lunes, 1 de abril de 2019

1 de abril de 1939


Cuando acaba la guerra civil española, el primero de abril de 1939, el mapa político del nuevo régimen estaba dibujado de un modo diferente a como lo estaba tres años antes, cuando aún se estaba preparando el golpe a la República. El 20 de abril de 1937 se impone el Decreto de Unificación, por el cual se crea una sola organización política, fusionando la Falange España y la Comunión Tradicionalista en una sola organización, la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, y disolviendo también otras tendencias que apoyaban al bando nacional, como la derecha republicana –una parte importante de la CEDA–, los monárquicos partidarios de la línea isabelina o un sector amplio de la burguesía catalana y catalanista, temerosa de la revolución y enemiga de las colectivizaciones.

Pese a la idea de que lo que debilitó al bando republicano fue la división de sus fuerzas políticas frente a la unión de las fuerzas que apoyaron el levantamiento, lo cierto es que muy pronto surgieron las divisiones en este bloque nacional. El Decreto de Unificación se había aprobado sin la consulta de las direcciones de los grupos políticos afectados, muchos de cuyos cuadros ni siquiera conocían tal pretensión. Manuel Hedilla fue uno de los dirigentes, en su caso de la Falange, que nada más conocido el proyecto se mostró contrario y se opuso con fuerza al mismo. El 25 de abril, cinco días después de la aprobación del Decreto de Unificación, el régimen lo detiene y se le condena en dos causas respectivamente a cadena perpetua y a la pena de muerte. La mediación de Pilar Primo de Rivera y de Ramón Serrano Suñer le ayudan a que se le conmute la pena de muerte.

Su puesta en libertad en 1941, casi por sorpresa, fue la moneda de cambio para contentar a las «camisas viejas» de la Falange cuando estalla la denominada crisis de mayo de 1941, en la que hay una serie de nombramientos, destituciones y cambios en la cúpula del poder que parece no satisfacer a ninguna de las corrientes en liza, incluidos los carlistas que ya empezaron a ver que el régimen se decantaba poco a poco por la línea isabelina, tras un tiempo de deshojar la margarita. En todo caso, los gestos del régimen no evitaron que se materializaran nuevas disidencias, como las de Dionisio Ridruejo o las de Antonio Tovar, que formaban parte de los segmentos culturales e intelectuales que habían apoyado y apoyaron en ese momento al Régimen.

De hecho fue Dionisio Ridruejo, que llevaba un tiempo distanciado del Régimen, algo que empezó a materializarse en el 41 de forma evidente, mediante una carta, incluso, dirigida a Franco en que mostraba abiertamente su rechazo a cómo iban las cosas en España, quien formuló que lo que había en el denominado bando nacional no era unidad, al menos unidad política, sino disciplina militar. De hecho, planteó, el ejército español que se levantó contra la República se quedó sin Estado –lo normal es que todo Estado constituya un ejército que lo sustente–, siendo ese ejército quien, al vencer, construye un Estado a imagen de sus propios intereses, con lo cual, al final, las fuerzas políticas no fueron más que meros títeres del poder militar y que sirvieran para legitimar ideológicamente el nuevo régimen.

Dionisio Ridruejo formaba parte de ese ambiente cultural y literario, él era poeta, que estaban en el bando nacional pero que, al igual que el profesor Antonio Tovar, comenzaron a alejarse del régimen. Ambos estaban en la Dirección General de Prensa y ambos perdieron su puesto al publicar en el diario Arriba un artículo firmado por Ridruejo y aprobado por Tovar en que se mostraban sus discrepancias ante la crisis de mayo de 1941. No fueron los únicos entre la intelectualidad y los autores, un ambiente de desilusión y distancia se impuso entre muchos escritores y pensadores de aquel momento, que además no habían perdido sus vínculos personales con los autores del exilio. Leopoldo Panero dirigía por entonces la revista Escorial y participaba en la tertulia retomada del Café Lyon, junto a Luís Rosales, Gerardo Diego, Luis Felipe Vivanco o Manuel Machado, entre otros. Entre 1945 y 1947 residió en Londres, donde dirigía el Instituto Español y frecuentó a Luis Cernuda, tal como describió mucho tiempo después su esposa Felicidad Blanc en Espejo de sombras.

En Barcelona la editorial Destino se fue convirtiendo en una referencia cultural que empezó a dar voz a escritores no tan marcados ideológicamente, con una pretensión de apertura política evidente. Esta editorial nace en el marco del Semanario Destino, afín a la Falange y en el que colaboran José Vergés Matas y el escritor Ignacio Agustí Peypoch. Ambos se marcharon de Cataluña al iniciar la guerra y tras un breve paso por el extranjero se integraron en el bando nacional y pasaron a trabajar en la revista mencionada, de la que Ignacio Agustí fue director. Fue Carlos Godó quien les ayudó a comprar la cabecera de la revista y trasladarla a Barcelona, ya con el proyecto de fundar una editorial con el mismo nombre, junto a Joan Teixidó Comes, en 1942.

La disidencia se mantuvo incluso años después. José Luis López Aranguren era un profesor de ética de la Universidad Complutense de Madrid en los años sesenta que ya había formado parte de ese grupo de autores cada vez más distantes del régimen. En 1965 participó junto a Enrique Tierno Galván y Agustín García Calvo en una serie de actos por la libertad de asociación, por lo que fueron los tres expedientados y expulsados de la universidad. En Barcelona, el profesor de estética, José María Valverde, afiliado en su época de estudiante en el Sindicato Español Universitario, de carácter falangista, renunció a su puesto en la universidad y salió del país, tras recordar que «sin ética no hay estética». Por otro lado, es importante tenerlo en cuenta, Valverde estuvo vinculado a un catolicismo que estaba muy lejos de aquella Iglesia próxima al poder, pilar del mismo y en muchos momentos propagandista de la España reconquistada.

El régimen que surgió de aquella guerra, en todo caso, duró hasta el 75, con la muerte del dictador y demasiados claroscuros por el camino. Es evidente que este periodo de tiempo no se ha superado aún, se sigue debatiendo cuestiones que afectaron a miles de personas, entre otras a las miles de víctimas que desaparecieron o quedaron enterradas en cunetas. El régimen, por otro lado, escribió su interpretación de la historia que no tuvo tan en cuenta las disidencias internas, que las tuvo. No hay duda de que lo que vino después a aquel 1 de abril de 1939 no satisfizo a muchos de quienes, por ideales o conveniencias, lo apoyaron. Quizá sea algo universal, todo sistema acaba defraudando a propios y ajenos. Pero qué duda cabe que es un campo interesante también en el que ver lo que fue el país.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario