En su novela Los últimos románticos Txani Rodríguez sitúa
al personaje protagonista, entre otras circunstancias, en un contexto de
conflicto laboral. Hay una protesta en la fábrica donde trabaja Irune, una
papelera, y los afectados por un despido acampan en la entrada de la misma ante
la indiferencia de buena parte de la población de Llodio e incluso del resto de
la plantilla, temerosa de su futuro incierto. Sólo Irune, a pesar de su
situación precaria, sin estabilidad laboral y vaga promesa de contrato fijo, se
atreve a acompañar en algunos momentos a ese grupo de compañeros, lejos ya los
tiempos de las grandes movilizaciones obreras en la Cuadrilla de Ayala, una
comarca vasca antaño muy industrializada y muy activa sindical y socialmente,
pero hogaño tan desmovilizada como el resto de la Comunidad Autónoma Vasca.
Claro que el conflicto en
Tubacex en estos últimos ocho meses, tanto en su centro de Llodio como en el de
Amurrio, ha devuelto esa imagen de zona industriosa y combativa, y han
demostrado en estos tiempos de desánimo y pasividad social que se pueden
revertir algunas situaciones que se creen de antemano perdidas. Una buena parte
de la plantilla se fue a la huelga en defensa de los puestos de trabajo y
contra los despidos, compaginaron la lucha sindical y judicial con las
movilizaciones, y al final se consiguió un acuerdo que no fue unánime entre las
secciones sindicales, aunque todas coinciden en el triunfo para la plantilla, y
que ha permitido el fin del conflicto laboral, la readmisión de los despedidos,
ganado en los tribunales, y la vuelta al trabajo, todo ello en un momento de
desmovilización generalizada y en el que los sindicatos no cuentan en general de
buena prensa, más en España, donde a veces uno puede llegar a pensar que son
parte del problema.
Nada que ver, desde
luego, con la situación vivida en la Tierra de Ayala, en Álava en su conjunto,
en los años setenta, en circunstancias a todas luces peores, con una crisis
profunda, con una dictadura que estaba a punto de dar el paso hacia la
democratización, muy formal si se quiere, pero democracia al fin, en un proceso
complejo y ahora muy cuestionado como fue el de la transición, y sobre todo
bajo una incertidumbre que no ayudaba desde luego al compromiso, pero en el que
la movilización estaba muy presente, aunque en ocasiones se llegase a la
tragedia, como ocurrió el 3 de marzo de 1976. En 2018 Víctor Cabaco realizó una
película, 3 de marzo, que cuenta lo
ocurrido aquel día y describe bastante bien el ambiente en los centros de
trabajo.
No es la única película
que trata en España el tema del movimiento obrero, la película mítica ha sido
desde luego Los lunes al sol (2002),
de Fernando León de Aranoa, narrada desde la perspectiva temporal de la
derrota, aunque incidiendo en la dignidad de las luchas de los astilleros
gallegos, en tiempos de reconversión industrial. En Gran Bretaña, por su parte,
el conflicto de los mineros en los años ochenta, un momento crucial, inicios
del neoliberalismo salvaje, aparece en varias cintas, ya sea como tema central,
es el caso de Pride (2014), de
Matthew Warchus, la relación de la lucha de la minería con un colectivo de
homosexuales que le dan apoyo, o como trasfondo, en el caso de Billy Elliot (2000), de Stephen Daldry.
No son pocas las
películas o las novelas que tratan la cuestión obrera o en general la situación
en el mundo del trabajo. Hay que tener en cuenta que en estos tiempos de
capitalismo tardío o incluso de época postindustrial en Europa la concepción de
clase trabajadora se ha ampliado, aunque también se ha cuestionado bastante, en
esta posmodernidad en la que impera una idea indefinida de clase media como
clase ganadora y hegemónica, aun cuando nadie se pone muy de acuerdo en su
composición. El concepto de lucha de clases se ha puesto en entredicho, se ve
como algo desusado, pasado de moda, inaplicable en estos tiempos que corren,
aunque luego luchas como las de Tubacex, para colmo victoriosas con todos los peros que se quieran poner, indican que
tal vez no sea así y pueda seguir existiendo y se deba seguir empleando para
entender la realidad, por muy distintas que sean las circunstancias o las
apariencias en estos extraños tiempos.
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