En 2008 Peter Sehr y
Marie Noëll presentaban una interesante película sobre la guerra civil
española, La mujer del anarquista. En
efecto, es una película más sobre el conflicto español, un conflicto muy
presente en el cine, también en la literatura, con una perspectiva por lo
general favorable a los republicanos. En este sentido, el cine español
postfranquista se decantó por mostrar de forma casi absoluta una mayor sensibilidad
a favor de la República. Bajo el franquismo, por su parte, se realizaron varias
películas sobre el conflicto, algunas con un claro carácter propagandístico,
aunque hubo otras películas que, aun cuando se realizaron desde la perspectiva
del bando vencedor, rezumaron cierta visión crítica y en ocasiones un evidente
ánimo de concordia.
Se sabe que la guerra
civil española ha sido uno de los capítulos de la historia más analizado no
sólo por el arte –el cine y la literatura–, pero también por los estudios
históricos y de la ciencia política, y no sólo en España, también en muchos
otros países. Tuvo una importancia enorme como preámbulo de la IIª Guerra
Mundial y como parte fundamental de ese enfrentamiento que surge con la I Gran
Guerra entre modelos sociales y políticos antagónicos. Hay historiadores que
defienden que hubo incluso una continuidad entre la Iª y la IIª Guerra Mundial,
se trató de un único conflicto bélico conformado por varios conflictos armados a
lo largo de los poco más de veinte años que van entre 1918 y 1939, entre ellos el
español, el que más simbolizó la división y el choque de los sistemas. Pero tal
choque no se dio sólo de forma absoluta, no existió en el interior de cada
bloque una homogeneidad rotunda, sino que se dieron desavenencias que en
ocasiones desembocaron también en violencias internas.
En España, en los dos
bloques, el bando republicano y el bando (mal llamado) nacional, tales
desavenencias se mostraron en ocasiones de forma tremenda. Los hechos del 37,
la aniquilación de la revolución social por parte de la República, supusieron
una tremenda represión cuyas víctimas, anarquistas y militantes del POUM, han
quedado doblemente olvidadas. La República aparece por unos meses como dividida
frente a un bando nacional sin fisuras. Aunque esto último no es del todo
cierto, lo que hubo fue sobre todo disciplina militar, no en vano eran los
militares, al final, quienes llevaban la voz cantante frente a falangistas,
carlistas, monárquicos isabelinos, republicanos de derecha, militantes de la
CEDA, incluso nacionalistas catalanes temerosos de los peligros de insurrección
social.
La realidad, al final,
admite más matices de los que creemos e incluso vemos. Por ello no podemos
hacer del sufrimiento un acto de reafirmación o de legitimidad histórica. Ojo,
esto no es equidistancia, no se trata de poner al mismo nivel ambos bandos,
aunque sólo sea por el barniz que aporta el tiempo. No caben equidistancias,
aunque sea cierto que en ambos lados hubiera altos grados de sufrimiento y
víctimas de opresión y de la locura violenta.
Es algo que se aprecia de
forma clara en La mujer del anarquista,
en cuyo guion, de Marie Noëll y con la asistencia de Ray Loriga, asoman muchas
de las sensibilidades de aquel momento. El matrimonio compuesto por Manuela,
interpretada por María Valverde, y Justo, interpretado por Juan Diego Botto,
tiene una clara filiación, anarquistas, ya de por sí minoritarios dentro del bloque
republicano, minoritarios y a todas luces testigos de los muchos desmanes y
tics autoritarios, a menudos sangrientos, que acontecen en la cotidianidad,
además, de una guerra ya de por sí cruenta. Pero además el hermano de Manuela,
falangista, manifiesta su no poca frustración por la marcha de ese Régimen por
el que ha luchado y que está muy lejos, al parecer, de los motivos y las
razones que le llevaron a defenderlo, muy en la línea que desarrolló en su
momento Dionisio Ridruejo. Es cierto que son aspectos muy tangenciales en el
relato de la película, pero resultan importantes, fundamentales, y hacen de
esta película una cinta especial.
Pero hay otra
característica que la hace única: el recoger también una de las consecuencias
de aquella guerra, la del exilio. La película es a todas luces una historia de
amor entre Justo y Manuela que transcurre en tres momentos concretos: la guerra
en sí misma, la posguerra, donde vemos a Manuela desesperada por conocer la
suerte de Justo, y el exilio. Manuela sabe que Justo se halla en Francia y
lucha por salir, ella y su hija, de España para reunirse con él, lo consigue al
fin y vemos a la pareja reencontrada y con la hija, viviendo una cotidianidad
no siempre fácil, la de los exiliados, pero también la de una militancia en
favor de los viejos ideales. El cine, por lo general, ha contemplado sobre todo
el conflicto armado y las consecuencias de la victoria nacional en el interior
del país, pocas son las ocasiones de asistir a ese exilio que fue enorme, se
cifra en alrededor de 500.000 los españoles que tuvieron que partir de España
por razones políticas de forma inmediata al final de la guerra civil, y con
vidas no siempre fáciles y momentos dramáticos, allí están los vergonzantes campos
de Argelès-sur-mer para demostrarlo.
Más allá de
planteamientos políticos que aparecen en la película no sin importancia, llama
la atención que la historia que Peter Sehr y Marie Noëll nos proponen toca sobre
todo el efecto que tuvo aquel momento de pasión política en la cotidianidad,
con sus heroicidades y sus mezquindades, sus contradicciones y sus dudas, unos
sentimientos generados que causaron no poco dolor y mucha turbación.
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