Resulta difícil creer que de un espectáculo tan violento y machista como es el boxeo pudiera surgir un ícono de liberación, pero así es. Sin duda podemos clasificar a Classius Clay, que pasó a llamarse Mohamed Alí al convertirse al islam, como un símbolo de aquellos años, la década de los sesenta, que tantos avances supusieron en lo que respecta a los derechos civiles, a la liberación de la mujer, a la emancipación de muchos pueblos, al cambio de muchos patrones y paradigmas cotidianos.Sin duda muchos de los derechos que hemos asumido hoy no hubieran sido posibles sin aquellos años de optimismo colectivo y sin la aportación individual de muchas personas que, desde diferentes ámbitos, reclamaron, se comprometieron y combatieron, muchas veces con enorme sacrificio personal, para no aceptar lo que les venía impuesto como normal y reclamar de esta forma lo que consideraban correcto.
Así es como debemos entender a un Mohamed Alí a quien se le despojó de sus títulos porque se negó a participar de una guerra, la de Vietnam, que no entendió como su guerra. Los vietnamitas no eran sus enemigos, afirmó abiertamente, se lo dijo a todo su país de un modo abierto y claro, no eran los vietnamitas quienes le marginaban por el color de su piel, ni quienes le insultaban por ser nigger, sino muchos blancos de su propio país -por fortuna no todos, una gran mayoría se declararían si se les preguntase como no racistas, aunque sin duda muchos de estos ciudadanos poco amigos de la segregación tampoco decían nada del latente racismo institucionalizado, guardaban un silencio cómplice, la complicidad de quienes formaban (y forman) eso que llaman la mayoría silenciosa-, afirmaciones las suyas que con toda seguridad puso sobre la mesa un profundo debate y ayudó en gran medida tanto a la lucha por la dignificación de los negros como en contra de la guerra imperialista que Estados Unidos llevaba a cabo en Asia.
Puede que no comprendamos del todo la razón que le llevó a elegir el boxeo como su actividad y la que le condujo a la conversión. Lo primero, entiendo, pudo ser una forma de salir adelante en una sociedad que daba pocas oportunidades. Lo segundo se debió sin duda a una búsqueda interior, a un confrontarse tanto a lo monstruoso externo como a lo monstruoso interno, en ese laberinto que es muchas veces el subconsciente, cualquier cosa que sea esto del subconsciente. Dejar atrás el protestantismo familiar y asumir otra cosmovisión es un proceso lento que, sin embargo, no terminó con la conversión, continuó planteándoselo a lo largo de su vida. Se comprometió con la Nación del Islam, uno de los focos importantes de lucha de los negros y en la que militó durante un tiempo, fue expulsado de la organización, otro ícono de esos tiempos, Malcom X. Al igual que Malcom X, Mohamed Alí fue dejando una reivindicación puramente etnicista para plantear la lucha por la emancipación como algo general, que afectaba a los de su raza, pero también a otras minorías étnicas e incluso a los blancos marginados por cuestiones sociales.
Ahora que Classius Clay / Mohamed Alí ha muerto tengamos que brindarle un homenaje, aun cuando no entendamos que alguien pueda ser boxeador o asumamos las contradicciones que la vida comporta sin remedio. Ya le va bien, creo, que sea un ícono de aquellos tiempos que muchos contemplamos con no poca envidia cuando nos ha tocado vivir en unos años convulsos y reaccionarios. Son otros tiempos, lo fueron, sí, y todo cambia y vuelve y cambia de nuevo sin remedio, como las contradicciones de la vida, en esa rueda del tiempo o de la historia que a veces es una rueda de la fortuna.
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