sábado, 22 de junio de 2024

Futbolistas

 


Hace unos pocos días el jugador francés Marcus Thuram, a punto de comenzar la competición por la Copa de Europa, se pronunció de un modo claro contra el partido de Marine Le Pen, Rassemblement National, de evidentes tintes xenófobos y racistas. Al igual que hiciera en 2002 Zinedine Zidane respecto al padre de la candidata actual, Thuram apeló a la responsabilidad de los franceses para no votar a ese partido que, ahora sí, puede alcanzar la mayoría en las elecciones del día treinta de este mes, uniéndose Francia en tal caso, si se da tal victoria, a los países que ya cuentan con organizaciones similares en el gobierno.

El debate tomó mayor envergadura cuando otro jugador de la selección francesa, Kylian Mbappé, salió también a la palestra, aunque de un modo más moderado, llamando a no votar por el extremismo. Sus palabras tuvieron más repercusión, sobre todo en España, tanto por el hecho de haberlo fichado el Real Madrid a principios de mes como por la réplica de Unai Simón, jugador del Athletic de Bilbao y de la selección española. «No sé si deberíamos opinar sobre ciertos temas, nosotros somos futbolistas», afirmó el jugador vasco.

El debate está servido: deben los futbolistas de élite, y por ende las personalidades públicas (las de la cultura, el cine o el arte en general), pronunciarse sobre temas políticos o se han de circunscribir a lo suyo, al fútbol (o a las actividades de cada cual, aquellas que les han dado renombre). Estamos lejos de aquella época en que salían con cierta frecuencia listas de intelectuales, personalidades públicas y deportistas suscribiendo tal o cual manifiesto, por lo general de temas políticos o comunes. El referéndum de la OTAN, en los ochenta, fue un momento álgido de esta práctica. Desde entonces, hay que reconocerlo, se ha ido imponiendo la no participación en los debates públicos, el limitarse a la propia actividad, al fútbol como indica Unai Simón.

Claro que estrictamente no estamos hablando de política. Ni Thuram ni Mbappé han expuesto opiniones políticas ni se han decantado por una opción ideología concreta que, por lo demás, conocerlas no sería más importante que conocer las de cualquier otra persona, las de un albañil, un obrero, un funcionario o cualquier persona anónima, sino que detrás de las declaraciones de los dos franceses late la espinosa cuestión del racismo y la xenofobia. Y planteado así, la respuesta de Unai Simón se nos aparecería cuanto menos insensible, al fin y al cabo su compañero de filas en el Athletic de Bilbao, Iñaki Williams, ha sido más de una vez objeto de vejaciones racistas, al igual que otros muchos futbolistas. Incluso otros deportistas, lo vemos ahora mismo en redes sociales ante miembros de la delegación española que participará este verano en los Juegos Olímpicos y que tienen otros orígenes, otro color de piel.



En definitiva, Thuram y Mbappé, entre líneas, están llamando a no votar a un partido racista y xenófobo, tema este que está presente por desgracia en los campos de fútbol. El silencio a este hecho, no se olvide, es cómplice. No denunciar la vejación racial supone asumirlo, normalizarlo, convertirlo en una cuestión política: hablar sobre ello como hablamos de la necesidad o no de impuestos o de la gestión territorial o sanitaria de un territorio, y el racismo y la xenofobia no se pueden asumir, normalizar ni aceptar como una gestión más de la res publica. En consecuencia, da igual que Rassemblement National sea un partido de derechas, de centro o de izquierdas (sí, hay partidos que se pretenden de izquierdas que están incorporando posiciones identitarias, los hubo en las elecciones europeas), lo que le vuelve deplorable es su posición xenófoba.

Hace unos años, un barco de la organización Opens Arms esperaba en el puerto de Badalona, tras unos ajustes técnicos, a que las autoridades portuarias autorizaran su salida al mar para continuar su misión de salvamento de inmigrantes en el Mediterráneo. Un periodista le preguntó a Xavier García Albiol, alcalde de Badalona, su opinión sobre si se debía autorizar o no dicha salida, teniendo en cuenta la tarea de la organización, y uno esperó lo peor en la respuesta de este político que se ha caracterizado por sus proclamas poco pacíficas respecto a la inmigración no legal. Sin embargo, la respuesta fue bien distinta y sin duda muy honrosa: la misión era salvar vidas y esto estaba fuera de todo debate, no era la gestión de la vida lo que se debía discutir, resultaba obvio, y resulta hoy, que nadie puede negarse a salvar la vida de otra persona, cualquiera que sea su circunstancia.

Lo mismo debería ocurrir con este tema. Hablar sólo de fútbol mientras unos energúmenos lanzan sus improperios infames es normalizar lo inasumible. Más cuando se nos intenta decir que el fútbol es una enseñanza de vida, una forma saludable de mostrar el trabajo en equipo, y no el mero negocio que a menudo parece que es.

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