Hay una foto del 1º de
Mayo del 74 en la que se ve a Mário Soares y Alvaro Cunhal juntos avanzando por
la Baixa Pombalina, rodeados de gente. Es una foto en blanco y negro. Mário Soares,
con la chaqueta abierta, jersey de color indeterminado, tal vez gris, tal vez
azul, y corbata negra de nudo grueso, levanta el brazo derecho, puño en alto y
un clavel entre los dedos. Sonríe confiado, agradecido, como si supiera que se
avecina una época apasionante y consciente también de que tal vez las miradas
están más atentas a él. A su lado, Alvaro Cunhal, chaqueta clara y corbata
oscura, aparece serio, circunspecto, con la solemnidad digna de un momento
histórico y ante un papel importante para el país, para los trabajadores, para
el mundo. Apenas una semana antes los capitanes -os capitães de Abril- han salido a decir basta a unas guerras
coloniales que son una sangría en vidas humanas y a una dictadura que no se
sostiene por ningún lado. Horas antes de que Salgueiro Maia negociara con Marcelo
Caetano el cese como presidente y salida del país de éste, para lo cual exigirá
la presencia de un militar de alta graduación, será António de Spinola quien ejercerá
de notario del momento, Celeste Caeiro avanza por el Chiado, muy cerca sin duda
del lugar de la foto, con un ramo de claveles rojos y blancos. Los claveles son
del restaurante donde ella trabaja como camarera. El dueño los ha comprado como
regalo para sus clientes: es 25 de Abril y un año antes había abierto el local.
Pero los rumores primero y luego las certezas de que algo grave está ocurriendo
en el país le obliga a cerrar y los claveles acaban en manos de Celeste que,
mientras avanza por el Chiado, se topa con los tanques y los militares. Hay
mucha gente por la calle y el ambiente no debía de ser muy tenso porque la mujer
se acerca y le pregunta a un soldado qué está pasando. Le responde que van al
Largo do Carmo, que van a detener a Caetano y que es la revolución. Después, el
soldado le pide un cigarro, pero Celeste, que sin duda no fuma, no tiene
tabaco, así que le da uno de los claveles de su ramo que el soldado coloca en
su escopeta. Los compañeros de armas ven ese presente y les hace gracia sin
duda. Ellos también piden sus claveles que se vuelven en repentinos símbolos de
aquella revuelta, tanto como ese Grândola
Vila Morena entonado por José Afonso y que había sido la señal al emitirse
por la radio de que era el momento de comenzar el Proceso Revolucionario En Curso, proceso revolucionario que es
conocido hoy como la Revolución de los Claveles, a Revolução dos Cravos.
Muchos refugiados
políticos portugueses regresan de inmediato al país, entre ellos Mário Soares,
el 29 de Abril, y Álvaro Cunhal, el 30. Ambos representan a fuerzas políticas
importantes, fundamentales, el Partido Socialista y el Partido Comunista
respectivamente. No son las únicas formaciones que se echan a las calles para
apoyar a los soldados y defender el proceso revolucionario en curso, sobre todo
a su izquierda. No en vano aún están presentes los ecos del sesentayochismo con sus corrientes
políticas radicales, sus planteamientos artísticos rupturistas y sus
movimientos de emancipación colonial. En cierto modo, Portugal cierra en Europa
el ciclo revolucionario. España iniciará su proceso de disolución de la
dictadura año y medio después, pero desde luego no hay ni correspondencias, ni
similitudes, ni analogías entre los dos países vecinos. En España no hay un
proceso de ruptura, el dictador muere y las cúpulas del régimen y de una parte
de los partidos pactan la transición, en gran parte a espaldas de la población,
que asiste como un convidado de piedra cuya función, en gran medida, será la de
avalar mediante las urnas lo que se va pactando en las alturas.
Es cierto que ambos
países acaban en un mismo punto: el PREC -se institucionaliza la sigla del Proceso
Revolucionario En Curso- parece imponerse durante diecinueve meses, hasta que
Ramalho Eanes da un golpe de timón, el 25 de Noviembre, y se impone la
normalización institucional, que da por terminado el PREC, proclamándose la
IIIª República y un modelo de Estado no muy diferente al de Francia. España,
por su parte, como se ha dicho, se establece un proceso de pactos, muy ajeno a
las movilizaciones en la calle que apenas repercutirán en la política
institucional. Ambos países entrarán formalmente en la CEE el 1º de Enero de 1986.
Por tanto, son procesos
que no tienen nada que ver entre sí, aun cuando acaben en un mismo punto.
Tampoco Mário Soares es Felipe González, aunque haya habido entre ellos una estrecha
amistad, ni desde luego Alvaro Cunhal es Santiago Carrillo.
Los dos hombres de la
foto han muerto ya, Cunhal en 2005, trece años después de dejar la secretaría
general del PCP, retomando en parte su actividad literaria, había publicado
narrativa bajo el seudónimo de Manuel
Tiago; Mário Soares, el pasado 7 de Enero. En el momento de la foto todo
estaba abierto, todo estaba por hacer. Caminaban juntos en aquel 1º de Mayo del
74 cuando se empezaba a plantear, tal vez como mera hipótesis, la posibilidad
de unificación de sus respectivos partidos para convertirse en la espina dorsal
de una revolución que le diera la vuelta a la sociedad entera. Dicha
unificación no se dio. El Partido Socialista apostó al final por otro proyecto,
el de Ramalho Eanes y la normalización institucional. Según Cunhal, también
según Otelo Saraiva de Carvalho, otro de los militares de Abril, a la izquierda
del PCP y quien eligió además la canción de José Afonso, Mário Soares tuvo que
ver en gran medida con aquel giro que calificaron de contrarrevolucionario.
Dichas diferencias quedaron muy marcadas el 6 de Noviembre del 75, cuando ambos
hombres volvieron a reencontrarse en un largo debate televisivo en el que
Soares recriminó a Cunhal querer una dictadura del proletariado en Portugal.
Todo ello, ahora, es historia. Parece incluso que haya pasado ya mucho tiempo
de todo aquello.
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