En junio de 1979 un
encargado del cine San Vicente de Bilbao le entrega al periodista Alberto López
Echevarrieta, lo cuenta él mismo en un artículo, una caja encontrada en el
local y que contenía nada menos que una copia algo maltrecha del documental Bilbao, realizado por los hermanos Mauro
y Víctor Azcona, y encargado por el ayuntamiento de la capital vizcaína durante
los años veinte del siglo pasado. Se consigue restaurar parte del documental,
no todo, con imágenes de la ciudad y de sus habitantes, en unos años en que
Bilbao está en plena expansión económica, industrial, mercantil y cultural.
Los hermanos Azcona
realizan en esa década varios documentales, además del mencionado: Puerto de Bilbao, Vizcaya pintoresca, Caja
de Ahorros Municipal de Bilbao, Cincuentenario de “El Liberal”, De Bilbao al
Abra en fiestas, entre otros de temática bilbaína y de la margen izquierda
de la ría del Nervión. También graban sendos congresos esperantistas realizados
en Oviedo y en Madrid, respectivamente. Víctor había aprendido esperanto y fue
durante un tiempo un difusor del mismo. También realizan los primeros
reportajes publicitarios, siendo los antecesores de los anuncios que tanto
modificaría con el tiempo la publicidad comercial.
Como suele ocurrir en la
vida, a menudo caprichosa, fue casi por casualidad que se quedaran los dos
hermanos en Vizcaya: oriundos de la villa de Fitero, en la Ribera de Navarra,
iban a Santurce a embarcarse junto a su padre con destino a América, pero el
padre, fotógrafo ambulante, cambia de parecer en el último instante, decide no
ir y los Azcona se quedan en Barakaldo. Los dos hijos, imbuidos sin duda por el
oficio del padre, heredan la afición por la fotografía y van más allá, se
interesan por el cinematógrafo, que será el gran arte del siglo XX.
En 1925 ambos constituyen
una empresa, Producciones Azkona (con K, euskaldunizando su apellido), y sede
en Barakaldo, donde residen, un año después de haber colaborado con Telesforo
Gil de Espinar en su película Edurne,
modista de Bilbao, participando de este modo en los inicios del cine vasco.
Producciones Azkona se especializa
sobre todo en documentales y contribuyen a la difusión de los avances en
Bilbao. No en vano, este nuevo arte servirá en gran medida a la propaganda,
algo a lo que las administraciones públicas no serán ajenas.
Hay que tener en cuenta
que el cinematógrafo, que se inventó en 1895, contribuyó no sólo a difundir la
ficción por otros medios, sino también al documentalismo, a recoger la realidad
y difundirla. Los propios hermanos Lumière se iniciaron con dos documentales, El mar y La salida de las fábricas Lumière, y por la misma época que los
Azcona, un poco después, un jovencísimo Manoel de Oliveira se estrenaba como
cineasta con un documental sobre Oporto y el río que lo atraviesa, Douro, faina fluvial. Todos ellos poseen
rasgos comunes y se alimentan de las nuevas corrientes estéticas del momento.
En el caso de los
hermanos vascos, Víctor será quien se encargue de la cámara mientras que Mauro
se ocupa más de los guiones. Viajan por Francia y Alemania, donde experimentan
con nuevas tendencias y otros estilos. Sin embargo, en 1928 tienen su primer
encontronazo: realizan la película El
mayorazgo de Basterretxe, cinta de tema social y reflejo también del tema vasco
que trajo algún que otro problema a la hora de plantearse –se prohibió, por
ejemplo, la exposición de una ikurriña
o recibieron alguna que otra bronca por las exhibiciones folclóricas por las
calles de Bilbao–, tuvo cierto éxito a la hora de exhibirse en el País Vasco,
pero la aparición del cine sonoro limitó su difusión y la productora no pudo
amortizar los gastos, teniendo que cerrar. Muchos lustros después, Julio Medem
incorporó algunos fragmentos de esta película en La pelota vasca. La piel contra la piedra.
En 1933 Mauro Azcona se
traslada a Madrid, donde crea una nueva productora, ingresa en Cifesa y
colabora con varios proyectos cinematográficos. Durante la guerra civil pasa a
trabajar en la Sección Cinematográfica del Regimiento de Milicias Populares.
Tras la derrota de la República, marcha al exilio, primero en Montevideo y
luego, en la década de los 50, en Moscú, donde muere en 1982. Víctor, por su
parte, siguió viviendo en Barakaldo, regentando un comercio. Murió en 1994.
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