¿Es posible grabar la
cotidianidad?¿La lenta cotidianidad, además, de unas aldeas en un país de
África, donde el tiempo pasa lento y nada parece ocurrir, pero ocurre, relatos
que se enlazan, que se encadenan a un contexto, que nos remiten a la historia, que
nos hablan de gente corriente, tan corrientes sus vidas como las de cualquier
otro lugar, como las cotidianidades de otras aldeas o pueblos o ciudades en las
que la gente vive, se enferma, muere, se relaciona?
La cotidianidad está muy
presente en los tres capítulos o cortos de Kanimambo,
realizado en Mozambique en 2012, abriga a los personajes, forma parte de los
tres relatos a medio camino entre la ficción y el reporterismo, formato mestizo
que logra transmitir el día a día difícil, sin duda, de Mozambique, difícil, sí,
aunque la valoración provenga más bien del punto de vista, del lugar físico y
metafórico desde donde se vea la película.
El primer corto es «Custodio», realizado por el director y
actor ceutí Abdelatif Hwidar, y narra la vida de un padre y su hijo, Custodio,
que vela la enfermedad de aquel y su traslado a un hospital, a cinco kilómetros
de su aldea, donde le asiste un médico español. La enfermedad, una infección,
nos lleva a la guerra de liberación de Mozambique y a la posterior guerra
civil, pero cuenta también la relación entre el hijo y el padre en contraste
con la relación del médico español con su hijo que se nos insinúa.
El segundo relato es «Madalena», realizado por la directora
catalana Carla Subirana, presentado como su propia deuda hacia una mujer,
Madalena, que conoció dos años atrás y a quien prometió que grabaría en lo que
sería su primera película africana. La correspondencia entre ambas mujeres se
corta de repente, Madalena deja de escribir después de tener una hija a la que
llama Carla. El corto narra la búsqueda de esa mujer que se encarna en otras
mujeres mozambiqueñas.
El tercer corto es «Joana», del director valenciano Adrián
Aliaga y nos habla de una huérfana, Joana, acogida por su tía, enfermera del
doctor que aparece en la primera parte de la cinta, y que es sorda. Joana se
convertirá en la lazarillo de un cantante ciego, un griot, como se les llama en África occidental a quienes narran en
sus canciones relatos cotidianos. Se contará su viaje a Maputo para la visita a
un especialista.
Las tres historias se
enlazan tanto en el lugar de origen, un mismo territorio de Mozambique, como a
través de unos personajes que se cruzan sin conocerse. Son historias que
reflejan las condiciones duras de vida, pero están exentas del dramatismo al
uso en cierto topo de acercamiento a los problemas africanos. La vida, en
efecto, es dura si las comparamos a la vida media en Europa o de cualquier país
avanzado económicamente, pero sin
caer en lamentos o exhibicionismos que buscan conmover. Pero es que podrían
identificarse con cada uno de los relatos incluso personas con problemas en
cualquiera de esos lugares donde parece que no haya problemas equiparables,
pero los hay, hay situaciones complicadas también, porque al final no se trata
de ellos y nosotros, sino de un nosotros compuesto por personas que se
enfrentan a la vida desde las complicaciones cotidianas, sin duda idénticas en
lo esencial, pero diferentes en los detalles, sin que estos detalles carezcan
de importancia, que la tienen.
Kanimambo
significa gracias en lengua changane, porque lo que hay entre los personajes
son pequeñas ayudas, pequeñas en apariencia, que contribuyen a limar las
asperezas de esas cotidianidades que a veces adquieren una condición heroica.
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