jueves, 14 de abril de 2016

Francisco Ximénez de Cisneros

Conmemoramos hoy la proclamación de la República, que fue, con independencia de nuestra valoración política y social de ese momento, un profundo intento de reforma de la sociedad española. Podemos valorar o criticar muchos aspectos que se dieron durante este periodo, pero a nadie se le escapa que hubo un profundo interés por cambiar muchos aspectos, por ejemplo el educativo, a todas luces un ámbito imprescindible para que una sociedad pueda mejorar. La escritora Josefina Aldecoa narró en varias de sus novelas el esfuerzo por extender la educación a todos los niños y también de reformar la Universidad.

No obstante, no fue el único intento de reforma no sólo de las estructuras políticas del país, sino de toda una sociedad, la española, que padeció no poco una falta de políticas con perspectivas sociales a lo largo del tiempo. 

En este sentido, es interesante entender que el Estado -Estado como organización política moderna- en que se desarrolló la República -o en la que intentó desarrollarse- se fundó cinco siglos antes, a finales del siglo XIV, con la Unión Real entre Castilla y Aragón, y que hubo en su forja una profunda intención reformadora. Aparecieron corrientes de pensamiento religioso, como el erasmismo, que se expandieron con fuerza por el país y que tuvo a su vez una repercusión social enorme. Participaron en la construcción del nuevo Estado personas que poseyeron una visión amplia, providencial y reformadora de la sociedad.

Uno de estas personalidades fue Francisco Ximénez de Cisneros, un hombre que alcanzó cuotas de poder enormes. No en vano fue confesor de la Reina Isabel de Castilla, lo que nos indica su proximidad al poder, pero comenzó su labor como Provincial de los Franciscanos de Castilla, orden a la que aportó nuevos aires. Llegó a ser Arzobispo de Toledo y Primado de España. Se le nombró Inquisidor General, un cargo que, hoy, nos puede plantear no pocos temores o dudas, aunque otorgó en su momento, a la recién creada Inquisición, una visión que, por desgracia, no fue la que perduró en este organismo. En este sentido, Cisneros, al igual que el Inquisidor General que le sucedió, Alonso de Manrique, era erasmista, esto es, era partidario de las opiniones vertidas por Erasmo de Rotterdam en numerosas obras y que significaron una profunda crítica al estancamiento religioso, social y cultural que dominaba Europa. Los erasmistas buscaban una nueva religiosidad, más auténtica y profunda, más comprometida con la sociedad.

En este sentido, Ximénez de Cisneros se preocupó por la cura de las almas más que en el mantenimiento de un ritual que había olvidado el mensaje evangélico. De ahí que le diera importancia, sobre todo, a la explicación del Evangelio, con el objetivo de que la doctrina fuera entendida por los creyentes. Hay que tener en cuenta que existieron en toda Castilla numerosos cenáculos y grupos que estudiaban la Biblia y también las obras de Erasmo. Se difundieron también numerosas obras de difusión y análisis de la doctrina cristiana. Se expandieron numerosas corrientes de pensamiento cristiano -alumbrados, erasmistas, recogidos, etc.- que Cisneros permitió, estuviera o no de acuerdo con muchas de las ideas que se expandieron a lo largo de todo el país, gracias también a una notable mejora educativa, a la que contribuyó Cisneros y muchas de las nuevas órdenes religiosas.

Pero también pasará a la historia como el fundador en 1498 de la Universidad de Alcalá, que iniciará sus clases en 1509. Esta universidad tuvo como profesores, muchos de ellos erasmistas reconocidos, a Nebrija, a Alonso de Herrera, a Carranza de Miranda, a Santo Tomás de Villanueva, a Hernán Núñez y Vergara, entre otros, y como alumnos a Francisco de Osuna, que tanto influiría después en Teresa de Ávila y en San Juan de la Cruz, a los hermanos Juan y Alfonso de Valdés, a Ignacio de Loyola. Es en esta Universidad que se trabajó en la Biblia Políglota, publicada por dicha institución.

Francisco Ximénez de Cisneros muere en Noviembre de 1517, ocho días después de que Lutero diera a conocer las Tesis de Wittenberg, que cambiaría por completo esa nueva Europa que se estaba construyendo.

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