Todo empezó el año pasado
a raíz de la invasión rusa a Ucrania. La reacción europea contra la agresión
rusa conllevó, entre otras delicias, la suspensión de un curso sobre
Dostoievski en la Universidad de Milán y que la Filmoteca de Andalucía quitara
de su programación la película Solaris
de Tarkovsky. Se propuso incluso derribar la estatua del escritor ruso en
Florencia, disparate este que por suerte no contó con la anuencia del alcalde
de la ciudad, que en un arrebato de sentido común tan escaso en el jardín
europeo vio claro el catetismo de este despropósito, por decirlo de un modo
suave.
Este año, ante esta nueva
fase del conflicto entre Israel y Palestina con una nueva masacre en marcha, la
Feria del Libro de Frankfurt ha cancelado la concesión de un galardón a la
escritora Adania Shibli, autora de la novela Un detalle menor, ambientada en 1948 en la tierra hoy de nuevo
ensangrentada. El director de la feria lo justifica alegando la condena al atentado
sangriento de Hamás. Poco importa que Adania Shibli, palestina ella, en efecto,
nada tenga que ver con la organización reaccionaria, como tampoco tiene que ver
con el fundamentalismo la mayoría de los habitantes de Gaza ni los muchos manifestantes
que han reaccionado a esta situación, aun cuando haya quienes vean en estas
concentraciones una llamada a la Yihad que sólo existe en unas mentes que
amparan un discurso cerrado de bloques, el nosotros y el ellos, que invocan pagar
los muertos con más muertos, da igual de donde salgan los mismos.
Es evidente que está
reacción sin sentido contra la cultura es apenas una anécdota menor ante la
catástrofe de la guerra y el ataque encarnizado contra los civiles, que al
final, como en Ucrania o como en cualquier otra parte, son los que sufren las
decisiones ajenas, las de los Estados, las de los dirigentes que se arrogan la
representatividad, las de los intereses comerciales de la industria de la
guerra, que son al fin quienes sacan tajada de todo esto. Quizá porque la
cultura es uno de los pocos ámbitos de sensatez que caben ante tanto disparate criminal.
Lo de hacerle pagar a
Dostoievski el desatino de ocupar un país, cualquiera que fueran los argumentos
esgrimidos, y bombardear un territorio, por tanto a una población civil, es una
majadería en toda regla, una patochada, un absurdo que refleja bien a las
claras una mentalidad cuanto menos estúpida. El que se suspenda la concesión
del galardón sólo porque la autora en cuestión sea palestina supone legitimar a
su vez un ataque desproporcionado e injusto a una población que no es
responsable del atentado, bastante tiene con sobrevivir en su situación. Las
instituciones culturales, en vez de ser puente y permitir la comunicación y el
conocimiento, toman partido por la barbarie.
No he leído Un detalle menor, publicada en España
por Hoja de Lata, ni siquiera conocía a esta autora, pero sin duda el (mal)
gesto de la cancelación es una invitación para leerla, como habría que leer a
los autores israelíes, sin duda más interesantes para conocer la realidad que
los discursos llenos de odio de parte de los dirigentes políticos y militares
locales. O de los silencios cómplices esparcidos por el mundo. Ha quedado claro
una vez más que quienes fomentan las guerras no sólo asesinan, también
pretenden silenciar las voces que explican las intrahistorias de los pueblos.
Da igual de que bando sean.
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