En el verano de 1961 algo
más de un centenar de estudiantes residentes en Portugal se fugan del país.
Tras algunos problemas para salir por la frontera del Miño, recorren el norte
de España, vuelven a tener problemas en la frontera de Irún, algunos de ellos
incluso pasan dos días en un cuartel de la Guardia Civil por carecer de papeles
y, al final, atraviesan el Bidasoa y alcanzan su primer objetivo, Francia. La
mayoría de ellos son de Angola, en ese momento territorio ultramarino de
Portugal, pero los hay también de Mozambique y, menos, de Guinea Bissau, Cabo
Verde y Santo Tomé y Príncipe, colonias consideradas por la dictadura de
António de Salazar, de un modo no poco pomposo, provincias del Imperio, cuando
el concepto de Imperio aplicado a las metrópolis europeas ya estaba a todas
luces superado, el proceso descolonizador de África estaba en marcha y sólo
Portugal lo mantenía fervientemente. La mayoría se conocen, además, por acudir
a la Casa de los Estudiantes del Imperio de Lisboa.
Si la fuga en sí tiene un
carácter aventurero digno de la mejor película del género, la preparación de la
misma no está exenta de tensión dramática (la realidad supera la ficción,
afirmó Oscar Wilde no sin razón). Unos meses antes, en febrero de ese mismo
año, comenzaba la resistencia armada en Angola, propiciada por el MPLA (Movimento Popular pela Libertação de Angola),
el principal grupo anticolonialista, fundado en 1956 y con una gran red de
militantes y simpatizantes no sólo en la colonia, también en Portugal, donde
muchos estudiantes africanos han ido a estudiar y buena parte de ellos toman
conciencia y se politizan en la metrópoli. De hecho, antes incluso de que se
funde el MPLA, muchos estudiantes y emigrantes africanos habían ya tomado
contacto con organizaciones de la oposición a la dictadura, como el Movimiento
de Unidad Democrática, el Partido Comunista o el Movimiento Anti Colonialista. La
Casa de los Estudiantes del Imperio tendrá una importancia fundamental, pues
sirve de polo de atracción, como se verá, para los estudiantes de las colonias
portuguesas y también para los propios portugueses con quienes compartirán
debates y activismo. En Abril de 1961 hay una dirección provisional del MPLA,
con sede en Conakry, que, consciente de su debilidad orgánica, hace un
llamamiento a los militantes y simpatizantes en Portugal para que refuercen sus
estructuras orgánicas sobre todo en Angola, pero también en Conakry, en París y
en Frankfurt, donde hay cuadros importantes con imponderables funciones
políticas. Edmundo Rocha y Graça Tavares son encargados de organizar un canal
para el traslado de activistas, lo que no es fácil, no se puede ir directamente
de Portugal a Angola, levantarían de inmediato sospechas y haría inoperante el
refuerzo de la organización. Hay que pasar antes por Europa.
Esto conlleva montar una
infraestructura difícil de asumir por el MPLA, centrada ya en la guerra en
Angola, con dificultades económicas para desviar fondos hacia dicha operación y
problemas también para una correcta y segura comunicación con Europa en
general, con Portugal en particular. Edmundo Rocha y Graça Tavares perciben que
han de buscar alternativas para el éxito de su operación. Encuentran dos vías.
La primera es la del Partido Comunista de Portugal, que desde hace unos años
apoya la independencia de las colonias y existen ámbitos comunes de activismo
entre sus propios militantes y los de las nuevas organizaciones de liberación. Pero
el PCP es clandestino también en Portugal, no posee mucha movilidad y lo máximo
que consigue es comprometer en la medida de lo posible a los comunistas
franceses y, sobre todo, a un famoso abogado de su órbita, Jacques Vergès, muy
activo en ese momento a favor de los procesos de descolonización africanos,
sobre todo el de Argelia.
La otra vía va a resultar
más efectiva. Muchos africanos pertenecen a iglesias protestantes, muchos son
metodistas, que en ese momento desarrollan una actividad sensible a cuestiones
sociales y muy comprometidos con los problemas y derechos de las poblaciones a
las que pertenecen. Son en cierto modo lo equivalente a la teología de la
liberación católica, sin recibir ese nombre. Pedro António Filipe entra en
contacto con el Consejo Ecuménico de las Iglesias, con sede en Suiza, a través
de un Obispo metodista norteamericano, Melvin Blake, que pasa por Lisboa al
viajar hacia Ginebra, y que mediará para que ese organismo entre a su vez en
contacto con la organización francesa CIMADE, una entidad vinculada a las
iglesias protestantes de Francia y dedicada, entre otros asuntos, al apoyo de
los refugiados. Un equipo de la CIMADE en coordinación con un equipo angoleño
liderado por João Vieira Lopes organizará en buena medida la fuga, que al final
se vuelve realidad aquel verano del 61.
Pero, ¿cómo fue posible
que se tejiera una red tan grande entre los africanos, de zonas diferentes, de
orígenes sociales distintos, entre los que hay blancos y mulatos, además de los
estudiantes negros, una red que entrañaba lazos de confianza, más cuando los
escenarios de represión como el habido en Portugal, que afectaba a los
portugueses europeos pero también a los de ultramar, los procedentes de las
colonias, no contribuía a facilitar los mismos? La clandestinidad no facilita
las acciones de masas y la represión ejercida por la PIDE, la temible y cruenta
Policía Internacional de Defensa del Estado, tampoco permite un buen caldo de
cultivo para moverse con comodidad. De hecho, ya muchos activistas africanos
han padecido durante los años cincuenta los métodos de este organismo. Sin
duda, la Casa de los Estudiantes del Imperio va a permitir que se estrechen los
contactos, que entren en contactos organizaciones y personas y que se vayan
creando los lazos de confianza suficientes para una labor de emancipación cada
vez más importante.
Es curioso, pero A Casa dos Estudantes do Imperio se crea
en 1944, a partir de asociaciones previas de estudiantes angoleños,
caboverdianos, mozambiqueños, goenses y de Macau, e influencia más que notable
de las Mocedades Portuguesas, la
organización juvenil afín al régimen, con una vocación integradora en el Estado Novo, el Estado fascista
portugués del que António de Salazar, el hombre fuerte de ese mismo régimen, es
un defensor irreductible, como se verá incluso a finales de 1961, cuando
pretende enfrentarse a India en la crisis de Goa. El objetivo de la Casa de los
Estudiantes es constituirla en un polo de atracción para los estudiantes de
ultramar, también para los portugueses europeos, y de este modo crear un
espíritu afín al régimen y al imperio. Se pretende que sea un centro de
convivencia, de intercambio cultural, de afianzamiento de la lusitanidad y del
ideario patriótico. Para ello también se dispone de un boletín, Mensagem, que se pretende sea un faro
cultural e ideológico. Sin embargo, el resultado es muy diferente. La Casa de
los Estudiantes del Imperio se vuelve, en efecto, un foco, pero en el que se
intercambian experiencias de vida, se estudian los procesos que se dan en toda
África, en Asia y también en América -hay estudiantes brasileños en Portugal
que comparten espacios, pero también se observa con atención la lucha de los
negros norteamericanos y de los nativos amerindios por su emancipación-, se analizan
las teorías políticas que recorren Europa, el boletín Mensagem será un reflejo de ello, y, por último, se comienzan a
crear las primeras organizaciones de oposición al fascismo, comunes muchas
veces a portugueses y colonizados porque, no se olvide, todos ellos sufren una
misma represión, la del Estado y sus siniestras instituciones, como la PIDE.
De hecho, el caso de
Portugal es único: los procesos de liberación de las colonias servirán también para
que los portugueses tomen conciencia de la situación política y se impliquen en
su propio proceso de liberación. Las guerras coloniales serán en gran medida un
factor importantísimo para desencadenar el 25 de Abril, la Revolución de los
Claveles, que a su vez abrirá la pita a las independencias de las colonias. Al
mismo tiempo, la experiencia de la Casa de los Estudiantes será importante para
las concepciones políticas y sociales en los procesos de emancipación. No hay
que olvidar, antes que nada, que por la Casa pasan buena parte de los que serán
líderes africanos: Agostinho Neto, Amílcar Cabral, Marcelino dos Santos, Pedro
Pires, Joaquim Chissano, França Van-Dúnem, entre otros muchos. También pasarán
por la Casa cuadros medios y escritores, como Pepetela, que escribirá su
experiencia en su novela A Geração da
Utopía. Comparten un espacio con estudiantes portugueses. Entre ellos, Jorge
Sampaio, que será Presidente de la República entre 1996 y 2006, y que fue en
1961, el año de las fugas, un destacado dirigente estudiantil y que recordará
siempre su paso por el centro, su convivencia intensa, militante, activa, pero
también divertida, con esos bailes nocturnos que humanizaban el activismo. Esa
convivencia permitirá que, salvo mínimas expresiones, la lucha por la
independencia no se convierta en una lucha contra los tugas, como se llama a los portugueses, contra los blancos en
general, y que en los inicios de las nuevas Repúblicas, tras la Revolución de
los Claveles, se hable de Estados interraciales o que el mismo Amílcar Cabral
exprese su deseo de contribuir a un mundo en el que lo importante no sea el
color de la piel ni la identidad nacional, sino la solidaridad y la justicia
universales.
La Casa de los
Estudiantes del Imperio tuvo su sede en el céntrico barrio del Arco do Cego, en
concreto en la avenida Duque D´Ávila, muy cerca del Café Rialva, que se
convertiría a su vez en otro centro de reuniones y debates intensos. Tuvo
también una delegación en Coimbra. La Casa, visto lo visto, se volvió muy
pronto un lugar sospechoso para el régimen, la PIDE comenzaría su vigilancia en
los años cincuenta y ya entonces hubo las primeras detenciones. La fuga de 1961
fue la guinda que la puso definitivamente en la picota. Se cerró por orden
gubernativa en 1965, tal vez con intención de desmontar todo ese tinglado
opositor y resistente, pero los lazos estaban ya montados, el régimen
aguantaría aún nueve años, esos sí, la represión fue enorme, pero el descalabro
era inevitable y la ruptura se desencadenó el 25 de Abril de 1974. En 2015, con
ocasión del 50 aniversario de su cierre, se organizaron en Portugal diversos
actos de memoria y homenaje a esa Casa de los Estudiantes del Imperio que fue clave
en la historia de Portugal.
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