Crono devora a sus hijos. Se los va comiendo a medida que Rea los
tiene hasta que, cansada de tal locura, esconde al último, Zeus, y lo que
entrega a su esposo es una piedra envuelta en pañales que el dios engulle. A veces
da la impresión de que la Historia es un poco así, devoradora de sus hijos,
destructora de los protagonistas de cada una de las etapas que se suceden desde
que el mundo es mundo.
Esta imagen de Crono -nombre que se asimila a Chronos, tiempo en griego- devorando a sus hijos viene a cuento
porque parece que la denominada Transición española está pasando de nuevo factura
a uno de sus hijos, al PSOE, que vive una crisis sin igual en su historia. De
las cinco fuerzas políticas que constituyeron la Comisión Constitucional de
1977 y que redactaría la Constitución del 78 -UCD, PSOE, PCE, CiU y AP-dos no
existen -UCD y CiU, desaparecida esta última hace bien poco y sus dos fuerzas
constitutivas en proceso a su vez de desaparición-, otra, el PCE, quedó diluida
a mediados de los ochenta, tras una crisis profunda, alguna que otra escisión
incluida, en IU, coalición que ahora se ha diluido a su vez en otra fuerza
política nueva. El PSOE se ha mantenido hasta hace bien poco, ha gobernado el
país en varias legislaturas, al igual que varias comunidades autónomas
-mantiene ahora Andalucía- y varios ayuntamientos, hasta que ha comenzado a retroceder
desde hace un par de años, sufriendo ahora mismo una crisis cuyo final es
difícil de prever. AP, por su parte, se fusionó con varios de los grupos que
salieron de UCD y conformaron el actual PP. Tal vez sea la única fuerza
política, ahora mismo, que goce de cierta “salud” electoral, aunque a todas
luces resulta difícil poder decir, a la vista de los casos de corrupción en que
se ve envuelta -y no sólo este partido, es cierto-, que vaya a mantenerla por
mucho tiempo, corre el peligro de verse afectada también por el tiempo destructor. Es curioso que las
dos únicas fuerzas políticas de aquella época con representación parlamentaria
y estables aún, el PNV y ERC, sean fuerzas que en su momento se abstuvieron en
el Congreso ante el proyecto de Constitución, e incluso ERC pidió el no en el referéndum.
No es que se pueda sacar una conclusión de ello, al fin y al cabo ambos
partidos han tenido sus crisis y este último, incluso, ha estado alguna que
otra vez a punto de desaparecer electoralmente, pero resulta cuanto menos
curioso esos caprichos de la Historia.
Hay quien habla, en definitiva, de crisis del régimen del 78. Claro
que no es una crisis de nuevo cuño, da la sensación de que estamos asistiendo a
los mismos problemas de siempre, El día
de la Marmota con una dimensión histórica. En un breve ensayo del profesor
Eliseo Aja sobre la historia de las constituciones españolas, se habla de tres
problemas a los que se enfrenta el país una y otra vez hasta 1936, cuando se da
al traste con las constituciones democráticas: el problema de la tierra, que es
el de la justicia social en un país que fue hasta entonces mayoritariamente
agrícola; las relaciones centro-periferia o, dicho de otro modo, el problema
territorial o la relación de las diferentes realidades socioculturales; y, por
último, la relación Iglesia-Estado. Una mirada a la España actual nos indica
que no andamos muy bien -¿alguna vez lo tuvimos resuelto?- de justicia social,
con un desempleo galopante y una angustiosa precariedad laboral, incluso de
nuevo vemos que se emigra al extranjero como alternativa al desempleo o a los
salarios bajos; volvemos a levantarnos todos los días con un problema de, se
dice ahora, encaje de la pluralidad
nacional; y la cuestión de la relación Iglesia-Estado parece que es el más
resuelto hoy, aunque más porque una gran mayoría de la población se ha
distanciado de la práctica religiosa y hace ya años que aumentan los matrimonios
civiles, descienden los bautizos y poco caso se hace ya a los comentarios
políticos de la jerarquía católica (porque cuando hablamos de relaciones
Iglesia-Estado hablamos de la Iglesia católica), que además son cada vez menos,
como si empezaran sus representantes a asumir que no poseen tanto peso social,
como indican los datos de los matrimonios y los bautizos.
Sea lo que fuere, esta transición comienza a ser objeto de cada vez
más estudios académicos, entendiendo la transición como ese periodo que va
desde inicios de los setenta, cuando en el aparato del Régimen hay quien
percibe que hay que cambiar cosas (¿para no cambiar nada o lo esencial?) hasta
1982, cuando el PSOE gana las elecciones generales y la sociedad descubre que
no pasa nada por un cambio de gerentes del Estado. También se da una mirada a
esos años desde el cine y la literatura. Hay que tener en cuenta que la mirada
histórica del arte se centró sobre todo durante mucho tiempo en la Guerra Civil
y en los primeros años del franquismo. De hecho, la Guerra Civil española es
uno de los acontecimientos de la historia no sólo más estudiados tanto en
España como fuera de ella, sino con más contenidos en cine y en literatura.
En este sentido, el cine se ha acercado más pronto a este periodo de
tiempo, con alguna excepción en literatura, entre ellas las novelas del
escritor y político vasco Mario Onaindia. Curiosamente, siendo un poco
simplificador, hay dos temas principales en que se centran la mayor parte de
las películas en un primer momento: ETA como fenómeno político y social (por
cierto, ETA tampoco existe ya, aunque sólo sea en la práctica, lo que ya es
bastante), con películas como El proceso
de Burgos, La fuga de Segovia, Lobo, Operación Ogro o La Muerte de Mikel, aunque esta última sólo tenía como trasfondo el
conflicto vasco, el tema era otro, el reconocimiento de la homosexualidad por
parte de su protagonista; el otro tema, más costumbrista, es el del cine
denominado quinqui, aquellas cintas que narraban las vidas de la periferia de
las ciudades, con jóvenes delincuentes adictos a la heroína y sin un gran
porvenir en una España en crisis (sempiterna) económica y social. Algunas de
estas películas se basaron en algunos tipos reales, verdaderos personajes de su
época, como El Vaquilla o el Torete (Perros Callejeros I y II).
En cuanto a la literatura, es interesante el acercamiento que realiza
Ignacio Martínez de Pisón, muchos de cuyos relatos los encuadra perfectamente
en ese periodo de cambio que es la transición. Destacan dos novelas: El tiempo de las mujeres y El día de mañana. Otro escritor a
destacar en este sentido es Juan Madrid, cuya serie de novelas encuadradas en Brigada Central recoge en buena medida
el tema quinqui, antes referido, aunque con un marco más político detrás. En
otra novela, Días Contados, se
adentró también en el tema ETA (existe una serie de RTVE basada en Brigada Central y una película basada en
esta novela). Inolvidable resulta por otro lado la ambientación de los primeros
meses de gobierno socialista en la primera parte de El Pianista, de Manuel Vázquez Montalbán. Por otro lado, es
interesante como recrea Pedro Ugarte cierta cotidianidad social de los años de
transición y posteriores en sus novelas bilbaínas, sin convertirse desde luego
en el tema central.
El que se caiga a pedazos parte del decorado de la transición puede
conllevar un interés por este periodo y tal vez un aumento de obras que
construyan, como se dice ahora, un relato del tiempo vivido. Tal vez sea un
buen ejercicio antes de entrar en otro periodo histórico aburrido y con sabor a
tarde de domingo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario