lunes, 5 de junio de 2023

El Serantes

 


 

Ya lo comentaba Aymeric Pinaud en el siglo XII, el de los vascos era un país de muchos montes y gente ruda. Abundan en sus montañas la hierba verde, los robles y las hayas, las encinas y los tejos, aunque hace tiempo se introdujeron los eucaliptus, por exigencia sobre todo de la industria del papel, algo que se ha empezado a cuestionar en los últimos años, incluso más allá de los ámbitos medioambientalistas. Lo menciona de pasada, como una reflexión secundaria de su protagonista, Txani Rodríguez en su novela Los últimos románticos.

Pero no sólo las papeleras han modificado la naturaleza, lo sabemos bien en el País Vasco, estamos en una zona industrial, incluso ahora, aun cuando ya no existan los Altos Hornos de Vizcaya o se hayan abandonado las minas. Abundan en el país las fábricas, los talleres, los barrios de edificios altos, las carreteras, los puentes, las vías del tren. Muchas montañas muestran las heridas de su condición, antaño, de canteras o minas a cielo abierto. De momento, el verde es el color que lo domina todo, un verde intenso y vivo. Llueve en abundancia, aunque a todas luces mucho menos que hace unos lustros, quien ya tiene cierta edad lo sabe. Hace más calor y en los últimos meses hemos vivido olas de calor que, aunque cortas, nos llevan a pensar que los ironías de una Vasconia tropical ya no nos las podemos tomar a chufla. Tres cuartas partes de la Península pueden ser en 2050 zonas desérticas y sólo el Cantábrico se salvaría, aunque con un clima que se parecería al que tenía hasta ahora el Mediterráneo. En Álava o en Navarra se empiezan a cultivar frutas que son más bien de otras latitudes, más de secano.   

La crisis ecológica ya está asumida, sólo un puñado de iluminadas la niegan. Ha entrado en la agenda de gobiernos y organizaciones internacionales. Se realizan cumbres en tal sentido. La catástrofe, dicen, puede dar lugar a otras oleadas de emigraciones tan intensas como las que producen el hambre o la miseria. Está en boca de todos lo sostenible o la necesidad de que la producción se adapte a las circunstancias.

Claro que todo indica que en la práctica estamos más bien inmersos en el ámbito del discurso y las buenas intenciones. La realidad va por otros derroteros. En esta Vasconia donde se dice que el medio ambiente es una de las mayores preocupaciones colectivas aún no hemos llegado a propuestas estrafalarias como la de luchar contra el cambio climático cultivando flores en los balcones, pero se habla de la gravedad del problema mientras se inauguran ramales de autopistas, nuevas autovías que rodean las ciudad –la super sur en Bilbao– o túneles subterráneos para comunicar por carretera los dos márgenes de la ría. No parece que la gestión de las comunicaciones se planteé desde la necesidad de reducir el tráfico de automóviles. Al mismo tiempo, se avanza en el proceso de trasladar Mercabilbao desde su ubicación actual, en Basauri, a las campas de Ortuella, una de las pocas zonas verdes en la Margen Izquierda, que es, recuérdese, una de las comarcas más pobladas del país. Basauri y todo el sur de Bilbao se destina, parece ser, a convertirse en la zona de crecimiento urbanístico del área metropolitana bilbaína, por tanto para la construcción de vivienda.



Si esto no fuera poco, se recuerda una propuesta de la Autoridad Portuaria de Bilbao planteada en enero de 2022: la de modificar el monte Serantes para construir dos superficies en sus laderas para un uso logístico e industrial. Se trataría de que el Puerto de Bilbao ganara casi 150.000 metros, para lo cual se necesitaría retirar dos millones de metros cuadrado de tierra. Todo un corte para un monte cuya silueta se distingue en buena parte de la Vizcaya occidental. Por ahora el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha solicitado, dado que los puertos dependen del Estado, un estudio del impacto ambiental.

No tiene que ver con el proyecto, pero ya en abril se llevó a cabo en el Serantes un corte de pinos en la ladera norte del monte, auspiciada por la Diputación Foral de Vizcaya, lo que motivó algunas protestas en Santurce.

El Serantes es uno de los montes más pintados, aparece en numerosos cuadros que podrán alimentar algún día, al paso que vamos, la nostalgia por una naturaleza que habrá desaparecido.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario