viernes, 14 de abril de 2017

Kanimambo

¿Es posible grabar la cotidianidad?¿La lenta cotidianidad, además, de unas aldeas en un país de África, donde el tiempo pasa lento y nada parece ocurrir, pero ocurre, relatos que se enlazan, que se encadenan a un contexto, que nos remiten a la historia, que nos hablan de gente corriente, tan corrientes sus vidas como las de cualquier otro lugar, como las cotidianidades de otras aldeas o pueblos o ciudades en las que la gente vive, se enferma, muere, se relaciona?

La cotidianidad está muy presente en los tres capítulos o cortos de Kanimambo, realizado en Mozambique en 2012, abriga a los personajes, forma parte de los tres relatos a medio camino entre la ficción y el reporterismo, formato mestizo que logra transmitir el día a día difícil, sin duda, de Mozambique, difícil, sí, aunque la valoración provenga más bien del punto de vista, del lugar físico y metafórico desde donde se vea la película.

El primer corto es «Custodio», realizado por el director y actor ceutí Abdelatif Hwidar, y narra la vida de un padre y su hijo, Custodio, que vela la enfermedad de aquel y su traslado a un hospital, a cinco kilómetros de su aldea, donde le asiste un médico español. La enfermedad, una infección, nos lleva a la guerra de liberación de Mozambique y a la posterior guerra civil, pero cuenta también la relación entre el hijo y el padre en contraste con la relación del médico español con su hijo que se nos insinúa.

El segundo relato es «Madalena», realizado por la directora catalana Carla Subirana, presentado como su propia deuda hacia una mujer, Madalena, que conoció dos años atrás y a quien prometió que grabaría en lo que sería su primera película africana. La correspondencia entre ambas mujeres se corta de repente, Madalena deja de escribir después de tener una hija a la que llama Carla. El corto narra la búsqueda de esa mujer que se encarna en otras mujeres mozambiqueñas.

El tercer corto es «Joana», del director valenciano Adrián Aliaga y nos habla de una huérfana, Joana, acogida por su tía, enfermera del doctor que aparece en la primera parte de la cinta, y que es sorda. Joana se convertirá en la lazarillo de un cantante ciego, un griot, como se les llama en África occidental a quienes narran en sus canciones relatos cotidianos. Se contará su viaje a Maputo para la visita a un especialista.

Las tres historias se enlazan tanto en el lugar de origen, un mismo territorio de Mozambique, como a través de unos personajes que se cruzan sin conocerse. Son historias que reflejan las condiciones duras de vida, pero están exentas del dramatismo al uso en cierto topo de acercamiento a los problemas africanos. La vida, en efecto, es dura si las comparamos a la vida media en Europa o de cualquier país avanzado económicamente, pero sin caer en lamentos o exhibicionismos que buscan conmover. Pero es que podrían identificarse con cada uno de los relatos incluso personas con problemas en cualquiera de esos lugares donde parece que no haya problemas equiparables, pero los hay, hay situaciones complicadas también, porque al final no se trata de ellos y nosotros, sino de un nosotros compuesto por personas que se enfrentan a la vida desde las complicaciones cotidianas, sin duda idénticas en lo esencial, pero diferentes en los detalles, sin que estos detalles carezcan de importancia, que la tienen.


Kanimambo significa gracias en lengua changane, porque lo que hay entre los personajes son pequeñas ayudas, pequeñas en apariencia, que contribuyen a limar las asperezas de esas cotidianidades que a veces adquieren una condición heroica. 

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