Como queda dicho en la anterior entrada, la expansión de la prensa escrita en la segunda mitad del siglo XIX supuso una revolución enorme en las sociedades europeas. En primer lugar significó la aparición de eso que llamamos la opinión pública, la posibilidad de publicar más información sobre la realidad y la posibilidad de dar a conocer la opinión que generaba dicha información en un mayor número de círculos, cuyo peso social aumentó como consecuencia de su mayor difusión.
Un ejemplo de esto fue el terremoto político y social que supuso la publicación del artículo de Émile Zola, J´Accuse, el 13 de Enero de 1898 en L´Aurore, en forma de carta pública que el escritor dirigía al Presidente de la República, Félix Faure, sobre lo que se conoció como el caso Dreyfus, que escandalizó a la sociedad francesa del momento. Sin duda mostró bien a las claras que la prensa conseguía establecer reglas nuevas y que el Gobierno y los poderes públicos quedaban sujeto al poder público y a la crítica social.
Una segunda consecuencia fue la posibilidad de profesionalización de muchos escritores cuyo acceso a la prensa permitía obtener unos ingresos que les daba la oportunidad de escribir, en muchos casos, a tiempo completo. Hubo escritores que compaginaron la literatura con el periodismo o con los artículos de opinión y las crónicas literarias. Pero al mismo tiempo la prensa recogió muchas polémicas literarias, se hicieron eco de las mismas y las difundieron en gran medida en una sociedad que estaba sedienta de cultura, atenta a las discusiones entre los artistas y los intelectuales, término que apareció ya en ese momento.
Un caso concreto de esta importancia de la prensa en la difusión de polémicas culturales es la llamada Cuestión de Coimbra, que saltó a la palestra en Portugal en 1865 y que surgió en torno a la nueva concepción del escritor como hombre (y también mujer, que las hubo) de su tiempo. Dos escritores fueron los protagonistas de tal polémica, por un lado António Feliciano de Castilho, escritor adscrito al romanticismo y partidario del purismo literario y de las artes como formas decorativas, y por el otro Antero de Quental, que veía al escritor, y en general a todo artista, como alguien interesado por el porvenir de los movimientos culturales, ideológicos y sociales no sólo de Portugal, sino también de toda Europa, y consideraba a todo poeta, él lo fue y de los grandes, como un mensajero de una revolución global.
La Cuestión de Coimbra fue la antesala de las denominadas conferências do Casino llevadas a cabo seis años después, en la primavera de 1871. Un periódico, A Revoluçao de Setembro, las anunció el 5 de Mayo de ese año y fue recogiendo su contenido, difundiéndolo en todo el país. Se reunieron escritores importantes en Portugal, muchos de ellos agrupados en la denominada Generación de 70, como José Maria Eça de Queirós, Camilo Castelo Branco, Ramalho Ortigao o el ya mencionado Antero de Quental, figura fundamental de la cultura portuguesa del siglo XIX.
Hay que tener en cuenta también lo dicho al principio, la aparición de un gran número de diarios y revistas en Portugal que fueron importantes en la difusión no sólo de noticias, sino de las opiniones que la realidad generaba. Hablamos de O Jornal do Comércio, Jornal da Noite, Diário Popular, Diário de Noticias o A Gazeta do Povo, todos ellos con enorme influencia. Hubo cronistas, como Alberto de Queirós o Luciano Cordeiro, que permitieron la difusión de autores europeos de enorme importancia, como Flaubert y su nueva concepción de la novela, Proudhon y sus ideas sobre el carácter moralizador de las artes o Hippolyte Taine, con sus aportes a la teoría de la historia y el naturalismo. Estos periódicos difundieron también en Portugal ideas progresistas, afianzó el republicanismo portugués y planteó incluso un iberismo que fue además bandera de muchos de los autores del momento.
Otro escritor, Teófilo Braga, promocionó revistas de enorme importancia, como O Positivismo (1878-1881) o Era Nova (1880-1881), entre otras, en una época sin duda donde el mundo de la prensa escrita cambió en gran medida la realidad del momento y contribuyó a una nueva cultura.Portugal fue en gran medida uno de los ejemplos de ese nuevo cuño cultural europea, nada que ver, me temo, con lo que vivimos ahora.
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