domingo, 2 de octubre de 2016

Transición

Crono devora a sus hijos. Se los va comiendo a medida que Rea los tiene hasta que, cansada de tal locura, esconde al último, Zeus, y lo que entrega a su esposo es una piedra envuelta en pañales que el dios engulle. A veces da la impresión de que la Historia es un poco así, devoradora de sus hijos, destructora de los protagonistas de cada una de las etapas que se suceden desde que el mundo es mundo.

Esta imagen de Crono -nombre que se asimila a Chronos, tiempo en griego- devorando a sus hijos viene a cuento porque parece que la denominada Transición española está pasando de nuevo factura a uno de sus hijos, al PSOE, que vive una crisis sin igual en su historia. De las cinco fuerzas políticas que constituyeron la Comisión Constitucional de 1977 y que redactaría la Constitución del 78 -UCD, PSOE, PCE, CiU y AP-dos no existen -UCD y CiU, desaparecida esta última hace bien poco y sus dos fuerzas constitutivas en proceso a su vez de desaparición-, otra, el PCE, quedó diluida a mediados de los ochenta, tras una crisis profunda, alguna que otra escisión incluida, en IU, coalición que ahora se ha diluido a su vez en otra fuerza política nueva. El PSOE se ha mantenido hasta hace bien poco, ha gobernado el país en varias legislaturas, al igual que varias comunidades autónomas -mantiene ahora Andalucía- y varios ayuntamientos, hasta que ha comenzado a retroceder desde hace un par de años, sufriendo ahora mismo una crisis cuyo final es difícil de prever. AP, por su parte, se fusionó con varios de los grupos que salieron de UCD y conformaron el actual PP. Tal vez sea la única fuerza política, ahora mismo, que goce de cierta “salud” electoral, aunque a todas luces resulta difícil poder decir, a la vista de los casos de corrupción en que se ve envuelta -y no sólo este partido, es cierto-, que vaya a mantenerla por mucho tiempo, corre el peligro de verse afectada también por el tiempo destructor. Es curioso que las dos únicas fuerzas políticas de aquella época con representación parlamentaria y estables aún, el PNV y ERC, sean fuerzas que en su momento se abstuvieron en el Congreso ante el proyecto de Constitución, e incluso ERC pidió el no en el referéndum. No es que se pueda sacar una conclusión de ello, al fin y al cabo ambos partidos han tenido sus crisis y este último, incluso, ha estado alguna que otra vez a punto de desaparecer electoralmente, pero resulta cuanto menos curioso esos caprichos de la Historia.

Hay quien habla, en definitiva, de crisis del régimen del 78. Claro que no es una crisis de nuevo cuño, da la sensación de que estamos asistiendo a los mismos problemas de siempre, El día de la Marmota con una dimensión histórica. En un breve ensayo del profesor Eliseo Aja sobre la historia de las constituciones españolas, se habla de tres problemas a los que se enfrenta el país una y otra vez hasta 1936, cuando se da al traste con las constituciones democráticas: el problema de la tierra, que es el de la justicia social en un país que fue hasta entonces mayoritariamente agrícola; las relaciones centro-periferia o, dicho de otro modo, el problema territorial o la relación de las diferentes realidades socioculturales; y, por último, la relación Iglesia-Estado. Una mirada a la España actual nos indica que no andamos muy bien -¿alguna vez lo tuvimos resuelto?- de justicia social, con un desempleo galopante y una angustiosa precariedad laboral, incluso de nuevo vemos que se emigra al extranjero como alternativa al desempleo o a los salarios bajos; volvemos a levantarnos todos los días con un problema de, se dice ahora, encaje de la pluralidad nacional; y la cuestión de la relación Iglesia-Estado parece que es el más resuelto hoy, aunque más porque una gran mayoría de la población se ha distanciado de la práctica religiosa y hace ya años que aumentan los matrimonios civiles, descienden los bautizos y poco caso se hace ya a los comentarios políticos de la jerarquía católica (porque cuando hablamos de relaciones Iglesia-Estado hablamos de la Iglesia católica), que además son cada vez menos, como si empezaran sus representantes a asumir que no poseen tanto peso social, como indican los datos de los matrimonios y los bautizos.

Sea lo que fuere, esta transición comienza a ser objeto de cada vez más estudios académicos, entendiendo la transición como ese periodo que va desde inicios de los setenta, cuando en el aparato del Régimen hay quien percibe que hay que cambiar cosas (¿para no cambiar nada o lo esencial?) hasta 1982, cuando el PSOE gana las elecciones generales y la sociedad descubre que no pasa nada por un cambio de gerentes del Estado. También se da una mirada a esos años desde el cine y la literatura. Hay que tener en cuenta que la mirada histórica del arte se centró sobre todo durante mucho tiempo en la Guerra Civil y en los primeros años del franquismo. De hecho, la Guerra Civil española es uno de los acontecimientos de la historia no sólo más estudiados tanto en España como fuera de ella, sino con más contenidos en cine y en literatura.

En este sentido, el cine se ha acercado más pronto a este periodo de tiempo, con alguna excepción en literatura, entre ellas las novelas del escritor y político vasco Mario Onaindia. Curiosamente, siendo un poco simplificador, hay dos temas principales en que se centran la mayor parte de las películas en un primer momento: ETA como fenómeno político y social (por cierto, ETA tampoco existe ya, aunque sólo sea en la práctica, lo que ya es bastante), con películas como El proceso de Burgos, La fuga de Segovia, Lobo, Operación Ogro o La Muerte de Mikel, aunque esta última sólo tenía como trasfondo el conflicto vasco, el tema era otro, el reconocimiento de la homosexualidad por parte de su protagonista; el otro tema, más costumbrista, es el del cine denominado quinqui, aquellas cintas que narraban las vidas de la periferia de las ciudades, con jóvenes delincuentes adictos a la heroína y sin un gran porvenir en una España en crisis (sempiterna) económica y social. Algunas de estas películas se basaron en algunos tipos reales, verdaderos personajes de su época, como El Vaquilla o el Torete (Perros Callejeros I y II).


En cuanto a la literatura, es interesante el acercamiento que realiza Ignacio Martínez de Pisón, muchos de cuyos relatos los encuadra perfectamente en ese periodo de cambio que es la transición. Destacan dos novelas: El tiempo de las mujeres y El día de mañana. Otro escritor a destacar en este sentido es Juan Madrid, cuya serie de novelas encuadradas en Brigada Central recoge en buena medida el tema quinqui, antes referido, aunque con un marco más político detrás. En otra novela, Días Contados, se adentró también en el tema ETA (existe una serie de RTVE basada en Brigada Central y una película basada en esta novela). Inolvidable resulta por otro lado la ambientación de los primeros meses de gobierno socialista en la primera parte de El Pianista, de Manuel Vázquez Montalbán. Por otro lado, es interesante como recrea Pedro Ugarte cierta cotidianidad social de los años de transición y posteriores en sus novelas bilbaínas, sin convertirse desde luego en el tema central.


El que se caiga a pedazos parte del decorado de la transición puede conllevar un interés por este periodo y tal vez un aumento de obras que construyan, como se dice ahora, un relato del tiempo vivido. Tal vez sea un buen ejercicio antes de entrar en otro periodo histórico aburrido y con sabor a tarde de domingo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario