lunes, 1 de febrero de 2016

Odete Semedo

Na poesia liberto-me
Sou poeta
Sou livre
Enquanto poeta
A natureza leva-me embalada
Apodera-se do meu ser
E da minha alma
Enquanto poeta
Sou apenas eu.

Curioso este poema de Odete Semedo en el conjunto de su obra porque supone, a primera vista, un canto a la individualidad. No en vano lo titula Eu (Yo) y para quien no conozca a la poetisa y lo lea sin ponerlo en el contexto de su obra y de su vida pudiera parecer que es una exaltación de sí misma, del yo.

Pero Odete Semedo es una mujer enmarcada en una profunda, continuada y comprometida reflexión de lo colectivo. Desde las raíces que le vinculan al pasado, a los antepasados, hasta el idioma, puente de comunicación colectiva, desde la descripción de los paisajes de una tierra que es como cualquier tierra, pero es la suya, aquella por la que sintió añoranza – saudade – las veces que se alejó de Guinea Bissau, y no fueron pocas esas ocasiones, hasta el sentimiento de desgarro por la vida, todo se refiere inequívocamente a un yo que se vincula a lo colectivo.

Tal vez tenga que ver con la condición femenina en ese rincón de tierra donde nació, creció y ha vivido, por la que siente a todas luces un profundo fervor y a la que ha servido en la medida de lo posible, como escritora, como profesora, como política también. Como mujer en definitiva.

Parece um pesadelo
Onde em mil castelos
Desfilam figuras
Deslizam corpos
Deslizam imagens
Desliza o tempo.
Dias e séculos,
E eu vou crescendo
De pesadelo em pesadelo
(...)

Pesadilla ante una realidad poco amable, la de un país que vivió el horror del colonialismo que quizá, dícese, no fue tan temible, el imperio portugués, como otros, el británico por ejemplo, tan basado en la separación, en el menosprecio, en la prepotencia intelectual y moral de quien se pretende superior a los demás, como pueblo o como raza (si es que existen las razas), que dejó como herencia la aberración del apartheid, la separación elevada a la categoría de legalidad democrática, amparada por falsos pastores y ovejas disfrazados de lobos, pero tal vez no quepan las clasificaciones, el colonialismo portugués no estuvo tampoco carente de crueldad, quizá porque el horror, la miseria humana, la crueldad carezcan de gradación y cualquier colonialismo, el portugués o el británico, el francés o el español, cualquier otro que haya sido, sea o se, posee un mismo grado de horror. En efecto, no hay gradación posible. La guerra, además, aportó imágenes aberrantes. Antonio Tabucchi, italiano lusista, las describió en algunos de sus relatos, las consecuencias del intento de someter a todo un pueblo y de la guerra en ese pequeño país del África Occidental, no muy distante en cuanto a contenidos a las reflexiones del escritor portugués Lobo Antunes, que fue médico militar durante la guerra colonial en Angola.

Pero ante tanto horror hubo uno y mil rayos de esperanza, aunque luego todo cayera de nuevo en la desesperanza (ya se recobrará). La esperanza de los hombres y mujeres que se levantaron ante tanta ignominia, la de los muchos colonizadores que se pusieron a favor de los colonizados, la de una metrópoli que, ante tanto horror, se levantó y consiguió que un ejército, creado como todo ejército para la opresión, trastocara su función histórica y patriótica, sustituyera el rifle por el clavel y aceptara la libertad que no fue concedida, sino ganada por los pueblos colonizados. Pero no sólo eso: puede que los colonizados no sólo se liberaron a sí mismos, sino que contribuyeron a que la metrópoli se independizara, caso único en la historia, la de unas colonias que otorgan la independencia a su metrópoli, le concedan carta de libertad y a partir de entonces se puedan tratar de igual a igual.

Flor sem nome
Em chão árido e seco
No deserto envolvente
Um fundo verde
De esperança longínqua...

Y es como si Odete Semedo admitiera esa dualidad de la vida, la aridez frente a la flor por muy anónima que sea, el desierto frente a lo verde, todos habitando un mismo escenario, cohabitando en un mismo lugar. Es como si describiera el mato pardo o verde según las estaciones, «Angustiado sonho como os belos tempos», verso de otro poema que mantiene esa lucha permanente entre dos polos, dualidad de la naturaleza, de la vida y del ser, dualidad que se da también en las lenguas que se habla y en la que se escribe, en qué lengua escribir, se preguntará en otro poema esta autora.

Poco a poco las literaturas africanas se conocen en otros continentes. No se trata de darle un tono grandilocuente a la labor de difundirlas, porque el objetivo, a la larga, en definitiva, no es hablar de literaturas africanas o europeas o asiáticas o americanas desde un pedestal histórico, sino de hablar de literatura, sin adjetivos (a lo sumo hablemos de buena o mala literatura), y en este sentido el yo de Odete Semedo deviene una mera oferta de intercambio, una propuesta de juego poéticogramatical en el que escritor y lector remplazan sus papeles –el lector reescribe en cierto modo lo que el escritor ha dejado escrito– y dialogan al margen del tiempo y el espacio. Y, al final, una mera petición, lógica al fin y al cabo:

Quero ser a heroína do teu conto
Ou apenas um verso do teu canto.

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