A finales de 1913 el
balompié causaba furor en Bilbao. No hacía ni siquiera veinte años que se
inició la afición por este deporte, que entró de la mano –o de los pies, habría
que decir– de los marineros ingleses que ocupaban sus horas muertas en el
puerto jugando al football. Pronto se
incorporarían algunos trabajadores locales que lo dieron a conocer a otros
vizcaínos, en un momento en el que la actividad deportiva comenzaba a
difundirse tanto en la capital como en la provincia, coincidiendo con un
interés intenso por la salud y la higiene, que en buena medida fomentaron
algunas organizaciones populares así como también algunos benefactores de
cierta alcurnia, tal fue el caso de Manuel Aranaz Castellanos.
En 1898 surgió de entre
algunos miembros de la Sociedad Gimnástica Zamacois la iniciativa de juntarse
para jugar a este deporte. Le dieron incluso nombre al equipo, Athletic Club de
Bilbao, al que se otorgó forma legal el 5 de abril de 1901 en una asamblea
realizada en el céntrico Café García, sito en el número 8 de la Gran Vía de Bilbao.
Tal fue el arrebato
causado por el fútbol en la ciudad que eran frecuentes las algaradas
lúdico-festivas y aquel año apoteósico, 1913, no sólo el equipo ganó partidos y
copas, sino que inauguró el campo de San Mamés. Tales celebraciones solían
acabar en el barrio de San Francisco, zona por entonces de regocijo y
diversión, en la que alternaban los señoritos bilbaínos, los hijos de las
familias patricias de la ciudad y los mineros que bajaban al barrio los días de
cobro a olvidarse de las duras jornadas de trabajo y de la vida precaria que
llevaban.
Por aquel entonces el
Barrio de San Francisco era conocido como la zona alegre y un tanto libertina de
una ciudad liberal en muchos aspectos, pero también conservadora en sus
costumbres. Parece que la fama de la zona, con sus garitos variados y sus querencias
licenciosas, traspasó fronteras y llegó a oídos del mismísimo Bertolt Brecht,
quien escribió La canción de Bilbao.
Aunque puede que eligiera esta ciudad por la sonoridad de su nombre.
Sea lo que fuere, la
noche del 29 de diciembre del año en cuestión cantaba en el afamado Salón
Vizcaya, sito en el número 40 de la calle San Francisco, uno de los más
frecuentados por señoritos y patricios bilbaínos, Teresita Zazá, una
jovencísima cupletista extremeña, de nombre real Teresa Maraval Torres, que el
año anterior había iniciado su carrera en el Triano Palace de Madrid y que
empezaba a ser conocida entre los aficionados a ese género.
Entre los diferentes
cuplés cantó uno que no pasó desapercibido por el público de aquella noche, compuesto
mayoritariamente por aficionados del Athletic que celebraban uno de los triunfos
del equipo, y en cuya letra se repetía:
En Madrid se ha puesto en moda la canción del
'Alirón,
y no hay nadie en los madriles que no sepa esta
canción,
y las niñas ya no entregan a un galán su corazón,
si no sabe enamorarlas al compás del alirón.
Alirón, alirón, alirón pom, pom, pom...
Teresita Zazá ni imaginó que ese cuplé iba a tener una repercusión sin igual.
Nadie conoce su destino ni el futuro de sus actos. Cuando llevaba poco más de
un año de actuaciones por toda España, ni siquiera intuía que dos años después
viviría en Argentina, donde obtuvo un éxito inmenso, que tendría una gira por varias
ciudades latinoamericanas y que cantaría con Gardel.
Aquella noche sólo supo que un público enfervorizado cantó con ella la
canción del alirón y a un donairoso se le ocurrió emplear el final del
estribillo para ensalzar a su equipo y soltó, al terminar ella su cuplé, entre
aplausos y vítores:
Alirón, alirón, ¡el Athletic campeón!
Corrió como la pólvora por las calles del Barrio. Puede que Teresita
Zazá, habituada a esas zumbas, olvidase la ocurrencia del garboso, pero el
bordón volvió a repetirse unos meses después, el 10 de mayo, cuando el equipo
bilbaíno le ganó al equipo España de Barcelona y obtuvo gracias a ese triunfo
el mayor galardón aquel año.
Ni qué decir tiene que
resultaba pegadizo, aunque nadie sabía a ciencia cierta qué significaba aquello
del alirón. Por ser Vizcaya en gran
medida tierra minera, se dijo que la expresión derivaba de una locución del
sector, all iron, que los capataces
ingleses que gestionaban algunas empresas británicas, explotadoras de varias
minas vizcaínas, sobre todo en Gallarta, colocaban en las carretillas cuando el
hierro que portaban era de especial calidad y por el que los mineros recibían
un complemento a su salario.
Otra versión indica que
Alirón proviene de una palabra árabe, all´il´lán,
que significa proclamación y durante un tiempo así lo indicó el diccionario de
la RAE, aunque se eliminó a principios de este siglo.
Cuando Teresita Zazá
regresó de América en 1927 para retirarse del espectáculo tras algunas
actuaciones en Madrid y Barcelona, sólo intervino dos años después en la
película La del soto del Parral, el
alirón del Athletic ya estaba popularizado, sin que sepamos si la cupletista recordaba
su actuación en el afamado Salón Vizcaya de San Francisco.
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