miércoles, 20 de enero de 2016

José Eduardo Agualusa

José Eduardo Agualusa
Nação Crioula
Publicações Dom Quixote, 1997

El colonialismo portugués creó un espacio muy particular, con vínculos muy estrechos y relaciones triangulares entre las diferentes poblaciones y partes del imperio. De hecho, da un poco la sensación de que hubo tres grandes triángulos: el formado por Angola, Brasil y Portugal; el formado por Mozambique, los enclaves de Asia (Goa, Macau y Timor) y Portugal; y, por último el formado por Guinea Bissau, Cabo Verde y Portugal (al que se podría incorporar Santo Tomé y Príncipe).

Esto lo sabe muy bien el escritor angoleño José Eduardo Agualusa, que ha situado varias de sus novelas y relatos en alguno de estos ámbitos geográficos.

Es el caso de esta novela, Nação Crioula, en la que desarrolla una historia de amor entre Carlos Fradique Mendes, ciudadano portugués, aventurero y residente en Angola, y Ana Olimpia Vaz de Caminha, nacida esclava y que acaba siendo una de las personas más ricas de la colonia. José Eduardo Agualusa realiza un juego intertextual al incorporar a Fradique, personaje que no lo crea el escritor angoleño, sino que procede de la propia literatura portuguesa, se trata de un heterónimo y personaje colectivo inventado por varios autores vinculados a la denominada generación de 1870 y al que alumbran en una tertulia, O Cenáculo, y aparece en obras de Eça de Queiroz y Ramalho Ortigão.

El tema en el que se encuadra esta relación es el de la esclavitud y el rechazo que produce en buena parte de la población portuguesa que, al igual que ocurría en otras sociedades, como la británica o unos años antes la norteamericana, fue objeto de un gran debate público.

La novela es epistolar. Carlos Fradique Mendes escribe cartas a quien califica como su madrina, Madame de Jouarre, a su propia amada, Olimpia, cuando están separados y, como no podía ser menos, al escritor portugués Eça de Queiroz. Sólo la última carta la escribe Ana Olimpia y la dirige al escritor portugués. En ella cuenta algunas de las claves del relato.

De este modo y a lo largo de un amplio periodo de tiempo, José Eduardo Agualusa va componiendo una descripción de la sociedad colonial, de las relaciones entre población blanca y esclavos tanto en Angola como en Brasil, también entre los diferentes grupos étnicos y los mestizos, y los debates políticos, sociales y religiosos que se establecen, algunos de ellos aparentemente contradictorios, como el que algunos de los opositores al esclavismo tengan que actuar como negreros en algunos momentos determinados.

De este modo, Carlos Fradique Mendes deviene un activista contra esta lacra que existió siempre, sí, pero que el colonialismo europeo convirtió en verdadero pilar económico, hasta el punto que, aunque difícil de evaluar en su monto total, buena parte del desarrollo económico de Europa procede de la acumulación de capital que produjo el comercio de seres humanos. 


José Eduardo Agualusa recoge en parte muchos de estos debates reales que se dieron tanto en Portugal como en Brasil y en Angola. Menciona al escritor brasileño Castro Alves, que hizo de su lucha contra la esclavitud el eje de su vida y de su obra. Dibuja en gran medida un retrato de un mundo que se desarrollo a través del horror del esclavismo y el desarrollo de la economía que va a permitir en un momento dado la liberación de los esclavos, cambiándoles el estatuto, pero no el fondo. En este sentido, uno de lós personajes, Cornelio, un esclavo liberado, afirma: «A vida de un escravo é uma casa com muitas janelas e nenhuma porta. A vida de um homem livre é uma casa com muitas portas e nenhuma janela». Toda una declaración del absurdo de nuestra individualidad cotidiana en la vida política y social imperante.

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