lunes, 20 de junio de 2016

Blanco y Negro

Puede que el mundo haya cambiado mucho en los últimos cien años. Solemos hablar de una verdadera revolución tecnológica que ha modificado en gran medida nuestra cotidianidad. Aunque tal vez en lo fundamental no ha habido tal cambio, nos mantenemos más o menos igual en lo más esencial, el deseo de ser feliz, por ejemplo, o en la brutalidad de la que, como especie, hacemos gala, hasta el punto de poder cargarnos el planeta. Pervive la necesidad o la pulsión de comunicarnos, tanto de un modo directo, a flor de piel, pero también de otro modo, más indirecto, puede que incluso más impersonal, y la escritura forma parte de este otro modo de comunicación. Seguimos escribiendo para que nos lean. También para aclararnos nosotros mismos de nuestras propias cuitas, ya que la escritura posee un evidente carácter terapeútico, aunque esto es otro tema.

Lo que ha variado son los formatos debido a la referida revolución tecnológica. Internet ha permitido que surjan miles de blogs, webs, periódicos y revistas on-line, lo que supone millones de textos que salen al mundo nada más cliquearse y que en cuestión de segundos están accesibles en cualquier rincón del planeta. Pero esta aparente facilidad de compartir los textos entraña también su dificultad porque hay tanto material en las redes que es imposible asumirlos todos, leerlos o que incidan en última instancia en la realidad. Este mismo texto, sin ir más lejos, puede que al final apenas tenga algún lector o ninguno y el autor que es uno, con el deseo de que lo lean, a veces con la vanagloria de que lo reconozcan, al final no está tan lejos del autor primerizo de algún libro en formato tradicional que se queda en las estanterías de las librerías o con suerte en alguna biblioteca pública a la espera del lector despistado que cae en él sin saber muy bien por qué. Al final lo fundamental es siempre lo mismo.

A finales del siglo XIX hubo también otra revolución que afectó en gran medida a la cultura. Aparecieron cientos de revistas y periódicos en papel que permitieron el acceso a muchos escritores. Permitió en gran medida la profesionalización de muchos autores que se ganaban la vida, literal en muchos casos, gracias a artículos, cuentos e incluso novelas publicadas en partes. Guy de Maupassant fue, por ejemplo, uno de los autores que aprovechó el tirón de las imprentas y gloriosos son sus artículos en el Gil Blas.
 
Todo esto viene a cuento porque el pasado sábado 18 de Junio el suplemento literario del diario ABC estaba dedicado a una de estas revistas, Blanco y Negro, de la que se conmemora el 125 aniversario. Apareció su primer número el 10 de Mayo de 1891 y sólo se interrumpió su salida por la Guerra (in)Civil  y durante algunos años más, pero se retomaría muy a principios de los años 50. Es normal que el diario ABC recordara tal fecha, ya que podemos considerar Blanco y Negro como la antesala del diario. El éxito de la revista fue tal que permitió a la empresa editora iniciar otras aventuras editoriales, por ejemplo la del diario, que es uno de los más importantes del país.
 
El fundador de la revista fue Torcuato Luca de Tena y dio paso a un gran número de escritores, algunos reconocidos, otros no tanto, y a muchos dibujantes e ilustradores, puesto que esta revista puso el acento en la ilustración. La revista desapareció como tal y se convirtió en un suplemento del diario. Pero qué duda cabe que en estos tiempos de cultura rápida resulta importante echar una mirada a ese pasado sin duda ilustre e ilustrado.

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