no sólo en Bilbao, sino en buena parte del País Vasco.

Hoy se habla de ciudad postindustrial, de ciudad de servicios, urbe en plena transformación, algunas voces incluso anunciaban una centralidad tal vez exagerada, una bilbainada cuyas expectativas gloriosas parecen de pronto frenadas por la actual crisis sanitaria y económica, un baño repentino de cierta humildad, tal vez lo único bueno que ha aportado todo este estado de cosas, que nos ha mostrado cuán frágil es en el fondo toda realidad.

Es indudable que el futuro es siempre incierto, ignoto. Quizá ni siquiera exista el futuro. Lo único seguro es el pasado, aunque a menudo ni siquiera lo es de veras, se dibuja o desdibuja a merced de intereses varios y lo vislumbramos a menudo según las miradas que se imponen sin que nos demos cuenta de la tergiversación que las palabras y los discursos entrañan casi siempre. Pero quien recorra San Francisco o las Cortes hoy con ojos atentos percibe con toda claridad el carácter proletario de la zona, del esplendor licencioso no queda el más mínimo recuerdo, tal vez sólo el aspecto más sórdido de aquel entonces, pero sí que se nota que es un barrio de trabajadores, de las capas más humildes de la clase trabajadora.

Quien rasque un poco más hallará ecos de una lucha de clases intensa y combativa. En la Plaza de la Cantera se fundó en 1886 la Agrupación Socialista de Bilbao y en pocos meses se extendió su influencia a otras localidades, a Ortuella y a Gallarta, por ejemplo, zonas también mineras, donde nacen otras agrupaciones socialistas, además de asociaciones sindicales. En 1890, el año de la primera huelga general de Vizcaya, se constituye la Federación Socialista de la provincia, un PSOE con una profunda base obrera. En todos estos hechos tuvo una participación notable Facundo Perezagua, un metalúrgico toledano vinculado al socialismo madrileño y que en 1885 se instala en Bilbao, con veinticinco años, para activar el socialismo vizcaíno.

Se instaló en el número 24 de la calle Cortes y su militancia fue intensa, radical, activa en varios frentes. Poco a poco se ve una línea militante decantada sobre todo hacia la confrontación sindical y que considera que toda actividad política ha de ser paralela al combate obrero. No rechaza la intervención institucional, intervendrá incluso en ella, contará para ello con la colaboración estrecha de los hermanos Laiseca Oronoz, Julián Santiago y Rufino. El primero será en todo momento su gran aliado, mientras que Rufino, con el tiempo, adoptará una línea más moderada en el socialismo vizcaíno. Hay otro hermano Laiseca, Ángel, pero este militará en el nacionalismo vasco. En todo caso, Perezagua llegará a ser concejal a mediados de los noventa en el ayuntamiento de Bilbao, junto a Rufino Laiseca, ambos por el grupo socialista. Lo había intentado en las elecciones anteriores, no obstante no pudo tomar acta de concejal porque no era propietario, pero en el interín abrió una taberna, puerta con puerta, por cierto, con la barbería de Julián Laiseca, y fue considerado comerciante, gracias a lo cual accedió al puesto.



Desde su puesto de concejal impulsó la subida del salario mínimo de los funcionarios municipales, contribuyó a la creación de asilos para ancianos e inválidos y de la casa de la maternidad, al tiempo que, sin duda sensibilizado por su vecindad en las Cortes, planificó el primero servicio de salud para prostitutas del barrio. No fue poco lo que se logró, pero al mismo tiempo crecieron las disensiones en el seno del PSOE. El ascenso de Indalecio Prieto, el otro dirigente principal del socialismo vizcaíno, aceleró la división entre los partidarios de una política más institucional y tendente a una colaboración más estrecha con los republicanos frente a Facundo Perezagua y sus seguidores, que seguían basando su política en la lucha obrera y no tanto en alianzas con fuerzas que consideraban burguesas.

Poco a poco se impuso la posición de Indalecio Prieto, aunque ello no impidió que Facundo Perezagua siguiera teniendo un peso enorme tanto en el partido como fuera de él. En 1914 se le detiene tras un acto político y ello da lugar a un motín en San Francisco, que denota bien a las claras el liderazgo de este dirigente. Crecen las disensiones y se le acusa de fraccionalismo, lo que motiva un expediente interno y su expulsión del partido por un tiempo. Vuelve a militar en el PSOE, sin que haya disminuido su fervor obrerista. Junto a Julián Santiago Laiseca y otros militantes socialistas, se constituye un grupo interno, Los Terceristas, que atraídos por la Revolución Rusa preconizan la incorporación del partido a la nueva Internacional potenciada desde Moscú. Quedan en minoría, por lo que en 1921 salen del PSOE y fundan el Partido Comunista Obrero, que se fusiona al poco tiempo con otra escisión anterior, dando lugar al PCE, partido este que pronto se extenderá por las mismas zonas que veinte años atrás vieron nacer las agrupaciones socialistas.

Pese a todo, el PCE no creció tan rápido como se esperaba. Durante la dictadura de Primo de Rivera quedó ilegalizado y en las elecciones de 1933, en los inicios de la República, no obtuvo representación por Vizcaya. Facundo Perezagua murió en 1935, no pudo asistir por tanto a los acontecimientos históricos que se produjeron en aquellos años, en España pero también en la URSS, y que tanto afectaron al movimiento obrero y a sus organizaciones. También su figura política quedó poco a poco olvidada en esa niebla que a menudo es la Historia.

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